El 31 de diciembre de hace 29 años todo estaba listo en las montañas del sureste mexicano. Ese mismo mes ya circulaba en las comunidades El Despertador Mexicano, el periódico del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), organización político-militar que horas más tarde se daría a conocer en el mundo entero, primero por una guerra, luego por sus demandas y más tarde por la construcción de su autonomía.
Cinco presidentes de la República han pasado desde entonces, dos del PRI, dos del PAN y uno, el actual, de Morena, pero para las comunidades nada que no haya nacido de su organización ha cambiado. Nadie en su sano juicio puede regatear sus logros internos resumidos en la construcción de una mejor vida. Nadie, tampoco, puede menospreciar sus aportes a la vida política nacional e internacional, no sólo en materia indígena. Pero mezquindades no han faltado y sus silencios, como el actual, han sido interpretados como debilidad, división, debate interno y hasta la existencia les han negado, aunque la realidad diga lo contrario.
En las comunidades de Chiapas, cuando alguien cumple años, se dice que “entra” al siguiente. Es decir, el EZLN está entrando a los 30 años del levantamiento de aquel primero de enero de 1994. Tres décadas con todo en contra, pero el tiempo les ha dado la razón. Y hoy pueden repetir la editorial de aquel primer número de El Despertador Mexicano: “Nos recomendaron prudencia, nos prometieron que el futuro sería distinto. Y ya vimos que no... hemos comprendido que, si nosotros no peleamos, nuestros hijos volverán a pasar por lo mismo. Y no es justo”.
Los zapatistas dijeron desde entonces que la mayor solidaridad a su causa era luchar cada quien en su trinchera, “levantando a sus pueblos donde quiera que se encuentren”. Un recorrido por las luchas actuales permite ver el vínculo o influencia directa con el zapatismo de quienes están hoy defendiendo el territorio, lo mismo en la península maya que en el Istmo de Tehuantepec, en las montañas rarámuris o en las tierras nahuas de Zapata, donde, como en Chiapas, defienden lo que es suyo y nuestro.
Larga vida al EZLN y a sus hombres y mujeres que siguen levantando la esperanza.