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Cultura

2023-01-02 07:49

Pedro Valtierra, fotógrafo y corresponsal de guerra / Elena Poniatowska

En la imagen, captada el 3 de enero de 1998 por Pedro Valtierra, fundador de ‘La Jornada’, una mujer tsotsil increpa a un soldado en Chenalhó, Chiapas, 10 días después de la matanza de Acteal.
En la imagen, captada el 3 de enero de 1998 por Pedro Valtierra, fundador de ‘La Jornada’, una mujer tsotsil increpa a un soldado en Chenalhó, Chiapas, 10 días después de la matanza de Acteal. Foto Pedro Valtierra / ‘La Jornada’

Quien tomó la fotografía de Carlos Monsiváis bajando por una escalera redonda en su fiesta de XV años para bailar de chambelán con una debutante, fue Pedro Valtierra, a pesar de que las carcajadas sacudían su cámara. Hoy, después de muchos años sigue tomando la foto de lo que el viento se llevó para que todos tengamos un pasado feliz. Todos recordamos la fotografía de los traseros desnudos de los mineros en huelga que así manifestaron la falta de pago de los dueños de la mina. Pedro Valtierra siempre ha sido y sigue siendo solidario con los trabajadores, e inmortalizó a quienes protestan, sobre todo a los que más han sufrido. También a quienes más han gozado, porque otras fotografías resultaron más festivas, como la del cumpleaños de Carlos Monsiváis…

–Lo de Monsiváis fue en un salón, con una escalera de película mexicana muy cursi, como de la época de Miguel Alemán, en la que todos los políticos se construyeron su casa en las Lomas de Chapultepec.

A Valtierra lo acompaña Denisse Hernández, la editora de la revista Cuartoscuro, que ha logrado salir adelante contra viento y marea a pesar de las dificultades de publicar en México. La revista es buenísima y la conservamos todos los amantes de la fotografía en el país. Hacer una revista de fotografía no es cosa de enchílame otra. Pablo Ortiz Monasterio no pudo o no supo aguantar las dificultades de publicación de una revista fotográfica Luna Córnea, muy bien impresa; en el caso de Valtierra y su extraordinaria Cuartoscuro nos ha durado mucho el gusto.

–Un día conocí el laboratorio de fotografía de la Presidencia gracias a López Dóriga, y me encantó. Ahí descubrí el cuarto oscuro, la luz, los químicos. Tenía 16 años, pero yo ya tomaba fotos con una Instamatic que compré en una tienda en Tacubaya; por ahí vivía. Ya ves que había tiendas de fotografía donde vendían cámaras que brillaban como diamantes en el aparador. Compré mi camarita para tomar fotos a mis hermanos; somos ocho los que llegamos a México en 1969. Nací en Fresnillo en 1955; tenía 14 años, éramos ocho bocas que había que alimentar, pero aquí a mis padres se les ocurrió tener tres hijos más, entonces fuimos 11 hermanos…

–Ya no hay familias así de numerosas

–En aquella época toda la gente quería tener los hijos que Dios mandara. Empecé a los 16 años; fui fotógrafo de comunicación social con Luis Echeverría; me tocó ir a algunas giras, andar con él. Me caía bien. Era ejecutivo, detenía su coche en la carretera para hablar con la gente que le hacía señas. Era una persona con una disposición para escuchar a los demás, sobre todo a los más pobres, y me tocó ser testigo de eso. También él me dio algunas citas, y recuerdo con gusto las ocasiones que tuve de platicar con él; siempre me dio la oportunidad de verlo… Me reconocía y me llamaba para platicar, creo que por mi juventud le caí bien. Después, cuando dejó de ser presidente lo vi dos o tres veces. Cuando me dieron el Premio Rey de España, en 1998, me habló por teléfono y me invitó a desayunar. Estaba orgulloso de mí; me dijo que yo había aprendido con él, que siempre me veía corriendo, y discurrió largamente sobre la foto de las mujeres de Chiapas que rechazan a un soldado. ‘Esa foto me gusta mucho…’ Decía que ese era México: ‘Las indígenas empujando a otros indígenas y el Ejército Mexicano que es noble –decía él– no golpea al pueblo…’

–Recuerdo haber viajado sentada al lado de un soldado y me contó que a él nada le enorgullecía tanto como pertenecer al ejército. ‘Es un regalo de Dios que me dio esa oportunidad. Para mí, el ejército es todo’. Así es que también está el otro lado de la medalla: el ejército como solución de vida.

–Sí, Elena, yo empecé con Echeverría y él me vio con muy buenos ojos. En 1977, cuando Benjamín Wong era director de El Sol también me dio todas las oportunidades.

–Era un personajazo; lo veía mucho en las comidas de Iván Restrepo.

–En casa de Restrepo, Elena, en una de sus comidas te tomé una foto con García Márquez. Así empecé. Me fui a El Sol con Benjamín Wong, en 1977, luego estuve en Unomásuno, en 1978; ahí fue mi etapa más importante con Becerra Acosta, porque tuve oportunidad de viajar por todos lados. Ya ves que Becerra nos apoyaba mucho, quería que viajáramos, que nos superáramos, pretendía que cubriéramos todas las actividades. Con Carmen Lira estuve en la guerra en Nicaragua, con Blanche Petrich, María Cortina, con Jaime Avilés, todos se la jugaron en El Salvador también. Ahí Blanche y María Cortina se hicieron buenas amigas.

“A mí, básicamente, me tocó Nicaragua. También El Salvador. Estuve haciendo dos reportajes con los guatemaltecos, con las FARC para Unomásuno, con la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA), que dirigía Rodrigo Asturias, el hijo del Premio Nobel Miguel Ángel Asturias. Más tarde Rodrigo Asturias trabajó con Arnaldo Orfila Reynal en la editorial Siglo XXI, en la esquina de Gabriel Mancera y Morena. La mañana en que corrieron a Orfila Reynal ya tenía otra casa editorial formada por todos los intelectuales de izquierda de México gracias a la iniciativa de Pablo González Casanova, Guillermo Haro y Fernando Benítez. Laurette Sejourné era una antropóloga o arqueóloga especialista en Teotihuacan. Rodrigo Asturias ya murió. Ahí estuvimos haciendo un reportaje para Unomásuno, en la ORPA y las FARC, en Guatemala. Esos dos reportajes se publicaron en 1981. Luego me fui a la república Saharahui, estuve tres semanas con los saharahuis en el norte de África.”

–¿Te gusta la guerra?

–Me gustaba la guerra y Manuel Becerra Acosta me mandaba a lugares de confrontación. Me agarró mucha confianza, se requería tener confianza para lanzarse en aquellos años de guerra.

–Y más inconsciencia

–Estaba joven y me gustaba el peligro, y el periódico me daba la oportunidad de enfrentarlo. Estuve en varias batallas, sobre todo en Nicaragua. Ahí combatí, cámara en ristre, dos veces, fue horrible, te arrastras sobre la tierra algunas veces, otras te da miedo, tienes la certeza de que te pueden matar. Un día me estuvieron balaceando, estaba con Susan Meiselas, una fotógrafa gringa muy valiente, reina de los fotógrafos; con ella hice buenos reportajes en Nicaragua, siempre anduve con ella

–¿Te enamoraste de ella?

–Un poco, era muy guapa. Era la heroína, causaba sensación, todo mundo quería andar con Susan, pero pocos éramos los privilegiados, yo anduve con ella pero por trabajo. Carmen Lira me decía; ‘Estás enamorado de Susan’. ‘¿A poco se nota?’ ‘Sí, sí se nota’. También me lo dijo Alan Riding; su mujer Marlyse Simons pertenecía o al Washington Post o al New York Times.

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