“En Campeón sin corona sentí que metí la mano en el corazón de los mexicanos y la película se le metió en el corazón a los mexicanos.”
Alejandro Galindo, citado por José Gómez Robleda en su libro Imagen del mexicano
Un grupo de personas llega apenas a la Arena Olímpica para apoyar al representante de los trabajadores de limpia y transportes, el boxeador Roberto Kid Terranova (David Silva). El ambiente, con rechiflas, objetos lanzados en pleito semifinal y frases domingueras con que vapulean a los combatientes (“¡A abrazarse al cine, pareja!”), es de agasajo absoluto. Entre tanto, el altivo mánager Mora (Estanislao Schillinsky) convence al entrenador El tío Rosas (Carlos López Moctezuma) de que vale la pena quedarse para apreciar la pelea de fondo. Hay detalles perfectos, como que Terranova porta una cobija delgada al no contar con bata para subir al ring, o que los boxeadores preliminaristas dejen los guantes en el suelo con el fin de que lo boxeadores de la pelea estrella los usen en su compromiso. Hablamos del arranque de Campeón sin corona, el clásico fílmico de 1945 dirigido por el inmortal Alejandro Galindo.
El sudor de todo el cuerpo
Al pequeño Adolfo le echa pleito un puestero y Terranova, quien trabaja como nevero en La Lagunilla, entra al quite para acostarlo con par de golpes. El niño es reprendido por su hermana Lupita (Amanda del Llano) y se clarifican de inmediato las pretensiones de Roberto por la muchacha, pero ella luce arisca por el posible cortejo. Lo siguiente es muy importante: unos tipos de dinero juegan billar mientras Kid y sus amigos esperan mesa. Los tipos apuestan una cantidad altísima que a los muchachos del barrio les parece insultante. Cuando se van, El Chupa (Fernando Soto Mantequilla) decide fumarse el resto de un tabaco de calidad que dejaron a medio terminar, pero Terranova se indigna y lanza la colilla al suelo. Ese gesto define la mentalidad del protagonista. Aún en las peores, la dignidad debe caber.
Doña Gracia (María Gentil Arcos), madre del boxeador, duda de la vida elegida por su cachorro, porque para ella “el dinero que no se gana con el sudor de la frente, no trae ningún bien”; sin embargo, Kid revira implacable: “Pues éste es con el sudor de todo el cuerpo”, y hace pomposas compras con lo que recibe de su primera paga como profesional, respaldado por El tío Rosas, convertido en su real manejador.
El habla chilanga de los personajes atañe a la jerga del barrio popular. Bien entonado, exagerado, pulido, se puede decir que disfrutado por propios y ajenos al vaivén de palabras que usa la tropa en faenas de vida cotidiana. Los fraseos contemplan la mala articulación gramatical, porque es esencia del destino de los de abajo, sin tiempo para educación cuando hay que sacar lo del día. En su primera salida a un club nocturno (donde bailan tremendo danzón), Kid expresa sus sentimientos a Lupita, tan elocuente como un hombre de su condición puede serlo: “¡Yo le tengo apreciación y de ley!”
La falsa maldición
Pero el problema de Roberto Terranova no es de mala fe o talento deportivo, sino de personalidad. Procurando no ser humillado, vive a la defensiva y su reaccionar es siempre agresivo a la menor diferencia. Así, discute por nada con un hombre refinado que resulta ser Juan Zubieta (Pepe del Río), su próximo rival en el ring. Técnicamente, la calidad de este último y el empuje de Terranova pintan para buen pleito, definido por Pedro Mago Septién (narrado para XEQ/CBS) como “De peleador contra boxeador”.
Esa victoria atrae un combate de gran importancia contra el mazatleco Joe Ronda (Víctor Parra), quien se la pasa hablando en inglés, lo que intimida y avergüenza a Kid Terranova en la firma de contratos. El director Alejando Galindo cuida el detalle de esa impronta, la del mexicano del barrio siempre molesto por lo que lo supone inferior. Lo que en términos sociológicos, sicológicos, sicosomáticos, sicomágicos, siconeuróticos y lo que se sume, se ha reducido a la definición de “rencor social”. Los de abajo deben sufrir mucho para aspirar al siguiente escalón; cuando lo logran, reniegan de su pasado y su clase, como pasa con los mojados que cruzan el río Bravo (algo que Galindo ve con cuidado en su gran largometraje Espaldas mojadas, 1955) y ya son gringos. Kid ya viste bien, come mejor, se pasea por la ciudad, paga las salidas con “su chamaca”, pero siempre falta algo. Surge de alguna parte el mal, recordándole que él pertenece a los que no tienen y no pueden. Es la falsa maldición. A su difícil ascenso hacia la cumbre, Roberto Kid Terranova suma otra calamidad: no saber inglés.
El verdadero Kid
Kid Terranova está inspirado en la vida del púgil mexicano Rodolfo Chango Casanova, quien se hizo gran ídolo popular con carrera brillante en los años 1932 y 1933. Odiaba salir de México y, como le pasa al Kid, al estar en Estados Unidos se desesperaba y se achicaba. En la cinta, Joe recibe la mejor dirección técnica para la pelea: “¡Háblale en inglés!” Pero pronto se enciende el contrataque de Terranova y la narración del Mago Septién apunta: “¡El miedo era fingido!” Pero no es verdad, los terrores son profundos. Un grito en inglés de la dama del rival basta para que el peleador del barrio vuelva a su condición. Es un relámpago que lo pone en la necesidad y el desespero que viene desde lo que se escucha en la cuna. Derrotado por nocaut, más mental que físico, Terranova espeta en vestidor: “¡Yo no sirvo para esto!”
Sin embargo, Terranova se vuelve a poner los guantes. El filipino Speedy Tommy es el rival para que Kid demuestre que todavía tiene y puede. Noche de regreso victorioso y de sombra ignominiosa por la aparición de Susana (Nelly Montiel), la chica que puede ser más peligrosa que cualquier cruzado de derecha. Con “efecto retardado”, el filipino mide el suelo, lo que convierte al ídolo mexicano en primer clasificado al título. Cambio a calzones de seda y desvelos continuos son el aviso de que el peleador va perdiendo su pelea personal. De malas y de peores, el Kid culmina exitoso tour boxeando en el Madison Square Garden. Recepción de héroe, pero el peleador, rechazado por su amante, arma pleito en grande y acaba en la cárcel. En lugar de sacarlo, El tío Rosas lo mantiene ahí y coloca, estratégicamente, a El Chupa para que le arme pleitos y, entonces, a puño limpio y contra los peores, se mantenga en forma. Es un pasaje muy improbable, pero delicioso como historia. El personaje saldrá de la celda con equipo puesto para acceder al ring y hacer la revancha contra Joe Ronda.
Peleado con su entrenador, urgido por cobrársela a la mujer que lo maltrató, furioso de todo y contra quien se deje, Terranova es nervio y furia, soberbia y arrebato. El mal humor y el mal boxeo lo ponen en la lona, pero la derrota no es el tema, como siempre, pesa más el orgullo, aunque esta vez a favor: un tipo lo quiere comprar para que caiga en el séptimo asalto. Susana llega para enviar besos a Joe y Terranova es por un momento el que sí puede. Suelta los brazos, pega, destruye al adversario como estatua de sus males. El sueño de los sin nada, el brazo en alto, el aplauso, la prometida oportunidad del campeonato…, pero no para Kid. Se baja del cuadrilátero para no subirse más. Baja para seguir bajando. Al cabaret, a la cantinucha, del saco cortado a medida a los andrajos cochambrosos, de la afeitada y el pelo envaselinado a la barba descompuesta y el sombrero que lo oculta.
El diseño de producción de Gunther Gerzso luce en todos los escenarios, ya sea en los barrios auténticos o en las recreaciones en estudio, donde es creíble y visualmente atractivo cada sitio, sea el billar, la lonchería, la feria, el cabaret... Otro buen aspecto es la edición de Carlos Savage, de notoria precisión en los combates, pero con el mismo acierto en la feria o la secuencia carcelaria en que Lupita y doña Gracia aguardan a que Kid salga libre. La reunión de talentos cobija una producción completa, con la realización del maestro del cine urbano (con buenas selección de planos en el ring), el que tomó distancia del éxito de la comedia ranchera para hacer este clásico. Curiosamente, el papel protagónico de la película fue pensado para Abel Salazar, antes de que Alejandro Galindo eligiera a David Silva.
Hay dos datos importantes: antes de tener su apodo de El Chango, Casanova fue “el nevero de La Lagunilla”; por otro lado, se atribuye a Fray Nano, periodista de La Afición, el apodo de Campeón sin corona, ya que Casanova vapuleó al campeón del mundo Freddie Miller en 1936 pero, como la gloria siempre se le ocultó, el título no estaba en juego. Casanova falleció viejo, abandonado y delirante en el manicomio. Un tiempo se le vio trabajando en una vulcanizadora y se pensó que podría recobrarse, pero no fue así. El propio Chango aparece como él mismo y hablando del demonio del alcohol en Guantes de oro (Chano Urueta, 1959).