Matamoros, Tamps., Una gélida Nochebuena pasaron 500 migrantes que se negaron a ser trasladados a albergues y durmieron en las márgenes del río Bravo, sin importar las bajas temperaturas que ocasionó el frente frío número 19, con una sensación térmica de menos nueve grados centígrados.
Diego Asunción, originario de Venezuela, junto a su casa de campaña cubierta con plásticos, puso un viejo pino artificial que encontró en la basura y, con otros extranjeros, pasó las primeras horas de la Navidad escuchando música en una bocina.
“Si no fuimos al albergue es porque no traemos niños, pero la mayoría sí lo hizo porque son familia y lo entendemos; yo me quedé porque al volver y ya no iba a tener casa: o se la lleva el aire o alguien.”
Desde el pasado viernes, cuando unos 2 mil 500 migrantes, principalmente venezolanos, haitianos y salvadoreños, aceptaron ir a refugios, adonde los trasladaron en camiones, disminuyó la aglomeración en el campamento.
Además, se suspendieron los cruces de indocumentados por el río Bravo ante el riesgo de hipotermia al ingresar a las aguas heladas.
Durante 48 horas de frío extremo la mayoría de los extranjeros se concentraron en los refugios temporales habilitados en la alberca Eduardo Chávez y el auditorio Mundo Nuevo, que se llenaron. Ahí se les brindó comida y atención médica.
Por el contrario, al campamento migrante ubicado a unos 150 metros del Puente Nuevo Internacional llegó muy poca ayuda. Fueron contados los grupos de voluntarios que donaron cobijas, pan dulce y café, así como algunos juguetes para los pocos niños que ahí se encontraban.
En el sur de Matamoros, cientos de extranjeros saturaron el auditorio Mundo Nuevo, donde recibieron alimentos y atención médica de personal del ayuntamiento; a los niños les entregaron dulces y juguetes proporcionados por la policía estatal y agrupaciones religiosas.
Para el domingo, cuando el frío amainó un poco, grupos de migrantes regresaron al campamento en las márgenes del río Bravo y reanudaron los cruces hacia Brownsville, en el sur de Texas.
A bordo de una alberca inflable, grupos de tres, cuatro y seis extranjeros atravesaron el cauce y se entregaron a elementos de la Patrulla Fronteriza.
Con una temperatura de 10 grados centígrados, los indocumentados dejaron los dos albergues citados y volvieron al borde del Bravo, donde duermen en casas de campaña o hechas de cartón o plástico.
De los 3 mil migrantes que conforman el campamento, se calcula que entre viernes y sábado 2 mil 500 acudieron a refugios obligados por el intenso frío de menos dos grados centígrados y una sensación térmica de menos nueve.