Esforcémonos por reunir las tendencias de larga duración de salario y remuneraciones y ver si propician o inhiben la desigualdad. Apoyémonos recurriendo –así sea poco a poco– a diversos analistas, a compañeros especialistas de nuestra Facultad de Economía en la UNAM y de la Unidad Azcapotzalco de la UAM.
También a algunos de nuestros referentes tanto de la Union for Radical Political Economics (URPE) como de la New Left Review (NLR). Incluso, recurramos a analistas “oficiales” que, para casos como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, por ejemplo, mucho ayudan.
Todo para reconocer esa evolución de largo aliento de salarios y remuneraciones, sin menosprecio de los análisis a corto plazo; identifiquemos especialistas que “desenmarañan”, por ejemplo, las tendencias de la participación del trabajo en el ingreso nacional o la movilidad de ingresos de trabajadores formales e informales.
Hay estudios de periodos cortos, de cinco, 10, 15 y hasta 30 años, pero aportan elementos sustantivos. Iniciemos con tres reflexiones presentadas para Estados Unidos, Francia y México. En el primer caso me refiero al “claridoso” reconocimiento de asesores del Congreso (Congressional Research Service, The U.S. Income Distribution: Trends and Issues, Enero 13, 2021, https://crsreports.congress.gov), según el cual desde 1970 ha aumentado la desigualdad de ingresos.
Se ha profundizado la desigualdad por un crecimiento relativamente más acelerado de los altos ingresos en relación a los bajos y en ocasiones, como es el caso de trabajadores de color e hispanos, por su retracción, y entre los que cierta mejoría se asocia más a la incorporación de miembros del hogar al trabajo remunerado. ¡Sí, tremenda situación en la todavía primera economía del mundo!
En el caso de Francia, especialistas como Denis Clerc (https://www.inegalites.fr/L-evolution-des-inegalites-en-France-depuis-les-annees-70) aseguran que a muy largo plazo (100 años, por ejemplo), las desigualdades monetarias se han reducido, pero el desempleo y los trabajos precarios han dado lugar a nuevas formas de pobreza, incluso dentro de la fuerza laboral formal.
Sí, la redistribución impulsada desde el Estado desempeñó un papel fundamental, redujo altos ingresos con el impuesto progresivo sobre la renta (1914, que adquirió importancia a partir de 1920), que permitió complementar los ingresos bajos con prestaciones sociales y socializar determinados gastos (médicos y educativos, entre otros).
Sin embargo, las desigualdades salariales a largo plazo se han reducido poco o nada, asegura el experto galo. Para México, un estudio de Norma Samaniego (La participación del trabajo en el ingreso nacional: el regreso a un tema olvidado, economíaunam vol. 11 núm. 33, México, diciembre 2014) muestra que en 35 años (1977-2012) hay un descenso relativo en la creación de empleo formal y una baja secular del salario medio real, así como un cada vez menor crecimiento de la economía. Así, los bajos ingresos han crecido menos por la expansión y el predominio del empleo informal, por la presión creciente hacia la emigración de trabajadores sin calificación y calificados, por el alza de las nuevas tasas máximas de desempleo e incremento de jóvenes sin estudio ni trabajo.
Además, se vivió un creciente impacto de la inflación en el ingreso, un debilitamiento salarial por debilitamiento de la inversión productiva, por adopción del salario como instrumento de ajuste macroeconómico y, finalmente, por la relajación de la demanda interna, dado el aliento a exportaciones petroleras y un perfil exportador sustentado en bajos salarios. Si en los tres casos –Estados Unidos, Francia y México– parecen delinearse algunas de las grandes tendencias de largo plazo, las recogeremos para evaluar políticas públicas anteriores, actuales y futuras de combate a la desigualdad. De veras.