Cada año, durante las fiestas navideñas, la elaboración de piñatas reúne a 25 integrantes de la familia Salazar, quienes se despliegan a lo largo de la calle Agiabampo, en la colonia Magdalena Mixiuhca, frente a las vecindades donde viven. Todo comenzó como una labor para el autoconsumo de las posadas familiares y de los vecinos, pero se convirtió en una actividad económica de la que sobreviven en esta temporada.
Desde hace 20 años, de lado a lado la Calle de las Piñatas, como se le conoce, luce desde principios de diciembre con las creaciones de cartón, papel metálico y de china de distintos colores que después adornan los aparadores de tiendas departamentales, comercios, hoteles y los pasillos de los mercados de La Merced y Jamaica.
Eduardo Salazar, quien inició esta tradición en el número 140 de la calle Agiabampo, explica que desde octubre comienza la fabricación de las coloridas piñatas, en la que participan pequeños y grandes, quienes acomodados en bancos o en la banqueta comienzan a dar forma a las estrellas de siete y nueve picos.
De las ollas de barro revestidas se pasó al empapelado de globos, actividad en la que se lleva el mayor tiempo, pues requiere de tres días para el secado. El resto depende del tamaño, los detalles y la habilidad de las manos de quienes las elaboran, pero a lo mucho toma entre una hora y hora y media.
Salazar señala que después de la pandemia comenzaron a remontar las ventas, que empiezan días antes de la primera posada, que no para hasta el 24 de diciembre, aunque aún no se llega a la producción que se hacía antes de 2019.
Con él coincide Ana Cano, joven estudiante de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, quien las elabora y vende en el mercado de La Merced, al asegurar que este año las piñatas “se han vendido como pan caliente”.
Narra que desde los ocho años su papá le enseñó cómo realizarlas y a cada una le imprime su creatividad: “Primero la imaginas en la mente y piensas cómo se vería con estos o aquellos colores”, por eso, a una de las piñatas la nombró Nochebuena, la cual tiene una combinación verde con rojo y flores.
Además, creó la Santa Claus, porque aunque sea de siete o nueve picos, es roja con negro. La que prefiere hacer es la de colores y simplemente la llama Arcoiris o Payasito, y las que elabora con papel de china y crepé rizado las conocen como Borreguitos.
A sus 20 años, confiesa que en ocasiones le resulta complicado combinar el estudio de la licenciatura en promoción a la salud y el trabajo, porque además de la piñatas, que vende en 450 y 850 pesos, atiende el puesto conocido como Piñatas Cano.