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Opinión

2022-12-19 10:30

Reducir la generación de residuos plásticos / Iván Restrepo

La ONG Oceana colocó ayer en la explanada del Palacio de Bellas Artes una caja enorme, de la cual sobresalen envolturas de plástico, para crear conciencia sobre la contaminación de los mares provocada por el comercio electrónico.
La ONG Oceana colocó ayer en la explanada del Palacio de Bellas Artes una caja enorme, de la cual sobresalen envolturas de plástico, para crear conciencia sobre la contaminación de los mares provocada por el comercio electrónico. Foto Pablo Ramos

Justo hace dos años, los países que integran la Unión Europea (UE) acordaron nuevas medidas para la exportación, importación y transporte intracomunitario de residuos plásticos: prohibir su traslado desde la UE a países que no pertenezcan a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La excepción: la exportación de desechos plásticos limpios que se envían para ser reciclados. Del resto, las medidas de importación y exportación de estos residuos a países en vías de desarrollo serán sometidos a controles más exhaustivos. Igualmente a las exportaciones a socios de la OCDE, vía la notificación previa y consentimiento del país importador y la del exportador.

Este procedimiento de autorización y control también se aplicará a los envíos dentro de la UE de residuos peligrosos y no peligrosos difíciles de reciclar. Sólo están exentos los envíos no peligrosos para la recuperación. Las nuevas normas entraron en vigor el 1º de enero de 2021, y fueron un avance importante en la lucha contra la contaminación plástica, la transición hacia una economía circular y el logro de los objetivos del Pacto Verde Europeo.

Se trata de resolver el problema de la generación y comercio de los desechos mencionados que aumentó notablemente este siglo. Y una parte muy apreciable de ellos terminó en sitios inadecuados, quemados al aire libre o tirados en el lecho de los ríos o el océano. O enviados por los integrantes de la UE a países que no tienen la capacidad y las medidas necesarias para tratarlos, ocasionando efectos negativos en la salud, el ambiente y el clima.

Existen suficientes estudios que muestran cómo el plástico contribuye al cambio climático a través de las emisiones de gases de efecto invernadero. También sobre los efectos nocivos de los productos químicos en la población expuesta y en el ambiente.

Las nuevas medidas aprobadas por la UE sobre el comercio internacional de residuos plásticos cumplió con los objetivos del Convenio de Basilea, aprobado en 1989 y ratificado por 187 países. Estados Unidos no se ha adherido y es en el primer traficante ilegal de dichos residuos. En cambio, China prohibió cero importación desde enero de 2021 para cuidar el ambiente y la salud pública. El gigante asiático fue por décadas el mayor importador de residuos para su tratamiento. Sólo recibe ahora los materiales reciclados procesados en el extranjero.

China procesaba más de 45 millones anuales de toneladas de metal, plástico, chatarra de vehículos y papel usado, por ejemplo. Casi la mitad de los productos reciclados de todo el mundo. Inició esas importaciones hace 40 años ante la necesidad de disponer de materias primas. Se convirtió en un negocio muy próspero al admitir cerca de 95 por ciento del plástico usado de la Unión Europea y 70 por ciento del estadunidense. Una ciudad, Guiyu, se convirtió en el mayor centro del reciclaje de productos electrónicos. Los problemas ambientales y de salud crecieron aceleradamente, en especial por la contaminación del agua.

Pero a su vez China aumenta la generación de su propia basura sólida: más de 215 millones de toneladas cada año y la mayor parte se incinera o deposita sin las medidas técnicas y la protección ambiental adecuadas. En cuanto al plástico, sólo recicla alrededor de 30 por ciento.

México es ejemplo del pésimo destino de los plásticos y el uso de agroquímicos y otras sustancias peligrosas en la agricultura y otras actividades económicas. Desde sexenios anteriores, y también en el actual, diversas organizaciones en favor de la salud pública y la conservación del ambiente, exigen medidas efectivas para hacer realidad el Convenio de Basilea, del cual nuestro país es adherente. Y en cumplimiento de dicho convenio, impedir la importación de desechos de dicho material cuyo destino final es la incineración y coprocesamiento en el país. Esto ocasiona graves problemas de contaminación.

Además, las organizaciones y los científicos exigen reducir la generación de dichos residuos, aumentar su reciclaje (apenas llega a 12 por ciento del total generado). En fin, establecer políticas tendientes a reducir al mínimo la basura. La respuesta oficial: promesas. Sólo promesas.

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