En las dos últimas décadas el volumen de emigrantes mexicanos disminuye. Del año 1995 a 2000 salieron de México un millón 235 mil 267 personas. Se contabilizaron 723 mil 310 de 2005 a 2010 y la contracción registra 555 mil 91 emigrantes de 2015 a 2020, además crece la participación de mujeres y se diversifican los grupos de edad.
Los incentivos para emigrar a Estados Unidos disminuyeron ante los cambios en su política migratoria, cuando cobró centralidad la seguridad ante el atentado del 11 de septiembre de 2001 se expidieron leyes y subieron presupuestos para contener la entrada de la migración sin documentos; la crisis inmobiliaria de 2008 permeó también la fuerza trabajadora mexicana. De 2007 a 2017 el decremento de población mexicana que entró a Estados Unidos (sin documentación) pasó de 6.9 millones a 4.9 millones (Pew Hispanic Center, 2019). La cifra se hizo relativamente estable, cerca de 12 millones de connacionales viven allá; a otros países se dirige 15.2 por ciento de emigrantes (Canadá, España Alemania, Francia y Reino Unido), con porcentajes más altos de mujeres (estimaciones del Consejo Nacional de Población, 2022).
Las carencias que sufren los emigrantes les obligan a buscar mejores condiciones de vida, las cuales han mejorado en México, aunque no a niveles que eviten la diáspora. En 20 años el número de viviendas con población emigrante pasó de 887 mil, en 2000, a 459 mil, en 2020: 40 por ciento de estas viviendas estaban en comunidades rurales, las cuales pasaron a ser 33 por ciento (38 por ciento salen de urbes con más de 100 mil habitantes); la falta de electricidad pasó de 3.3 a 0.3 por ciento; quienes vivían en hacinamiento (donde duermen más de 2.5 personas por dormitorio) disminuyeron a la mitad, de 33 a 16 por ciento (con porcentaje mayor en hogares con jefatura femenina), y el porcentaje de viviendas sin agua entubada descendió de 11 a 3.3.
En la recién firmada Declaración de Norteamérica (DNA) de la décima Cumbre de Líderes de América del Norte (CLAN), el presidente Andrés Manuel López Obrador, el presidente Joe Biden y el primer ministro Justin Trudeau expresaron su decisión para reforzar la seguridad, la prosperidad, la sostenibilidad y la integración de nuestra región mediante compromisos en torno a seis pilares, entre los que señalan la equidad e inclusión, la migración y el desarrollo.
Tomando en cuenta los rasgos y pautas discriminatorias y xenófobas de nuestras sociedades, es de celebrar el compromiso conjunto de los tres países para “proteger los derechos civiles, promover la justicia racial, ampliar la protección para las personas LGBTIQ+ y ofrecer resultados más equitativos para todos”.
Uno de los compromisos más ambiciosos que forma parte de la declaración de los tres países de América del Norte, es respecto a las vías regulares de migración “se incluye el trabajo conjunto para impulsar la movilidad laboral en Norteamérica”.
El presidente López Obrador no dejó de insistir en la necesidad de la regularización de los paisanos migrantes. Resulta interesante que el presidente Biden le compartió que, en Estados Unidos, de cada 100 estudiantes del nivel básico 24 hablan español, además recomendó al canciller mexicano que la relación bilateral se enfoque en facilitar el acceso a la ciudadanía norteamericana del millón 250 mil mexicanos que tienen este derecho.
De lo más sustantivo fue el impulso del mandatario mexicano para lograr que los tres países decidieran “abordar las causas de origen y los impactos de la migración irregular y el desplazamiento forzado; y colaborar para contrarrestar la xenofobia, así como la discriminación contra las personas migrantes y refugiadas. Ahora, más que nunca, necesitamos identificar y abordar las causas de origen de la migración irregular y el desplazamiento forzado. México, Canadá y Estados Unidos se comprometen en apoyar a los países del hemisferio occidental para crear condiciones que mejoren la calidad de vida, especialmente en las comunidades marginadas que son vulnerables al desplazamiento y a la migración forzada interna y regional”.
¿En qué medida las palabras escritas u orales representan el pensamiento, los sentimientos, los deseos?
Decía Neruda que “todo está en la palabra […], una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada”.
* Secretaria general del Conapo
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