¿Cómo describiré la verdadera desesperación del alcohólico al verse despojado de su único y verdadero amigo: la botella o las botellas?
¿Cómo describir esa desesperación de duermevela entre llamas de fiebre y voz incoherente en la contemplación sombreada de la pantalla de la mente. Nubes que caminan sobre el cielo cárdeno y caliente, mientras el aire corre con frialdad el cuerpo?
¿Cómo describir esa desesperación de las crudas mañaneras, en que el cristal de las ventanas es un sudario que se tiende? La botella, la única, adorable, no aparece pero se siente, se adivina y los celos enloquecen.
¿Cómo explicar la desesperación del silencio de la tarde sin la botella con forma de mujer que se pierde, no se sabe adonde va y aparecen visiones, voces y alaridos insoportables, delirios al ver la botella hueca por dentro?
¿Cómo dar cuenta de la angustia por encontrar la botella y la onza de bronce líquido que viene brotando los aires para bañar con su líquido rasposo y enmielado a su paso de la boca rumbo al estómago. Coro de ángeles y arcángeles lentos y tibios que despaciosamente se expanden y corren por el cuerpo?
¿Cómo decir de esa desesperación de muerte, de auténtica muerte, sin la caricia saliente, consuelo para el temblor desgarrado de los huesos fríos, que a lo lejos se escuchan los sones de las viejas canciones cantineras que hablan de rincones de amores, abandonos y omnipotencia... (Pero sigo siendo el rey, jijos de...) que fueron y no fueron sensaciones que sólo la botella llena de licor ayuda a descifrar al cantar en el espíritu el líquido espumoso abundante?
Mi amigo Armando Barriguete, en un libro llamado La copa nostra, se aproximó de manera fluida, vívida e intensa a esa descripción de la vida atormentada del enfermo alcohólico, la historia del alcohólico que son todos los alcohólicos con su único amor, la botella y el infierno y el vacío terrorífico, ecos que acompañan al alcohólico durante su tormentosa existencia. Esta temporada navideña, Año Nuevo y Reyes es mi sentir que el alcohol ha aumentado, sobre todo en adolescentes tempranos; desconozco las cifras oficiales.
El dolor y la angustia constituyen la base en la que se fundamenta la necesidad de la medicina que aparentemente la calma, pero que en algunos casos la demanda incontrolable condiciona la compulsión a la repetición de la ingesta alcohólica y los tipos de adicciones, incluidos la variedad de drogas. Todo con la finalidad de acabar con la sensación angustiante de que algo nos falta, curiosamente a más alcohol más falta; es decir, más carencia.
Imposible describir la sensación de la locura del alcohólico al no encontrar la calle detrás de la ventana, sólo un cristal negro y la botella vacía bajo la cama. Algo más que desesperación cuando surgen apariciones con máscara de botella, anhelo nunca superado de esa madre frustrante antes y hoy.
María Elena Medina Mora directora de la Facultad de Sicología de la UNAM, ex directora del Instituto de Siquiatría y miembro del Colegio Nacional, ha sido una destacada estudiosa del tema y de las consecuencias de este terrible mal que la Organización Mundial de la Salud declaró “enfermedad” en los años 50. No es la varita mágica, pero los grupos de Alcohólicos Anónimos han dado esperanzas.