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Opinión

2022-12-30 09:49

La luz que no se acaba… / F. Eneida Martínez Ocampo

Carlos Salcedo, en su libro, recupera el espíritu de la época en que se estaban formando las guerrillas.
Carlos Salcedo, en su libro, recupera el espíritu de la época en que se estaban formando las guerrillas. Foto Twitter @m_estanquillo

Las luces que nos dan la historiografía sobre los movimientos armados deben seguir encendidas y reproduciéndose cada vez más, para continuar la labor de explicar y entender el México de mediados del siglo XX. Eso es lo que hace la obra La luz que no se acaba: Grupo Guerrillero Lacandones, de Carlos Salcedo García, quien fue miembro de este grupo armado.

Carlos Salcedo, en su libro, recupera el espíritu de la época en que se estaban formando las guerrillas; nos ubica en el contexto histórico no sólo de Los Lacandones, sino también del movimiento armado en América Latina. El escenario es el siguiente: del enfrentamiento entre Estados Unidos y su contraparte, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se origina la guerra fría, en 1946. La finalidad era contener, por parte del gobierno de Washington, a toda costa el socialismo que se veía como inminente peligro. Sin embargo, esto no evitó que en enero de 1959 triunfara la revolución cubana, la cual significó una luz que alumbraba un camino por el cual los países latinoamericanos podían obtener su libertad; Marta Harnecker muestra su entusiasmo: “La repercusión de la revolución cubana fue tal, que muchos jóvenes de izquierda de los 60 pensamos que íbamos a poder contemplar relativamente pronto una transformación social profunda en nuestros propios países”.

Mientras, en nuestro país se suscitarían eventos de gran importancia: en Chihuahua, el asalto guerrillero al cuartel Madera, en septiembre de 1965, fue resultado de la tradición de lucha campesina. Aquí se insertan movimientos que posteriormente se transforman en armados, la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, de Genaro Vázquez, y el Partido de los Pobres, de Lucio Cabañas.

Por otro lado, los estudiantes de la ciudad vieron en la matanza del 2 de octubre y, posteriormente se reafirmaría, con la del 10 de junio de 1971 –perpetradas por los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez– la cerrazón por parte del Estado; los jóvenes habían entendido (a la mala) que las vías de la legalidad estaban anuladas, que por ese medio no lograrían nada. Muchos de ellos salieron del seno de la izquierda tradicional para formar grupos armados y enfrentar la represión.

Entre los 60 y 70 hubo guerrillas tales como: Grupo Popular Guerrillero; Fuerzas de Liberación Nacional; Movimiento Revolucionario del Pueblo; Frente Urbano Zapatista; Comandos Armados del Pueblo; Liga de los Comunistas Armados; Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo; Movimiento de Acción Revolucionaria, y Los Lacandones.

Los antecedentes de Los Lacandones los podemos ubicar en la Liga Comunista Espartaco (LCE), la cual fue constituida en 1966. Curiosamente quien le da el nombre de Los Lacandones no son los jóvenes que lo formaron, sino la Dirección Federal de Seguridad. Los integrantes la llamaban La Organización, la cual, a su vez, estaba constituida en tres comandos: Los Lacandones, Arturo Gámiz y Patria o Muerte.

Quienes integraron dichos comandos –dice Salcedo– “fue un grupo formado primordialmente por estudiantes, intelectuales y algunos trabajadores de la industria; ellas y ellos se dedicaron a estudiar y entender el marxismo, estaban convencidos que la construcción e instauración de un sistema socialista en México terminaría con la explotación no sólo de los trabajadores, sino de toda la población más vulnerable”. La actividad del grupo guerrillero Lacandones se desarrolló, de forma fundamental, en la Ciudad de México y su zona conurbada; sus fundadores fueron: Yolanda Casas Quiroz, Miguel Domínguez Rodríguez y Carlos Salcedo García.

En el ombligo del texto, Salcedo nos adentra en los pasillos, crujías y celdas de Lecumberri y posteriormente del Reclusorio Oriente; relata la vida que tuvieron que edificar para hacer frente a la horrorosa realidad carcelaria y a la constante amenaza de ser asesinados por la Dirección Federal de Seguridad, entre otros peligros. Asimismo, uno –como espectador– pensaría que estar detrás de las rejas y aislados, lo exterior no repercutía en su día a día, pero no fue así, pues las acciones que llevaban a cabo los otros grupos armados (secuestros, ajusticiamientos, “expropiaciones”…) afectaban a los cautivos: “Gran tensión, suficiente como para hacerle estallar los nervios a cualquiera…”

La luz que no se acaba: Grupo Guerrillero Lacandones, de Carlos Salcedo García, editorial Libertad Bajo Palabra, 2022; es una obra imprescindible para conocer no sólo la historia de La Organización, sino también para insertarla en la trama que se ha estado tejiendo, en estos últimos años, sobre la importancia de los movimientos armados en México.

Vicenta Castro Cambón

* Profesora investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional/Ajusco

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