No es fácil hacerse a la idea de que un hombre de letras, polígrafo de amplia obra, editor y tipógrafo de calidad, abogado en ejercicio, funcionario, haya reunido en 40 años (1921-1961), clasificadas, cerca de 10 mil cartas –en copia las enviadas por él–. Una selección de ellas, 284, a cargo de Jeanine Gaucher y Alfredo O. Morales, fue publicada a mediados de 1991 por el gobierno de Tlaxcala. (El libro, que a grandes rasgos nombra un pasado cultural cuya presencia, si así puede decirse, sigue siendo raíz en el México actual, debiera, considero, reditarse).
Enlistaré en desorden algunos de los habitantes de este bastante vivo Epistolario: Rosario Castellanos, Pablo Neruda, Tomás Navarro Tomás, Amado y Dámaso Alonso, Frida Kahlo –quien pintó un retrato del tlaxcalteca a medio camino (James Oles) entre la tradición y la vanguardia–, Desiderio Xochitiotzin, Julián y Andrés Soler, María Teresa Montoya, Berta Singerman, Manuel Ávila Camacho, Juan Marinello, Alfonso Reyes (se incluye la argumentada adhesión de Lira a la postulación del regiomontano al Premio Nobel), Pedro Salinas, Edmundo Valadez, Gerardo Diego; Vasconcelos, Usigli, Maples Arce, Nandino, Villaurrutia, Novo, Monterde… Del autor de La Escondida, que en el filme estelarizarían María Félix y Pedro Armendáriz, dice en otro lado Rafael Solana: bien que no el mejor en cualquiera de los diversos géneros que practicó, “es una figura de relieve en el mundo de nuestras letras” y, aparte sus evidentes cualidades escriturales, el impresor “de cuyos tórculos salieron muchos de los libros que mantuvieron encendida la actividad literaria” en tiempos francamente adversos, merece reconocimiento como “foco de difusión”.
“Fue el amigo de muchos, el consejero de algunos, el hombre generoso, entusiasta, laborioso, sin veneno, siempre cordial y afectuoso, en cuyo torno se reunieron varias promociones de escritores mexicanos.” Es necesario, pues, “que su nombre sea cariñosamente recordado, y que su obra sea conservada con celo”.
Cita de Lira (a Lola Vidrio): “Creo en todos los santos y en todos los ídolos, creo en todos los fetiches, sean imágenes, monolitos, lluvia, estrellas, luna, viento, sol, y creo en la mansedumbre de Francisco de Asís y en la tranquila, serena, acogedora, mirada de la Virgen de Ocotlán”.