Lo que pasó ayer en la sesión para elegir, en este caso, a la primera presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no ocurrió en la tranquilidad que mostraban las pantallas de televisión. Apenas terminaba el cónclave y el olor a traición en los pasillos del organismo denunciaba el tamaño del desastre.
La sorpresa estuvo del lado de la ministra Loreta Ortiz. Su voto estaba comprometido con el Zócalo y con la ministra Esquivel para todas las rondas que se hicieran necesarias, pero en la segunda decidió traicionar, dar la espalda a su compromiso y votar por Alfredo Gutiérrez, bien identificado, por sus hechos, como el más cercano a la doctrina neoliberal.
No era fácil digerir lo sucedido. El presidente saliente, Arturo Zaldívar –ya se sabía–, ejerció su voto a favor del candidato que parecía el más alejado del proyecto de la 4T, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, el más rico había señalado el presidente López Obrador, y con ello selló también su futuro.
Margarita Ríos Farjat, que llega a la corte por recomendación de la Presidencia de la República, como ya es su costumbre, también puso en la papeleta el nombre de quien condonó miles de millones de pesos en impuestos a grandes empresas, y con ello no hizo más que confirmar de qué lado masca la iguana.
Tal vez el voto más claro a favor de Gutiérrez Ortiz Mena, el más clavado, el más afín en la forma de pensar, fue el de Luis María Aguilar, quien de muchas maneras ya había establecido que iría por ese camino.
Pero esos votos no fueron suficientes, perdió la propuesta del conservadurismo, se dirá en Morena, pero también la que provenía del Zócalo y que proponía, principalmente, la reforma al Poder Judicial. Esa podría ser la gran derrota para todo el país porque, más allá de filias y fobias, el cambio en ese poder es urgente.
Y lo ponemos en condicional porque la nueva presidenta, Norma Lucía Piña, salida de la filas de Peña Nieto –lo que no quiere decir que le sea fiel–, podría ser la conductora de los cambios que, como decíamos, urgen.
La presidenta Piña no sólo puede ser parte de la historia del país al convertirse en la primera mujer en presidir la Suprema, sino que podría ser el buje que sostenga y juegue a favor de la transformación que acerque las leyes a la justicia.
De todas formas, ahí mismo, al inicio de la sesión, se le cedió la palabra a la ministra Yasmín Esquivel, quien alertó sobre los ataques a la soberanía de la institución, que estuvo en peligro de ser vulnerada por los intereses contrarios a las políticas del gobierno de la República.
En los círculos de algunos abogados que sí ven la necesidad de los cambios se piensa en que la sensibilidad de la ministra presidenta inclinará su trabajo a favor de un proyecto de transformación, tal vez no del calado que se había pensado, pero sí de terminar con las prácticas nocivas para la institución y para el país.
Por lo pronto, la ministra Piña, en su discurso dejó en claro que su ruta será por el camino de la honestidad y el servicio a la gente, y aunque no tuvo una sola palabra a favor de la reforma, bien podríamos decir que con la honestidad basta. Ya veremos.
De pasadita
Habrá que andarse con cuidado en eso de la ayuda que proporciona el gobierno a los adultos mayores, y esto porque las ambiciones de quien está a cargo del asunto, Ariadna Montiel, la han llevado –¡es una locura!– a pensar que ella puede ser la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, y les decimos eso porque a la muy soberbia alumna del profesor Bejarano se le ocurrió tal atentado luego de convertirse en quien puede manejar el destino de los dineros para los viejos. No más.