Antes de iniciar su visita a México, el presidente de EU, Joe Biden, anunció que se propone expandir la política de inmigración impuesta a venezolanos en octubre 2022 y aplicarla a inmigrantes de Cuba, Haití y Nicaragua. Bajo este nuevo criterio, su gobierno admitiría a 30 mil migrantes cada mes. A primera vista, la acción de Biden pareciera un gesto generoso basado en los sentimientos liberales de un presidente que prometió asegurar “nuestros valores como una nación de inmigrantes.”
El plan de Biden no es más que un gesto simbólico que a fin de cuentas terminará negándole asilo a la mayoría de los inmigrantes que nunca calificarán bajo su proyecto. En la práctica, su gobierno sigue implementando la política del ex presidente Donald Trump. Sus acciones demuestran la continuidad que existe entre republicanos y demócratas cuando se trata de inmigración. Utilizando el Título 42 (medida sanitaria que data de 1944) Biden limitará la posibilidad de que inmigrantes soliciten asilo al llegar a la frontera entre México y EU. Y no sólo se le aplica el Título 42 a estos inmigrantes, también se les impone otro obstáculo instaurado por Trump. Los inmigrantes no podrán exigir asilo si primero no han solicitado, y han sido negado asilo, en los países que atravesaron para llegar a EU.
En el nuevo plan de Biden los migrantes tienen que solicitar asilo por una app desde su país de origen, tener un pasaporte vigente, contar con un pasaje aéreo y demostrar que cuentan con el patrocinio económico de una persona en EU, condiciones que favorecen personas con recursos económicos y con familiares en EU. Para asegurar que no entren migrantes “no deseados” Biden, al igual que todo presidente republicano y demócrata, propone invertir más de 3.5 mil millones para agregar miles de nuevos agentes de inmigración y continuar militarizando la frontera entre México y EU. Aun cuando las leyes internacionales y del propio EU ofrece a los migrantes el derecho de solicitar asilo, el mensaje de Biden en enero de 2023 es el mismo que el de su vicepresidenta, Kamala Harris, en junio del 2021 en Guatemala: “No vengan”.
Ante la posibilidad que el gobierno de Biden terminara el uso del Título 42, un grupo de gobernadores republicanos interpuso una demanda ante la Corte Suprema que permitió su continuación. Aunque públicamente Biden declaró: “no me gusta el Título 42”, su administración no sólo lo ha usado, ahora lo amplia incluyendo nuevos países. Impulsada por Stephen Miller, asesor racista de Trump, el Título 42 fue usado como pretexto durante la pandemia para prohibir que un inmigrante solicitara asilo. Mediante el Título 42 los agentes del Departamento de Seguridad Nacional expulsaron más de 2.5 millones de refugiados aun cuando tenían un “miedo razonable” dadas las condiciones que existían en sus países de origen.
Aunque Biden quisiera resaltar su postura liberal y culpar a los republicanos por oponerse a una reforma migratoria integral, en la práctica ha seguido la política antinmigrante de Obama (el presidente que más personas ha deportado) y de Trump. Sus asesores prefieren evitar una confrontación con los conservadores tanto demócratas y como republicanos. Aún más importante es el hecho de que la propuesta de Biden expresa una nueva visión sobre la inmigración y el refugio en el contexto de un nuevo orden mundial posneoliberal.
Los demócratas prefieren culpar a los republicanos para así evitar su responsabilidad ante la crisis migratoria, producto del neoliberalismo, la llamada guerra contra las drogas y los conflictos bélicos, no sólo en sus fronteras, sino en el mundo entero. Hasta el fin de 2022, los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso y la presidencia; sin embargo, no avanzó una reforma migratoria. Igual ocurrió en el primer gobierno de Obama.
La nueva política de Biden resalta la hipocresía en la creación y el trato de los llamados inmigrantes deseados y los no deseados. Lo que Trump en su momento llamó inmigrantes de “países de mierda”. Bajo este criterio son bienvenidos los europeos, en particular ucranios, pero se les cierra la puerta a haitianos, cubanos, nicaragüenses, venezolanos, y también africanos. El nuevo plan de Biden agravará la crisis humanitaria en la frontera.
El desastre en las fronteras entre los llamados países del norte y los del sur refleja más que un conflicto entre valores humanos y necesidades políticas. El sistema mundial requiere que una gran parte de la humanidad viva en condiciones precarias y al mismo tiempo requiere el movimiento libre de bienes, las inversiones sin restricción y el flujo rápido de finanzas. La libertad, la gran preocupación de los neoliberales, no está al alcance de la gran mayoría de la humanidad que seguirá enfrentando obstáculos y muros al intentar escapar de condiciones precarias en sus países de origen.
Los liberales en EU (y por supuesto otros países) han abandonado su visión socialdemócrata del siglo XX donde proponían un mundo de igualdad, de movilidad y de desarrollo general. Hoy en día, plantean que tenemos que aceptar un mundo dividido entre los que cruzarán fronteras con pasaportes y visas, portando tarjetas de crédito, y otros privilegios y los que caminarán por selvas como el Darién o cruzarán mares tempestuosos como el Mediterráneo mientras cargan sus niños y sus sueños sobre sus hombros.
El mundo se ha dividido en dos grupos: los que pueden anticipar una experiencia cultural en cualquier destino y los que enfrentan alambre de púas y muros. Al pie de la estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York, la poeta sefardita estadunidense Emma Lazarus describió los ideales de la política de inmigración de una era anterior en EU: “Envíame tus cansados, tus pobres, tus masas deseando la libertad”. Hoy habría que actualizar el famoso verso: Envíame tus clases pudientes, tus sectores educados y tus oligarcas dispuestos a invertir.”