Conviene tener siempre en mente aquella máxima que asegura que Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses. Sobre todo, a la hora de analizar lo sucedido entre domingo y lunes en la relación directa de los presidentes Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador.
Al menos en la apariencia se han entendido bastante bien. Biden aceptó aterrizar el domingo en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, luego de un inicial regateo, e invitó a López Obrador a dialogar durante más de una hora a bordo de la mítica masa rodante de máxima protección y sofisticación llamada La Bestia.
Ayer, en Palacio Nacional, el mexicano hizo planteamientos de corte latinoamericanista, conminando al visitante a asumir un rol de integración continental e incluso llamando a “terminar con ese olvido, ese abandono, ese desdén hacia América Latina y el Caribe”. El exhortado recordó que Estados Unidos ha destinado en los 15 años recientes miles de millones de dólares, pero luego centró su discurso en uno de los temas que le interesan, el fentanilo.
A su vez, las esposas de los presidentes leyeron en Palacio Nacional, fuera de protocolo, un mensaje de voces alternadas, en inglés y español, contra racismo, clasismo y pobreza, con especial defensa de la libertad de expresión y la prensa. Más tarde, el canciller Ebrard tuiteó: “Concluyendo la reunión bilateral, espléndida conversación. De entre las que he presenciado sin duda la de hoy es por mucho la más productiva y cordial entre los presidentes Biden y López Obrador”.
¿Cómo se traducirá esa aparentemente muy buena relación entre los presidentes, a uno de los cuales sus opositores le auguraban tiempos tormentosos por no haber aceptado y felicitado con rapidez políticamente correcta los resultados de unas elecciones tan “trumpicadas”? ¿Biden va consiguiendo con suavidad lo que desea (combate al fentanilo, aceptación mensual mexicana de tres decenas de miles de fallidos migrantes, ajustes a las políticas obradoristas en temas comerciales y energéticos)? ¿Qué estará consiguiendo López Obrador? ¿Más inversiones, apoyo a gestiones judiciales contra ex funcionarios mexicanos corruptos como García Luna y su jefe Calderón, amable comprensión hacia las elecciones presidenciales mexicanas de 2024, previsiblemente complicadas? ¿O sólo se está en presencia de un teatro de sombras, de apariencias, que a fin de cuentas responden a los fríos intereses de la potencia dominante, impulsora de proyectos integracionistas de más largo alcance?
Mientras tanto, en la realidad nacional cotidiana, este domingo fue golpeado hasta dejarlo en conmoción el reportero Javier Santiago del diario oaxaqueño El Imparcial, luego que pretendía cubrir la información de un intento de linchamiento en la comunidad San Juan Guelavía, del distrito de Tlacolula, de una mujer acusada de un robo. Al reportero Santiago le quitaron teléfonos celulares y cámara para incendiarlos y lo golpearon hasta que la policía estatal lo rescató, inconsciente (https://bit.ly/3ZzY8Bc).
Tres reporteros del medio de internet Escenario Calentano, de Tierra Caliente (Michoacán, Guerrero y estado de México), desaparecieron a fines de diciembre pasado y el sábado reciente se instaló en su propia página de Facebook un video en el que dos de ellos señalan que están “pagando las consecuencias de las publicaciones que se realizaban contra estas personas” y otras (presuntamente, miembros de La familia michoacana). En el video, los declarantes tienen cadenas en pies y manos (https://bit.ly/3ZmPlCr).
Ayer comenzó, con la fase de selección de los integrantes del jurado, el juicio en Estados Unidos contra Genaro García Luna, acusado de haberse puesto al servicio del cártel de Sinaloa mientras era secretario de Seguridad Pública, con Felipe Calderón Hinojosa como ocupante de Los Pinos. Se espera que la próxima semana puedan producirse las primeras diligencias con la presencia del ex funcionario (es decir, de Genaro). ¡Hasta mañana!
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