Coincidiendo con el fin de 2022, Telesur (Nueva Televisión del Sur) fue hackeada. La periodista Patricia Villegas, presidenta de la multiplataforma informativa en español alojada en YouTube, hizo la denuncia. A partir del asalto y despojo de ese canal, su nombre de Telesur cambió a Tesla News y también su contenido.
Cinco meses atrás tuvo lugar el encuentro virtual convocado por el consejo directivo de la Red TAL (Televisión América Latina). El tema del encuentro fue “Infodemia y comunicación pública; el rol de los medios”. La presidenta de Telesur enfatizó en el evento la necesidad de avanzar en la alfabetización digital como arma contra la infodemia y las noticias falsas difundidas, sobre todo, a través de las redes sociales. El escritor y periodista peruano Hugo Coya reafirmó el señalamiento de Patricia Villegas: “Cerca de la mitad de las informaciones que circulan en Internet son falsas y se crean por razones políticas o por razones económicas”.
La agresión a Telesur no es la primera. Ya en sus inicios (2006), el gobierno colombiano detuvo y envió a prisión a Freddy Muñoz, corresponsal de Telesur en Colombia, bajo el cargo de terrorismo. El periodista fue capturado a su regreso de Caracas, donde la plataforma multimediática tiene su sede principal. Al año siguiente debió ser liberado.
La importancia de la multiplataforma no es menor. Uno de sus usuarios comenta que ha logrado ser “una alternativa frente al unanimismo de los medios de comunicación al servicio del poder capitalista”.
En sus poco más de tres lustros de existencia, Telesur –iniciativa de Fidel Castro y Hugo Chávez financiada por Venezuela, Argentina, Uruguay y Cuba– ha conseguido una audiencia envidiable para numerosos medios y redes sociales de propiedad empresarial: 500 millones de televidentes potenciales y su señal se retransmite en América Latina y el Caribe, Europa y África. Por fortuna, cuenta con un canal alternativo en Youtube.
Ahora, ¿por qué, el tema Elon Musk en esta nota? Dos meses después de aquel encuentro latinoamericano organizado por TAL, el hombre más rico del mundo, según Forbes, o el número dos en ese sentido, según el Índice Bloomberg de Billonarios, se convertía en el principal accionista de Twitter y en su director ejecutivo. Musk, al igual que los dueños de las empresas digitales de mayor tamaño en el mundo de la comunicación (se sitúan, igualmente, entre los hombres más ricos del mundo), perdió dinero en 2022; a pesar de ello, su enorme fortuna le alcanzó para clasificar en esas listas (impúdicas e insultantes).
Como se sabe, Luis Arce, el presidente de Bolivia, señaló la responsabilidad de Musk en el golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales. Y su motivación: apoderarse del litio boliviano para su uso en los automóviles eléctricos que fabrica Tesla. No mucho después, con la impunidad con que actúan los poderosos, Musk tuiteó: “Daremos un golpe a quien queramos. Para que lo sepan”. ¿También se complotó con los que han golpeado a los gobiernos de Perú y de Brasil?
Si el espacio de Telesur fue sustituido por el de Tesla News, legítimo es sospechar que Musk estuvo involucrado en la maniobra. Pero digamos que no. Aun así, su participación en actos de desestabilización política para su beneficio lo convierten en un individuo políticamente peligroso, sobre todo por tener un arma ideológica en la mano, como es Twitter.
A finales de diciembre diversos medios difundieron que Tesla, la empresa de Musk, invertirá en Monterrey entre cinco y 10 mil millones de dólares. Se calcula que Alfa, uno de los grupos más poderosos con sede en la capital de Nuevo León, vale poco más de 3 mil millones de dólares. Quienes se han preguntado por la anunciada presencia de Tesla en México han adelantado por respuesta varias ventajas para esta empresa, aunque por lo regular omiten una fundamental: la disposición del litio.
A la compra de Twitter, su nuevo dueño dijo que no la hacía para ganar más dinero, sino para hacer de la plataforma un ágora de diálogo civilizado y para evitar los excesos de la ultraderecha y la ultraizquierda. Ya sabemos quiénes serán declarados de ultraizquierda; los de ultraderecha, como Bolsonaro, esos sólo estarán en su derecho de expresarse libremente.
Lo que con frecuencia no se entiende, o no se quiere entender, es que vivimos una guerra ideológica dominada por los medios corporativos y los gigantes de las redes sociales, como ha señalado Fernando Buen Abad. No obstante, las izquierdas (gobernantes, partidos, periodistas, militancias), añade, no se aprestan a construir un blindaje compartido contra los golpes que los individuos como Musk se jactan de perpetrar para luego decir que si adquieren ciertas armas es para usarlas en beneficio de la humanidad.
Conclusión obligada: no se puede seguir obviando la lucha común, articulada internamente y entre países, contra el analfabetismo político y digital. Donde no se ha asumido su peligro, por una de sus orillas, los medios que lo vehiculan han creado el clima social propicio para que la derecha pueda asestar los golpes tan conocidos como soslayados.