¿Qué es la vida sin la esperanza? pregunta el activista y teórico Marshall Ganz (Michigan, 1943), quien presentó en México su libro ¡Sí se puede!: Estrategias para organizarse y cambiar el mundo (coedición Grano de Sal/colectivo Ensamble/Leading Change Network), el cual reúne por primera vez en español algunos de los textos esenciales para introducirse en la enseñanza de liderazgo, organización y sociedad civil, temas que imparte como docente en la Universidad Harvard.
En entrevista con La Jornada, el autor asegura que muchas veces la falta de esperanza, aceptar las cosas como están porque “no hay de otra”, evita que uno reclame una mejoría; por eso, añade, “una de las cosas más importantes al organizarse es hallar las fuentes de esperanza, porque si uno no imagina que puede ser diferente, entonces no toma riesgos, no vota. Cultivar la esperanza es casi una tarea fundamental. Luego, buscar la solidaridad, porque con ella hay más esperanza, más fuerza, más amor y fortalecimiento”.
Ganz conoció en Bakersfield, California, donde creció, al legendario líder y activista César Chávez cuando empezaba el movimiento campesino. Se unió a él durante 16 años, experiencia en la que encontró “otra comunidad sin derechos políticos ni laborales”.
Trabajar con Chávez y su movimiento, recuerda, fue un “gran aprendizaje”, porque se lograron “cambios verdaderos” respecto de cómo las personas se veían a sí mismas y a su comunidad, además de que lograron transformar las leyes y las condiciones laborales.
“Descubrí que si las personas no son autoras de los cambios, lo que se da se puede retirar. En California hay una historia llena de acciones opresivas, desde contra los nativos, chinos, japoneses y, claro, los trabajadores mexicanos”, con los que Ganz aprendió español.
El autor, considerado uno de los principales artífices en 2007 de la campaña que llevó a Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos, explica que “hay que comprender cómo trabaja el poder, que en realidad es una relación de interdependencia. Es como en las asambleas. Si tú necesitas más lo que yo tengo, y yo no necesito lo que tú tienes, ¿quién tiene el poder? Es una relación entre necesidad y recurso. Nadie tiene el poder por el puesto que ocupa, sino porque otros necesitan lo que tiene. Balancear estos poderes es casi un requisito para la democracia, porque de otra manera ésta es sólo una palabra”.
“En dos años entendí lo que significa el racismo”
En 1964 a Ganz le faltaba un año para terminar sus estudios en Harvard; sin embargo, se hizo voluntario para el proyecto Freedom Summer (Verano de Libertad), en Misisipi, para apoyar a los organizadores negros que peleaban sus derechos políticos en contra del régimen “tan racista” que existía. A lo largo de dos años, detalla, “empecé a entender lo que significaba el racismo”. También comprendió, dice, la diferencia entre caridad y justicia.
Mientras la caridad dice: “Déjame ayudarte”, la justicia se enfoca en lo que pasa y en cómo cambiarlo. Allí entra la resistencia; entonces, hay que encontrar formas de desarrollar el poder para hacer el cambio. De eso se trató el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos, cuenta.
Ganz descubrió la existencia de un papel que no era tanto para “avanzar” en el poder personal, sino en el de la comunidad. El activismo “me pegó como vocación porque se veían los cambios que hacíamos en las personas que de pronto descubrían su voz”.
En 1991, Ganz regresó a Harvard para completar su licenciatura, realizar una maestría y un doctorado. Ahora imparte en esa universidad dos clases a la semana, en las que “dialogo con el futuro”, pues la juventud, recalca, “necesita esperanza para vivir”.
Marshall también ha asesorado organizaciones sociales, sindicales y civiles; reconoce que actualmente “hay problemones donde quiera, aunque también fuentes de energía para solucionarlos, por ejemplo, el movimiento feminista que se vive en todos lados”.
Acota: “No vivimos en un mundo fijo respecto de lo que pasará. La posibilidad es más fuerte que la probabilidad. Es en ese lugar, que es el de la esperanza, entre la fantasía y la certeza, donde se puede actuar”.
De acuerdo con Ganz, su libro ¡Sí se puede! no es un manual para realizar protestas, sino que permite “entrar en un camino de aprendizaje y usar los conceptos vertidos como lentes para entender una realidad muy compleja”. Llama la atención a ciertas cosas que pueden servir, por ejemplo, para enfocarse en las relaciones o en las historias, y lo que éstas significan.
El libro cuenta con tres portadas distintas. Al adquirirlo, el lector puede escoger el ejemplar con la portada que más le plazca, en las que aparecen obras cortesía de los artistas Pía Camil, Abraham Cruzvillegas y Marcos Castro. Los textos fueron compilados por Carlos Quintero Herrera.