A Miguel Concha Malo, in memoriam
En los tiempos de guerra como los de hoy, es necesaria la precisión histórica del contexto y profundidad de los eventos, en especial dados los órdenes de riesgo que conlleva la intensificación bélica.
La constelación actual contiene riesgos existenciales tan graves e inminentes como los de una Tercera Guerra Mundial, así como los relacionados con el deteriorio ecobiológico vinculado al funcionamiento del sistema socioeconómico gestado alrededor del actual capitalismo monopólico. Como todo proceso histórico, este contiene dimensiones únicas en el tiempo y el espacio por lo que se hacen indispensables la especificación y la clarificación como las planteadas por Pablo González Casanova en su reflexión, consejos y advertencias que presentó en 2010 en la conferencia sobre el centenario de la revolución mexicana y el bicentenario de la Independencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en la que se refirió a uno de los dilemas de nuestro tiempo vigente: “En la famosa sociedad del conocimiento en la que vivimos,” señaló, “existe una sociedad del desconocimiento en la que se promueven deliberadamente fenómenos de ocultamiento de la información… Escribir historia es parte de la lucha actual, es muy importante ser muy rigurosos con lo que decimos yendo a las fuentes antes de hacer afirmaciones que pueden estar muy influidas por la situación que estamos viviendo”. ( La Jornada, 13/08/2010).
Es un grave error prescindir del contexto en la narrativa histórica. Ejemplos abundan: Entre los desconocimientos que las agencias noticiosas nos dosifican, como las expresadas por la Deutche Welle (DW) casi a diario y cada vez que se aborda el tema, encabezándolo con la afirmación de “todo comenzó cuando Rusia invadió Ucrania”, que resume la versión oficial dominante, descontextualizada, sin considerar el vasto cúmulo de agresiones y acoso geoestratégico sufrido por Rusia desde la caída de la URSS y profundizadas al inicio del siglo XXI, cuando el gobierno de George W. Bush anunció el retiro de Estados Unidos del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) que hasta entonces era el eje de la estabilidad estratégica.
La intención era ahogar a Rusia, pero también controlar el vasto negocio vinculado a las ventas de armamento antibalístico valuado en decenas y cientos de miles de millones de dólares. El Senado de EU autoriza que las ex Repúblicas Soviéticas, que habían formado parte del Pacto de Varsovia, se integren a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Las ganancias fueron inmensas para el complejo militar industrial de EU, en plena movilización por los recursos naturales que van quedando, como advirtió Michael T. Klare en su libro The Race for What’s Left. (2012)
El despliegue de armas nucleares en las fronteras con Rusia se intensificó junto con el acoso estratégico y la decisión del presidente Vladimir Putin de poner en marcha una operación militar especial.
“Si este sistema de misiles se pone en funcionamiento”, dijo el presidente ruso, “lo hará automáticamente como parte de toda la infraestructura nuclear de EU… como parte integral de su capacidad nuclear”. Putin describió así la médula de la iniciativa del gobierno de Bush para instalar sistemas antibalísticos en Polonia y la República Checa durante la Conferencia sobre Política de Seguridad, Munich (2007). Eventos posteriores demostraron que no fue una declaración menor: al colocar fuerzas estratégicas en las puertas mismas de Rusia, EU intenta crear una capacidad de “primer ataque nuclear”, que significa “una declaración de guerra de facto” contra la Federación Rusa. Moscú buscaba algo razonable, como exigirle a occidente garantías de seguridad para frenar la injerencia de la OTAN en sus fronteras. Los acuerdos de Minsk para la Paz (2014-15) eran una hoja de ruta para poner fin a los conflictos en Donbás, desde el golpe de 2014, y la participación de Alemania y Francia en apoyo a tales negociaciones era presentada por la revista Forbes (2022)como “la principal esperanza” para evitar una guerra entre Rusia y Ucrania.
¿Qué decir entonces frente a las insólitas declaraciones de la ex canciller de Alemania, Angela Merkel, en el sentido de que dichos acuerdos no pretendían ser respetados, sino fueron usados con el fin de ganar tiempo y armar a Kiev para una solución militar? El ex vice canciller austriaco, Heinz-Christian Strache, al saber que los acuerdos de Minsk no iban en serio expresó: “Hacen dudar de la palabra de los políticos europeos, da miedo la franqueza con la que Merkel habla de ello, destruyendo cualquier fundamento para tenerles confianza”, (Sputnik 13/12/22).
El periódico estatal chino Global Times destacó que la confianza de Rusia en Occidente cayó al mínimo.
Estos sórdidos manejos representan un muy peligroso deterioro de la credibilidad necesarias a toda negociación presente y futura para evitar efectivamente una guerra .¿Se cierran las puertas a la diplomacia y se abren las puertas al infierno terminal?