La poesía de Alaíde Foppa (1913-1980) “era ella, su ser más íntimo, más cercano a sí misma, más sincero”, expresa Julio Solórzano Foppa, hijo mayor de quien tal vez es más conocida como activista feminista, crítica de arte o académica, que como poeta.
Con la publicación de Viento de primavera (Fondo de Cultura Económica, 2022), antología poética de Alaíde Foppa, que abarca de 1945 a 1979, vuelven a circular los poemas de quien fue desaparecida y asesinada en Guatemala durante un viaje para visitar a su madre. El libro incluye un prólogo de Elena Poniatowska, quien fue amiga de Foppa.
En Viento de primavera se reúnen los poemarios Los dedos de mi mano, Guirnalda de primavera y Elogio de mi cuerpo, entre otros. “Cuando mi madre desapareció, mi abuela, Julia Falla, promovió la realización de una antología, básicamente ésta misma, con todos los libros que había publicado en Guatemala. Tuvo una edición limitada, después fue reditada por el Ministerio de Cultura de Guatemala; sin embargo, nunca se distribuyó fuera del país”, apunta Solórzano Foppa.
El prólogo en realidad es un ensayo que Elena Poniatowska escribió pocos años después de la desaparición de su amiga; “en el texto se siente todavía un sentimiento de dolor muy fresco. Se publicó por iniciativa del Gobierno de la Ciudad de México junto con una serie de artículos de intelectuales guatemaltecos”, continúa el entrevistado.
La impropia vestidura
–¿Qué significaba la poesía para Alaíde Foppa?
–Tenía unos 14 años, estaba en un internado en Puebla, e iba a haber un concurso de declamación de poesía. Por teléfono le pedí un poema a mi madre. Me dictó uno –se incluye en el libro Las palabras y el tiempo– que me cambió la comprensión de la poesía. Dice: Temo las palabras que son la impropia vestidura donde la poesía oculta su pura desnudez.
“Dije: ‘Mamá, ¿entonces la poesía no son palabras?’ ‘No, las palabras son el vehículo’. Dije: ‘Hay poesía en el paisaje, entonces’. ‘Sí’, me contestó. Ella tenía esa manera de ir más allá de lo que escribía. La suya es una poesía abierta, de la que cada quien se apropia, interpreta y adapta a su realidad. Tenía esa capacidad de despojar de su superficialidad a las palabras. No vestir demasiado las ideas, las imágenes, sino decirlas de manera más sencilla. Para mí, era un diálogo con ella misma. Cuando emplea el término ‘ella’, se refiere a Alaíde Foppa. Mira en el espejo.”
Según Solórzano Foppa, cuando las personas conocen las circunstancias de la muerte de la cofundadora de la revista Fem, y el entorno político, “esperan una poeta política, o feminista, o que introdujera la crítica de arte. No, nada de eso. Realmente, su vida estaba muy compartimentada. Además, era una mujer que manejaba un lenguaje muy complejo, muy rico”. Sin embargo, en su poesía “busca la simplicidad máxima. Cómo tener ideas e imágenes con la mínima cantidad de palabras”.
Luego, están los temas. Guirnalda de primavera es un libro de “flores y frutas”, mientras Elogio de mi cuerpo versa sobre sus diferentes partes desde los ojos hasta el aliento. El libro Los dedos de mi mano está dedicado a sus cinco vástagos. El poema “Mis hijos” es el más reproducido en las antologías de poesía latinoamericana, indica el entrevistado.
En cuanto a posibles influencias en la obra de Foppa, de acuerdo con su hijo, la tuvo de la poesía italiana. “Incluso, escribió primero poemas en italiano, antes que en español”. Sin embargo, “no era una escritora de citas de otros poetas o de referencias”. Después, Alaíde se hizo muy amiga de la viuda de Paul Éluard, quien llegó a México casada ya con un funcionario de la empresa Renault. Juntas tradujeron al español El ave fénix, del poeta surrealista francés.
La traducción es otra faceta poco recordada de Foppa, quien hablaba varios idiomas. Tradujo del italiano al español la poesía de Miguel Ángel Buonarrotti. “Su escultura, pintura, murales son sencillos al lado de lo tormentoso que es la poesía de Miguel Ángel. Llama la atención que mi madre se haya introducido en el italiano de siglos atrás para traducirlo”, reflexiona Solórzano Foppa.