Cambia la forma, pero no el fondo: ya sin la ostentosa participación del aparato militar como cabeza visible de los golpes de Estado (lo que no quiere decir que esté fuera de la jugada), la derecha latinoamericana intenta mantener el sistema oligárquico y evitar a toda costa la pérdida de poder, la cancelación de sus privilegios y su “derecho” de saquear naciones, por lo que en forma permanente aceita y fortalece el circuito político-mediático-judicial, ahora encargado de llevar a cabo los denominados “golpes blandos” contra gobiernos legal y legítimamente constituidos.
El caso más reciente, que no el último, es el flamante gobierno de Lula, con apenas unos cuantos días de ejercicio, aunque la intentona de hundir a este personaje suma años: desde el “juicio por corrupción” en su contra, en 2016, hasta su inhabilitación (siendo él la figura más sólida para alcanzar la Presidencia de su país) e ilegal encarcelamiento, todo promovido y financiado por la derecha brasileña y sus “aliados”. Pero a la oligarquía se le apestó: hoy, de nueva cuenta, ocupa la oficina principal en Palacio de Planalto, por lo que la “estrategia” se mantiene.
El intento golpista en Brasil se suma a los registrados, siempre en el contexto de la “nueva concepción”, en prácticamente toda América Latina, donde la derecha utiliza los mismos métodos, siempre con la descarada intervención de “potencias amigas”: en Brasil mismo, contra Dilma Rousseff; Bolivia, contra Evo Morales; Perú, contra Pedro Castillo; Ecuador, contra Rafael Correa; Honduras, contra Manuel Zelaya; Colombia, con Gustavo Petro; Argentina, contra Alberto Fernández y Cristina Fernández; Venezuela, contra Nicolás Maduro; Chile, contra Gabriel Boric, y, desde luego, México contra Andrés Manuel López Obrador. No todas las acciones han sido ciento por ciento efectivas, pero la estrategia es golpear sistemáticamente para debilitar al máximo a los gobiernos progresistas.
Ha sido uno de los pilares de las dictaduras latinoamericanas, pero la tenebrosa derecha se llena la boca con la palabra “democracia”, cuando en los hechos es la primera en defenestrarla: desestabiliza, inyecta odio y miedo, difunde “no-ticias” falsas por doquier, miente como respira, promueve golpes en todos lados y para ella, parapetada en la edad de piedra, todo “es comunismo”: desde las acciones y programas de reivindicación social hasta las vacunas contra el covid-19, provenientes de naciones “enemigas”, las cuales, según dice con cretinismo contumaz, “sólo persiguen el control ideológico de la población”. Un asco, pues.
López Obrador se refirió a esta tenebrosa intentona: “vamos a continuar apoyando al presidente Lula, electo democráticamente; lo apoyan las fuerzas progresistas de Brasil, de México, del continente americano. Es muy satisfactorio que la solidaridad hacia el presidente Lula no sea nada más de países de América Latina, sino que también el apoyo incluya a Canadá, a Estados Unidos y a países de todo el mundo. Es un hecho a destacar que es un consenso de los países del continente americano, y eso es muy bueno, porque independiente de las posturas políticas, partidistas, se tiene que defender la democracia, respetar la voluntad del pueblo… Rechazo a la actitud irresponsable, antidemocrática en Brasil y a favor del presidente Lula, esa es nuestra postura”.
Y como bien señaló el mandatario mexicano, “prácticamente todos los gobiernos del mundo” se pronunciaron en igual sentido (algunos de dientes para afuera). El mandatario mexicano dijo que “fue un intento fallido del conservadurismo brasileño; no es posible que el pueblo elija, y una minoría, por intereses económicos o políticos, implemente un golpe de Estado o una destitución, que no necesariamente ahora se hace mediante el Ejército, como era antes… ahora hay otros mecanismos iguales o más perversos, porque se dan de manera soterrada, pero también causan muchísimo daño, golpes de Estado que se van preparando con estrategias mediáticas, con mucho dinero, con intervencionismo. Se burla la voluntad de los ciudadanos”.
En Brasil, como en tantas otras naciones, “es el conservadurismo que impera y actúa de manera irresponsable. Y es el doble discurso. Siempre hablar de libertad, de democracia, pero ellos son autoritarios, antidemocráticos y violentos. Y agreguen algo, que es lo que los mueve, son muy corruptos. Es que el dinero es la mamá y el papá del diablo”.
Las rebanadas del pastel
Arribaron Biden y Trudeau para la “cumbre”. Entonces, ¿qué esperar de ella?