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2022-12-30 06:00

Recuerdos de Borja y la Tota Carbajal

Convertido en una celebridad, el brasileño, quien murió a los 82 años, convivió con grandes personalidades. En la imagen, el boxeador Muhammad Ali lo acompañó durante un homenaje en Nueva York, en 1977.
Convertido en una celebridad, el brasileño, quien murió a los 82 años, convivió con grandes personalidades. En la imagen, el boxeador Muhammad Ali lo acompañó durante un homenaje en Nueva York, en 1977. Foto Ap
Periódico La Jornada
viernes 30 de diciembre de 2022 , p. 12a

Enrique Borja se acuerda cuando era el delantero de la selección mexicana y Pelé, tres veces campeón del mundo con Brasil, lo llamaba sorpresivamente para saludarlo. En encuentros internacionales o amistosos América-Santos, organizados por empresarios para acercar a O Rei con las multitudes, los testigos se deleitaban con su don de gente. “El amor de Pelé con los mexicanos era genuino, desde el Mundial del 70 hasta su última etapa con el Santos”, afirma Borja con emoción y de inmediato aparece en sus recuerdos el hombre que, de saco y pantalón de vestir, hizo reír a varias autoridades en la ex residencia oficial de Los Pinos.

“En uno de sus viajes a México visitamos al señor presidente Miguel de la Madrid. Pelé era parte de una comisión y venía de ganar su tercer campeonato del mundo. Le sobraba sentido del humor. Con el mandatario y cualquier otra persona era un hombre sumamente cálido, sonriente, respetuoso y siempre con algún detalle guardado o alguna broma para nosotros”, señala el ex goleador nacional.

Mientras el brasileño transformaba el futbol en poesía, Borja alcanzaba la excelencia en México en el final de los años 60 y principios de los 70. De esa época son también las imágenes de las veces que lo tuvo como rival, muchas de ellas con un significado aún más profundo. Era admirable su coraje, alegría y perseverancia, dice Borja. Pero también la capacidad de poner en el mapa a un club como el Santos de Brasil, su gran obra maestra.

“Pelé hizo en su tiempo las jugadas que hoy presumen los grandes futbolistas. No es que ahora quieran imitarlo, sino que antes de ellos ya estaba él, en un mundo donde no existían tantos avances tecnológicos”, reflexiona. “¿Por qué? Porque el futbol sigue siendo el mismo y la pelota no pide pasaporte, acta de nacimiento ni cuenta en un banco. Sólo quiere que la traten bien, porque tiene alma. Pelé hacía goles con ella, la besaba, no quería que nadie se la quitara; le dio vida como ningún otro futbolista”.

Antonio Carbajal, cinco veces mundialista en la portería mexicana, comparte mucho de lo que dice Borja, pero además añade un recuerdo de su archivo personal, ocurrido pocos días antes del Mundial del 70. En el hoy extinto estadio La Martinica, en la ciudad de León, Guanajuato, Pelé se encontró con varios jugadores de casa tras un entrenamiento de la Canarinha. Los saludó y les deseó suerte en su campaña, mirando de reojo a la Tota.

“Me preguntó si podía tirarme un penal y le dije: ¿Te lo adivino o qué? Soltó una sonrisa y me respondió: ¡Tú páralo!”, rememora el ex arquero entre risas. Según su versión, el brasileño falló su remate, pero el guanajuatense no pudo quedarse con la pelota y sólo la rechazó. “Eres bueno, me dijo, pero a la próxima no la sueltes”.

Del gol que le hizo en la Copa de Chile 1962, la Tota prefiere no acordarse. “Cada vez que lo enfrenté me hizo ver mi suerte”, se sincera. “Era un show, la excelencia hecha persona. No sólo influía en el ánimo de Brasil, sino contagiaba a todo el estadio. Nunca vi a nadie como él”.

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