En su esencia, la actividad deportiva debe ser diversión, juego, un menú interminable de escapes de dos o tres horas de la realidad hacia una tierra de ganadores y perdedores que asombran al mostrar cómo la capacidad del cuerpo humano siempre va más allá del límite.
Para muchos fanáticos, esa visión siguió cambiando en 2022, como ya había ocurrido el año previo y el anterior sin que se hablara de ello. Ahora abundan notas de delitos sexuales, de uso de los deportes con fines políticos, de violación a los derechos de atletas transgénero, exclusión por la pandemia de covid-19, con un aderezo de dopaje, problemas de geopolítica y corrupción.
La noticia deportiva del año para la Ap versó sobre la basquetbolista Brittney Griner, cuyo plan de viajar a Rusia para jugar durante el descanso en Estados Unidos terminó en una batalla diplomática entre los líderes de los dos países.
Griner fue sentenciada a nueve años de prisión por posesión de una cantidad menor de aceite de hachís, sustancia ilegal en Rusia. Sobrevinieron meses de negociaciones tensas. Al final fue liberada en un intercambio de prisioneros. Los negociadores finales tuvieron que ser nada menos que los presidentes Joe Biden y Vladimir Putin.
Poco después de la cita invernal olímpica en Pekín, Rusia invadió Ucrania. La comunidad deportiva comenzó a lidiar entonces con la pregunta de si debía permitirse que los atletas rusos compitieran en eventos internacionales, a veces contra deportistas ucranios.
La creación de la gira LIV Golf consumió todo el oxígeno en ese deporte, alterando el statu quo con el apoyo de un fondo financiado por líderes saudíes que, según sus detractores, tienen las ma-nos ensangrentadas.
A finales del año, el Mundial de futbol en Qatar estuvo debajo de un microscopio similar. El maltrato a los trabajadores inmigrantes y la postura del gobierno ante la comunidad LGBT+ eclipsaron la antesala del torneo, lo mismo que las acusaciones de corrupción en el otorgamiento de la sede a un emirato sin tradición futbolística.
En la NBA abundaron reportes sobre los Suns de Phoenix, cuyo dueño, Robert Sarver, fue presionado para vender el equipo después de que distintos empleados documentaron años de abuso y cultura tóxica en el ámbito laboral, incluidas frecuentes faltas de respeto a las mujeres y el uso de insultos racistas.
Otro propietario, Daniel Snyder, de Commanders de Washington, en la NFL, fue acusado por interferir en las investigaciones de acoso sexual que habrían prevalecido en la organización durante dos décadas.
Peor fue la historia de Deshaun Watson, considerado uno de los mejores mariscales de la liga y quien en 2022 llegó a arreglos extrajudiciales con 23 mujeres que lo acusaban de hostigamiento y abuso sexual, hechos por los que sólo fue suspendido 11 partidos.