Moscú. La visita de trabajo que efectuó ayer en Minsk el presidente ruso, Vladimir Putin, a su colega bielorruso, Aleksandr Lukashenko, sirvió para resolver un espinoso asunto: el precio de los combustibles, gas natural y petróleo, que Rusia proporciona a su vecino y aliado.
Al término de las conversaciones, que duraron dos horas y media, Putin informó que Rusia suministra gas y petróleo “en condiciones preferenciales, sumamente ventajosas” para el comprador (Bielorrusia), ya que “nos pusimos de acuerdo sobre los sensibles parámetros de la formación de precios de los energéticos”, pero ni él ni su anfitrión mencionaron el precio fijado.
Ambos países, de acuerdo con Putin, continuarán fortaleciendo su “espacio común de defensa”, que incluye por ejemplo la práctica de realizar frecuentes maniobras militares, convinieron en fabricar algunos tipos de armamento, Moscú ofreció preparar militares bielorrusos para manejar sus sistemas de defensa antiaérea S-400 y los misiles balísticos de corto alcance Iskander ya facilitados y el año siguiente un cosmonauta bielorruso podrá viajar a la estación espacial internacional.
El titular del Kremlin, tras elogiar el incremento sustantivo del comercio bilateral y las perspectivas de la cooperación económica, hizo especial hincapié en que Bielorrusia “es un verdadero aliado en toda la extensión de la palabra”.
La amenaza de la OTAN
Para el líder bielorruso robustecer los nexos con Rusia es “una respuesta natural a la cambiante situación mundial, donde constantemente se nos desafía y se pone a prueba nuestra fuerza”. Es más: “sin Rusia, Bielorrusia no podría defender su independencia y soberanía”, subrayó ante lo que definió como permanente amenaza de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Sin hacer referencia explícita a las tensiones que provocó establecer el precio de los energéticos, Lukashenko agregó: “estoy convencido de que, no obstante algunas asperezas, todavía encontramos formas efectivas de responder a los retos y amenazas”.
Conciliador, señaló que Rusia y Bielorrusia “están abiertos al diálogo con otros estados, incluidos los europeos. Espero que pronto escuchen la voz de la razón y podamos tener un debate constructivo tanto sobre temas de seguridad global como sobre el futuro orden mundial”.
La visita de Putin a Lukashenko tal vez decepcionó a quienes vaticinaban que los mandatarios anunciarían la apertura de un segundo frente en la guerra contra Ucrania, toda vez que mantienen en la frontera bielorrusa-ucrania un contingente conjunto de 15 mil soldados, tanques, cañones y otras modalidades de armamento para “contener eventuales ataques foráneos”, en palabras del anfitrión.
No hubo tal anuncio, al menos de manera oficial nada se dijo al respecto y los analistas creen poco probable que se haya alcanzado un acuerdo intramuros en el sentido de involucrar directamente a Bielorrusia en la guerra con su vecino.
Recuerdan que Lukashenko, siendo aliado declarado de Putin, aunque permite que el ejército ruso utilice el territorio de Bielorrusia como base logística en su “operación militar especial” contra Ucrania, hasta ahora se ha negado a enviar soldados propios a combatir del otro lado de la frontera.
Las especulaciones comenzaron a circular con fuerza por una serie de noticias, desde el viernes anterior, que no suele mostrar la televisión pública rusa: la visita de Putin al cuartel general de la “operación militar especial” y el anuncio de que a la brevedad sostendrá un encuentro con la plana mayor del ejército; la inspección en helicóptero de la “zona de combates” y de las posiciones de sus tropas por el ministro de Defensa, Serguei Shoigu; y por último el viaje a Bielorrusia, desde donde los soldados rusos invadieron el territorio ucranio en dirección a Kiev en febrero pasado.
Estos movimientos, en opinión de expertos en temas militares, sólo pueden significar dos cosas:
Ofensiva en pleno invierno
La primera es que Rusia, con o sin Bielorrusia, está preparando una gran ofensiva en pleno invierno, antes de lo previsto. Creen, sin embargo, que sería demasiado obvio y argumentan en favor de su interpretación que, al confirmar que Putin iría este lunes a Minsk, los noticiarios del domingo afines al Kremlin, tras destacar el despliegue del contingente conjunto, deslizaron la posibilidad de que algo importante estaría a punto de suceder.
Y la segunda es que Rusia busca crear la impresión de una ofensiva inminente para, por un lado, distraer fuerzas ucranias concentradas en el frente del Donbás, sobre todo en la batalla por Bakhmut y enviar parte de sus tropas a la frontera con Bielorrusia, a imagen del artilugio ucranio que obligó a los rusos a mandar soldados desde Járkov a Jersón, al que supuestamente iban a atacar. Y por otro lado, demostrar que el líder ruso no está dispuesto a ceder en nada y, de ese modo, tratar de influir en el ánimo de los países que siguen facilitando armamento a Ucrania.
Se trató de la primera visita de Putin a la capital bielorrusa desde 2019, si bien en el mismo periodo Lukashenko viajó a Moscú y otras localidades rusas para entrevistarse con él en 19 ocasiones, de ellas siete sólo en lo que va de este año. En otras palabras, con la reunión de ayer, los mandatarios han mantenido una veintena de encuentros en los últimos tres años.
Previo a la reunión de los presidentes en Minsk, Rusia lanzó esta madrugada un ataque con al menos una veintena de drones sobre Kiev y siguió bombardeando otras ciudades ucranias, al tiempo que el gobernador de la región rusa de Belgorod, colindante con Ucrania, informó ayer que “hay siete hospitalizados que resultaron heridos por la decena de proyectiles que dispararon el domingo desde el otro lado de la frontera”.
Asimismo, el ministerio ruso de Defensa informó haber derribado “siete misiles de fabricación estadunidense” en los territorios que el Kremlin considera parte de Rusia, noticia que retomó la vocera de la cancillería, María Zajarova, para decir que “tras su sonoro fracaso en Afganistán, Estados Unidos se involucra directamente en un nuevo conflicto”, ya que “no sólo apoya con dinero al régimen neonazi de Ucrania, sino también incrementa su presencia sobre el terreno”.
Para Zajarova, “esta es una política miope y peligrosa que pone a Estados Unidos y Rusia al borde de un enfrentamiento directo”.