El empresario estadunidense Luke Iseman realizó en México dos experimentos de geoingeniería solar, una tecnología de alto riesgo ambiental y social que está bajo moratoria en Naciones Unidas. Lanzó globos meteorológicos para esparcir dióxido de sulfuro en la estratósfera con la intención de reflejar parte de los rayos solares para supuestamente producir enfriamiento. Se inspiró en la investigación sobre geoingeniería solar del controvertido proyecto SCoPEx de la Universidad de Harvard y en libros de ciencia ficción (https://tinyurl.com/28azzp6e).
No consultó a nadie, ni a autoridades ni comunidades cuyo territorio usó para sus experimentos. Tampoco tiene idea de los resultados ni los impactos que causó, porque no usó instrumentos de medición. No obstante, avizoró que contaminar con dióxido de sulfuro cielos y territorio mexicano podía ser un negocio, por lo que a fines de 2022 registró en su país la empresa Make Sunsets, que vende “créditos de enfriamiento” climático y anuncia que hará varios experimentos más en Baja California Sur, México, a partir de enero 2023 (https://tinyurl.com/ycyaadea). Logró reunir 750 mil dólares de dos gestores de inversión: Pioneer Fund y Boost VC.
Las pruebas llamaron la atención de medios globales, ya que se trata del primer experimento a cielo abierto de esta riesgosa técnica y además, con fines de lucro. Experimentos de investigación como SCoPEx de la Universidad de Harvard, que intentaron realizar pruebas anteriormente, tuvieron que ser cancelados debido a las protestas de pueblos indígenas y organizaciones ambientales (https://tinyurl.com/yp9cjn3r).
La geoingeniería solar comprende una serie de propuestas de manipulación tecnológica del clima para reflejar al espacio parte de los rayos solares con la intención de bajar la temperatura. La propuesta más conocida es la inyección de dióxido de sulfuro en la estratósfera, imitando el efecto de nubes volcánicas, que es en la que se inspira Make Sunsets.
Esta técnica conlleva un espectro amplio de impactos nocivos. Por ejemplo el dióxido de sulfuro y sus compuestos derivados, son dañinos a la salud al caer. Además aumentan la erosión de la capa de ozono, el único problema ambiental global que está en vías de reparación. Al respecto, el 9 de enero de 2023 la ONU informó que el Protocolo de Montreal sobre este tema ha hecho progresos, pero alertó que la geoingeniería solar tendría impactos negativos sobre la capa de ozono (https://tinyurl.com/kz46tv7b).
Estudios científicos de modelado matemático del más alto nivel muestran que la geoingeniería solar desplegada a gran escala conlleva impactos extremadamente serios en otras regiones, por desequilibrar los regímenes de lluvia y viento. El climatólogo Alan Robock, en su artículo profusamente citado “20 razones por las que la geoingeniería podría ser una mala idea”, apunta que podría causar sequías que amenazarán las fuentes de subsistencia de cientos de millones de personas (https://tinyurl.com/yz68st48).
Paralelamente, por los riesgos a la biodiversidad y a las comunidades que la sostienen, el Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas llamó a una moratoria contra el despliegue de la geoingeniería desde 2010.
Cientos de organizaciones de activismo climático, de género, movimientos campesinos e indígenas, insisten que es necesaria la prohibición de esta tecnología, tanto por sus graves impactos directos, como por el hecho de que representa una vía que quieren usar los principales contaminadores empresariales y gubernamentales para no reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, aduciendo que pueden manejar tecnológicamente los síntomas de la crisis (https://tinyurl.com/46twyubw).
El año pasado, 370 científicas y científicos de muchas disciplinas y de 50 países lanzaron un llamado global a establecer un tratado internacional que no permita el uso de la geoingeniería solar (https://www.solargeoeng.org/). Concluyen que la tecnología es demasiado peligrosa y que si se desarrollara, actores con los recursos suficientes podrían desplegarla unilateralmente, pese a los impactos negativos que puede acarrear. Consideran también que por sus características es imposible desarrollar una gobernanza democrática y estable sobre ella, porque exacerba los desequilibrios geopolíticos que ya existen. Por todo ello, proponen un tratado internacional de no uso de la geoingeniería solar. Entre los puntos de acción inmediatos proponen prohibir los experimentos a campo abierto (https://tinyurl.com/4auacz8k).
El ejemplo de Make Sunsets confirmó los peores temores de las y los científicos sobre geoingeniería solar. Muestra cómo cualquier empresario o individuo que obtenga los recursos o que se le ocurra hacer negocio con la tecnología, puede usar la investigación disponible sobre geoingeniería y comenzar experimentos a cielo abierto. Incluso, como en este caso, violando la soberanía de otros países y contra los llamados de precaución desde Naciones Unidas.
Urge que el gobierno de México siente un ejemplo global para detener el desarrollo de esta riesgosa tecnología y sus múltiples impactos.
* Investigadora del Grupo ETC