Esta noche recordamos el nacimiento de Jesús de Nazaret. Es ocasión para tener reflexiones íntimas y profundas que nos permitan agradecer por la vida misma en todas sus manifestaciones, por el amor compartido y el trabajo colectivo a favor de las y los más pobres de esta tierra. Asimismo, pensar críticamente cómo seguir transformando esta realidad dolorosa y colmada de violencia y desesperanza que enfrentamos en Méxicoy el mundo.
La figura de Jesús de Nazaret en el pesebre nos puede inspirar y ayudar en algo para tal pregunta. Traigo a la reflexión para la contemplación de esta noche al pensador alemán Ernst Bloch, quien entre una de sus obras y respecto al Nazareno escribió: “Se reza a un niño nacido en un establo (Lc 2,1-15). No cabe una mirada a las alturas hecha desde más cerca, desde más abajo, desde más en casa. Por eso es verdadero el pesebre: un origen tan humilde para un Fundador no se lo inventa uno. Las sagas no pintan cuadros de miseria, y menos aún, los mantienen durante toda una vida. El pesebre, el hijo del carpintero, el visionario que se mueve entre gente baja y el patíbulo al final…, todo esto está hecho con material histórico, no con el material dorado tan querido por la leyenda”.
Es así, que este Jesús, el que se encarna en la historia entre las y los más humildes, sigue siendo motivo de inspiración para muchos cristianos y no cristianos que ven en él una lucha comprometida por la paz con justicia y dignidad. Es precisamente, y sin temor a equivocarme, que este Jesús inspiró y acompañó el trabajo decidido por la paz de los compañeros jesuitas Javier Campos SJ y Joaquín Mora SJ hasta el momento en que fueron asesinados en Cerocahui, el 20 de junio pasado. Víctimas de la violencia desbordada en la sierra Tarahumara, provocando una lastimera ausencia de estos jesuitas y de los jóvenes también asesinados Pedro Palma y Paul Osvaldo Berrelleza. El asesinato tan cruel de estos compañeros no puede quedar impune, por el contrario debiera ser un punto de inflexión en la sierra Tarahumara, donde el Estado mexicano en su conjunto atienda a esta región tan azotada por la miseria y por el aumento de agresiones contra quienes ancestralmente caminan y habitan esta serranía.
Con razón centenares de organizaciones sociales y ciudadanos dijeron mediante un comunicado (https://bit.ly/3v7Ciqr), al cumplirse seis meses de estos asesinatos, que “lo acontecido en Cerocahui es una muestra de lo que se sigue viviendo en el país, ya que de enero a octubre de este año se han registrado mil 710 asesinatos en Chihuahua y 26 mil 119 en el territorio nacional (CNI-SESNSP)”.
Pidiendo a las autoridades de Chihuahua y a las federales la urgente coordinación e implementación de acciones para hacer justicia ante estos rastreros asesinatos, y atender la protección de las comunidades que ven aún más comprometida su seguridad e integridad, dados estos hechos. En general, se solicita que haya una estrategia efectiva que devuelva un poco de paz a esta región de la nación tan lastimada. Se vuelve cada vez más fuerte la pregunta sobre ¿qué hacer frente a las violencias que no cesan? A pesar de los cambios políticos y de gobiernos.
Es igualmente urgente atender la necesidad de que la sociedad se siga organizando, rescatando los saberes de comunidades y grupos organizados que van redescubriendo claves para hacer una sociedad más segura, digna y en paz.
No es de soslayar que hasta la fecha ninguna estrategia de seguridad provista por el Estado ha logrado disminuir sustancialmente la inseguridad y la ausencia de paz que se vive en los territorios de nuestro México. Una estrategia que se asoma para los meses siguientes, según leemos en el citado comunicado, será avivar una Iglesia comprometida con la paz, por ello, nos convocan a procesos de diálogo por la paz en el ámbito local y regional promovidas por la Iglesia católica de México.
Asimismo, participar de forma colectiva en la construcción de una Agenda Nacional de Paz convocada por la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores Religiosos de México y los Jesuitas en México. Resulta un buen signo que sectores de la Iglesia católica procuren hacerse cargo de este cambio de realidad.
Por ello, es idóneo convocar con espíritu ecuménico a otras denominaciones religiosas, a otras Iglesias y credos. Asimismo, involucrarse con los grupos de base, especialmente con los centenares de colectivos de víctimas que se han ido consolidando en la República, quién mejor que ellas y ellos para compartir sus experiencias. Sin duda, es momento de reactivar a organizaciones defensoras de derechos humanos y constructoras de paz para acompañar decididamente estos esfuerzos. México necesita seguir en la senda de la transformación verdadera y se asoma una ventana de oportunidad para seguir en tal afán. ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a quienes gozan de su amor” (Lc 2:14). ¡Felices fiestas!