Hay un Pelé que nadie quiere ver, uno que no se menciona porque su rostro no es el festivo ni alegre que ha sido inmortalizado. Hay, otro, dice el sociólogo Marcos Roitman, un Pelé que representa el inicio del futbol como mercancía y botín político. Una lectura casi siempre ignorada y que no debe quedar en la zona opaca del olvido, opina. “Debe hacerse visible por todos aquellos que sí asumieron un compromiso con las mayorías y por ello pusieron en riesgo la vida”, reclama.
Edson Arantes do Nascimento fue el primer futbolista que supo vender un personaje y mantener oculta a la persona, con sus intereses y complicidades con el po-der, señala Roitman. En la falsa dicotomía entre deporte y política, Pelé estableció su figura con un pie en ambas riberas.
“Él –advierte– se convirtió en mercancía. Vendió un personaje aparentemente dedicado sólo al deporte, mientras la persona se mantenía oculta con su complicidad ante la dictadura en Brasil; también un agente del capitalismo más voraz”.
Roitman evoca el momento en que el futbol inicia su transición hacia la explotación comercial de la mano de la política, cuando dejó de ser asunto de muchachos que se divertían y aún olían a potrero y calle, para convertirse en una de las formas más lucrativas del consumo y de mayor eficacia como instrumento político.
“En el reverso está Garrincha, ese genio intuitivo con las piernas torcidas, quien salió de la calle y volvió a ella para morir en el acohol y el abandono”, recuerda Roitman; “mientras Pelé supo administrar la fama”.
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, explica Roitman, el capitalismo entró en una etapa de consumo, de ocio y hedonismo, y necesitó construir sus propios héroes. Esos signos los encontró en un deporte masivo como el futbol y en un personaje carismático como Pelé.
“No fueron los jóvenes arraigados a las calles, sino un deportista como él quien sintetizó el éxito del futbol, alguien capaz de aprender las reglas del sistema y adaptarse a ellas. En ese sentido renegó de su origen, al contrario de lo que representan personajes como Garrincha o Maradona”, expone.
“Decir que no hay que juzgarlo porque fue sólo un futbolista es injusto con todos aquellos que sí asumieron riesgos al desafiar al sistema, como lo hizo el argentino Maradona, el brasileño Sócrates o el chileno Carlos Cazsely”, menciona Roitman.
Además de su paso por las canchas, estos hombres de futbol se plantaron en el terreno público de lo político para criticar el orden dominante. Maradona lideró junto a Hugo Chávez la protesta contra George Bush en Mar del Plata, Argentina, en 2005; Sócrates luchó contra la dictadura y por la democracia en Brasil; y Caszely, ese futbolista chileno que no quiso darle la mano a Augusto Pinochet ni jugar en el estadio Nacional de Santiago, que había sido utilizado como campo de tortura durante el golpe de 1973.
Para Roitman la única dicotomía en momentos cruciales de la historia, de lo político como sinónimo de una elección de vida, es ser valiente o cobarde.
“Pelé además trascendió su papel exclusivo en la cancha. Aceptó un puesto público como ministro del Deporte en el gobierno neoliberal de Fernando Henrique Cardoso.
“Con el ex astro brasileño no existen medias tintas. Es una figura de su persona. Un hombre que usó el talento para jugar y dejó de lado su clase de origen”.