“No habrá vacunas”, “el precio de la gasolina se va a triplicar”, “el dólar se irá al cielo”, “tardará más en construirse el aeropuerto Felipe Ángeles que continuar con el de Texcoco“, “México se convertirá en Venezuela o Cuba” y “están militarizando al Ejército”, son tan sólo una pequeña muestra de los lamentos con que los agoreros han amenazado a la población al plantear escenarios fatales que, parece, quisieran que fueran verdad pero que no ocurrieron, se quedaron en mentiras.
Quién le cree a aquellos que llamaron a no votar en la consulta de revocación de mandato, pero que también se presumen “demócratas”, o a quienes acusan con tanta seguridad como baba en las fauces sobre el “peligro” que representa el proselitismo comunista que traen a México esclavos cubanos disfrazados de médicos, o lo lamentable del cambio de color del mar debido a las obras del Tren Maya y un casi sinfín de barbaridades mezcladas con tergiversaciones, suposiciones, investigaciones que no lo son y editoriales que tras la indignación sobre una “noticia” esconden su verdadera causa, una que responde, exclusivamente, al fin de una época de privilegios.
Quién cree las mentiras y –en su sano juicio– puede dar por auténtica una supuesta investigación que carece del mínimo rigor periodístico, como lo son los tan publicitados libelos El rey del cash o la “casa gris”, cuya única fuente verificable es la de la tipografía que utilizaron. Quién toma en serio a un actor de comedia predecible que no sale del lugar común ni de una burbuja seudoglamorosa desde donde señala sin veracidad –mientras lee el prompter– una supuesta devastación ecocida que no existe, en la zona donde, para generar desarrollo y bienestar –olvidada históricamente– se construye el Tren Maya.
La noticia falsa es el síntoma de un propósito que va más allá de engañar por engañar, busca hacer daño a una persona o a una causa. Mientras más creíble más letal es y, por ello, se construye una operación por demás sofisticada para intentar dar credibilidad a un hecho, no importa qué tan inverosímil pueda ser. Para lograrlo se golpea donde más duele a la víctima. Ejemplo es el caso de la información falsa y maliciosa difundida sobre un supuesto conflicto de intereses entre el hijo del presidente López Obrador y una empresa estadunidense que tiene contratos con Petróleos Mexicanos, algo que derivó en una estrategia de comunicación que golpeó con falsedades a quien encabeza un cambio que parte de la lucha y erradicación a la corrupción.
Las noticias falsas apelan a las emociones, sobre todo a las negativas, como el miedo, la indignación, el asco o la tristeza. Cuando una noticia produce emociones –no importa el tipo– es más fácil creerla. Colocar a la administración actual en el mismo costal que las anteriores representaría la decepción de millones de personas que votaron por una transformación que desde el principio comenzó a dar resultados. Una narrativa que pueda sugerir cualquier tipo de tropelía por parte del gobierno, o sus representantes, causa heridas nuevas sobre cicatrices viejas, algo que la oposición sabe, finalmente lleva 2 mil años evangelizando bajo los mismos preceptos y con la misma técnica: infundir miedo, culpa, y odio escondido bajo el discurso de un aparente amor y la promesa de un paraíso que, aseguran, existe y les pertenece, aunque carezcan de cualquier evidencia para demostrarlo.
Podría resultar más sencillo estar rodeados de mentiras que nos gustaría creer que de verdades que no queremos escuchar; si el contenido de una mentira beneficia a los intereses de quien la lee es altamente probable que sea creída, por ello la infodemia no discrimina y afecta por igual; no importa si se es de izquierda o de derecha, pobre o rico, el nivel de estudios de una persona no necesariamente lo blinda de la desinformación, basta con que se lea o escuche una noticia que convenga a lo que se cree que es el interés propio para que sea creída y compartida.
Que no le tomen el pelo ni permita que sus simpatías políticas, sean las que sean, lo alejen de la realidad. Mejor hágale caso a López-Gatell, ¿ya ve?, sí lo vacunaron. El dólar no subió a las nubes como se amenazó desde 2018, ni somos lo que parece representar el peor temor y al mismo tiempo la más repetida amenaza en el chat de las tías, Venezuela, sea lo que eso signifique. Y, ojo, o más bien juicio crítico, porque la infodemia no es exclusiva de la derecha, tenga presente que el fanatismo nubla la razón sin distinguir ideologías.