Cómo quisiera uno acabar el año con felicitaciones y buenos deseos, serpentinas y confeti, abrir los brazos y abrazar a todos pero, para desgracia de muchos y contento de pocos, determinadas circunstancias obligan a ejercer tres gramos de inteligencia y un sentido crítico sustentado siquiera en razonamientos elementales, no en reproches caceroleros ni demagogia animalista.
El tíololismo es una plaga extendida por todo el mundo ya como movimiento, actitud desvergonzada o pensamiento sesgado, donde sus legiones de seguidores no tienen inconveniente, como “el tío Lolo, en hacerse pendejos solos”, confiados en que su cinismo no tendrá consecuencias y en que el grueso de la sociedad no sabe poner freno a su insolencia mal disfrazada de decencia.
A finales de mayo de 2022 un humanitario juececito de distrito en materia administrativa concedió la suspensión provisional –yo suspendo, tú suspendes, todos suspendemos– de espectáculos taurinos en la corrupta alcaldía Benito Juárez –negocios son negocios, aunque sean fraudes inmobiliarios– donde se ubica la Plaza México, atendiendo expedito a la demanda de un oscuro grupito.
Grupito más bien fantasmagórico –figuración vana de la inteligencia, desprovista de todo fundamento– autodenominado Justicia Justa, presidido por el abogado sinaloense Luis Manuel Pérez de Acha, aficionado ni más ni menos que a la pesca deportiva, por lo que sus afanes justicieros son cuestión de preferencias, no de principios. Yo mato peces pero repruebo que maten toros a estoque. Versión del tíololismo manipulador.
Completan este desafinado coro de tío Lolos la poderosa cuanto despreocupada empresa de la Plaza México; el propietario de ésta; la inefable alcaldía Benito Juárez; las asociaciones de empresarios, ganaderos, matadores y subalternos; la crítica especializada y, desde luego, el desentendido Gobierno de la Ciudad de México, al que no le preocupa que una tradición con 496 años sea atropellada.
Haberse ausentado de la Plaza México fue la única manera de protestar de un público taurino, hace décadas indefenso y a merced de duopolios y monopolios adinerados pero ineficaces, sin idea de la importancia histórica, sociocultural, económica, política e identitaria de la fiesta de los toros. Pero si a estos contumaces promotores no les inquieta la poca asistencia al coso, al público menos.
El agraviado Coahuila vuelve a ser noticia, no por más mineros muertos y propietarios impunes, sino por la lucha interna de morenistas a favor y en contra del candidato a la próxima gubernatura. Fuertes resonaron las advertencias de la presidenta del Consejo Estatal de Morena en la entidad, Yamille Mtanous: “Estamos diciéndole a los dirigentes nacional y estatal que Coahuila no se toca, que Coahuila no es una moneda de cambio, que Coahuila no se negocia y que los coahuilenses estamos dispuestos a defenderlo y que ha sido un estado muy violentado. Los muertos los hemos puesto nosotros, y del saqueo ni qué decir. Coahuila ya se cansó, no se va a quedar de brazos cruzados.”
Futbol y toros o la historia de la torpe autorregulación en México, podría titularse una revisión del reciente desempeño empresarial en ambos sectores, inmersos en añejos vicios de espaldas a los respectivos públicos y anteponiendo utilidades gracias a una nula responsabilidad social y de las autoridades. Corrupción, falta de veedores de nuevos valores, voluntarismo, ausencia de rigor de resultados, crítica alcahueta y serena aceptación colectiva de una impotencia inducida, entre otros logros. Hay que repetirlo: caro el pan y malo el circo, bomba de tiempo fijo.