Al cumplirse HOY 10 meses desde que, la madrugada del pasado 24 de febrero, comenzó la guerra en Ucrania, ni Moscú ni Kiev consideran la posibilidad de negociar el fin de las hostilidades toda vez que están convencidos de que van a poder derrotar al enemigo, los primeros con ataques contra la infraestructura energética ucrania y más soldados en los campos de batalla y los segundos, con más y mejores armas proporcionadas por Estados Unidos y sus aliados, que así, y con apoyo financiero al gobierno de Ucrania y sanciones contra Rusia, participan de modo interpuesto en este conflicto armado.
A partir de la dudosa premisa de que la victoria es inevitable, rusos y ucranios de palabra están a favor de comenzar negociaciones y a la vez, de hecho, al asumir posiciones antagónicas e inaceptables para el otro, sólo extienden la guerra que, esa sí, inevitablemente causará más muertos en ambos lados y devastación de ciudades enteras.
Cuando el Kremlin señala que el gobierno de Volodymir Zelensky no quiere negociar, en realidad está proponiendo que Ucrania firme su capitulación incondicional y su ejército deponga las armas, planteamiento inadmisible para los ucranios, que lograron liberar la mitad de los territorios ocupados desde que comenzó la invasión. Y no menos imposible es que el Kremlin, que mantiene aún el control sobre 20 por ciento del vecino país, acepte la exigencia de Zelensky de retirar sus tropas de todo el territorio que tenía Ucrania hasta 1991, incluidas las cuatro regiones de reciente anexión y también Crimea, considerada por Rusia como parte inalienable de su federación desde 2014.
El presidente Vladimir Putin, que rechaza verse como perdedor, podría ordenar detener la guerra si Zelensky, presionado por quienes hacen posible que Ucrania resista, aceptara que Rusia se quedara con Crimea y las cuatro regiones que forman la franja terrestre que une la península con el resto del país euroasiático. Aunque Putin no propone nada semejante, Zelensky ni siquiera estaría de acuerdo con recuperar lo que tenía Ucrania hasta el 24 de febrero anterior, dejando para futuras negociaciones qué hacer con Donietsk, Lugansk y Crimea.
En síntesis, Putin y Zelensky anhelan pasar a la historia como el gran vencedor en esta guerra y en Ucrania emerge un horizonte sin paz.