Celebramos el cumpleaños 50 de una obra maestra: Exile on Main Street, álbum doble de los Rolling Stones, quienes a su vez festejaron su aniversario 60 en este 2022, aunque de manera sosegada, porque su permanencia en el Olimpo terminó con el deceso, el 24 de agosto de 2021, de su alma mater: Charlie Watts. Ese día comenzó el pretérito.
El último disco (expresión que suele utilizarse erróneamente para referirse al nuevo disco de alguien, pero en este caso es cierto: es el último disco) de los Stones lo grabaron en 2016: Blue & Lonesome, y es el mejor, si tomamos en consideración que durante más de medio siglo persiguieron un objetivo técnico: tocar como los blusistas negros del Delta del Misisipi, y lo lograron por fin.
De entonces a la fecha, se han limitado a publicar recopilaciones y a desempolvar cintas grabadas antaño.
El disco que hoy nos ocupa, Exile on Main Street, forma parte de la Tetralogía de su gloria, conformada por Beggar’s Banquet, Let it Bleed, Sticky Fingers y, la cereza en el pastel, Exile on Main Street.
Es el periodo de su esplendor: una banda pegadora, fresca, endemoniada, enjundiosa, peleando tramo a tramo la aceptación del público con una música rotundamente rocanrolera, explosiva, honesta y decididamente inclinada a su pasión mayor: el blues.
Esa etapa dorada de Las Piedras Alucinantes es la de su vocación perfectamente hippie, es decir, su afiliación al poderoso movimiento cultural que destapó las libertades.
Gracias a la cultura jipi florecieron la poesía (los beatnik, especialmente), el amor por la música de concierto (Bach, los renacentistas, el barroco) y un estallido de creatividad sin límite.
Queda claro de la escucha, con oídos de hoy, de Exile on Main Street, una serie de verdades contundentes. En primer lugar, que su formación de aquella época fue la mejor y no ha podido superarse.
Recomiendo ver y disfrutar el documental Ladies and Gentlemen: The Rolling Stones, grabado durante la gira estadunidense de Las Piedras Brotantes, precisamente hace 50 años, para apoyar el lanzamiento de su álbum Exile on Main Street. Ahí están los argumentos convertidos en hechos: cinco muchachos esforzados y empeñando su esfuerzo máximo en ganarse al público, en contraste de los Stones de años posteriores: megastars repitiendo las mismas piezas en casi todos sus conciertos, éxitos probados.
Lo más evidente de ese video: el mejor músico de los cinco Stones es Mick Taylor, cuyo brillo absoluto y contundente irritó a los dueños del changarro, Jagger y Richards, quienes lo despidieron lo más pronto que pudieron, para poner al mediano Ronnie Wood, cuya valía es elevada pero no constela, como sí hizo Taylor, al gran guitarrista Keith Richards.
Otro elemento fundamental para el éxito que lograron Las Piedras Constantes y Sonantes, presente en ese video, es el maestro Bill Wyman, quien por dignidad presentó su renuncia, antes de ser echado por su personalidad independiente, autónoma, no plegable al ego gigantesco de la pareja gobernante, que echó a andar una maquinaria propagandística de desprestigio del buen Wyman, quien tomó luego la delantera con la primera de las autobiografías individuales de Las Piedras Evidentes.
Por cierto, todas las Piedras han publicado sus autobiografías, con excepción del alumno destacado de la London School of Economics, el gran Mick Jagger, cuya magia gerencial mantiene con vida al grupo a pesar de la ausencia del amado Charlie Watts. Watts, por cierto, brilla en ese documental referido de manera enternecedora: es un joven hiperconcentrado en sus tambores, sosteniendo la magia de Mick Taylor y el yo narrativo de Jagger.
A la hora de presentar a los integrantes del grupo, en la pieza penúltima del concierto, Mick Jagger dice en voz bajita y rapidito “in guitar, Mick Taylor” y luego celebra los esfuerzos de Charlie Watts así: “in drums, making a lot of noise”.
Las sustituciones de Mick Taylor (quien a su vez suplantó al fundador de Las Piedras Arbotantes, el genial Brian Jones) y de Bill Wyman dieron lugar a los Rolling Stones que atesoraron dinero y fama y glamour. Los integrantes que grabaron la Tetralogía arriba enumerada, son los verdaderos Stones. Y lo demás es historia.
Las autobiografías se sucedieron así: primero, Bill Wyman publicó Stone Alone y luego, con la ayuda del amanuense Richard Havers, un volumen tamaño enciclopedia titulado Rolling With The Stones.
Ron Wood publicó Ronnie, en 2007, mientras Keith Richards ofrece un testimonio conmovedor, valiente, impresionantemente honesto, un libro de 528 páginas titulado simple y poderosamente Life (en español le pusieron el imaginativo título de “Memorias”, je), con la verdad desnuda, iniciando con una respuesta a Bill Wyman diciendo que la mayor parte de los ríos de tinta que han corrido a propósito de ellos están llenos de invenciones.
El meollo del libro de Richards no es el chisme ni el confesionario de su uso y abuso de las drogas. Su materia es su inmenso amor por la música. Aborda el resbaloso tema de las grupis: “Eran como enfermeras: si no queríamos, no nos daban sexo, nos daban cuidados, cariño, y yo me preguntaba por qué es que un simple guitarrista como yo merece tantas atenciones de parte de las mujeres”.Se refiere así a su carnal Mick Jagger: “Piensa que los demás le debemos rendir tributo y obedecerlo en todo, cree que los demás le pertenecemos”.
Sin palabras, la historia más directa de Las Piedras Beligerantes, está en la Tetralogía arriba mencionada y en su álbum doble Exile on Main Street tenemos muestras en botón de su grandeza: rock en estado puro, gospel, blues, harto blues, música en flor.
Lo grabaron durante la primavera de 1971 en la mansión Nelicote, que construyó en 1890 un banquero inglés, desde donde se observa majestuosa la bahía de Villefranche, en la Riviera francesa, donde Las Piedras Reluctantes se fueron a refugiar de la persecución policiaca (por uso de drogas) y fiscal en el Reino Unido. Las sesiones en el sótano de aquella mansión iniciaban al anochecer y terminaban cuando empezaba la luz del día. Esa mazmorra maloliente se llenó de cables, micrófonos, audífonos, consolas de audio y sobre todo de música bella.
La mejor pieza de ese álbum doble la compuso el mejor Stone, Mick Taylor, y se titula Ventilator Blues, aunque le regatearon su crédito. Hay un homenaje a Angela Davis, de Las Panteras Negras (Sweet Black Angel), rolononón sabrosísimo: Shake your Hips (Sacude tus caderas), un clásico de blues de la autoría de Slim Harpo.
Hay otros clásicos de blues entre lo mejor de este álbum: Stop Breaking Down, del patriarca fundador Robert Johnson; un gospel sublime: I Just Want to See His Face, con las cantantes gospel Clydie King, Vanetta Fieldy y Jesse Kirkland; otro gran gospel: Shine a Light (May the good Lord/ shine a light on you/ make every song your favorite tune/ may the good Lord/ shine a light on you/ warm like the evening sun) con Billy Preston en órgano y piano, una pieza que proviene de las sesiones de grabación de Beggars Banquet.
Exile on Main Street fue concebido entre visitas de celebridades y mucho sexo, drogas y rocanrol y viajes por la Riviera francesa en yate hasta Italia, para ir a desayunar y regresar a seguir grabando por la noche. Se trata de uno de los discos mayores de Las Piedras Brillantes, contiene los elementos que recogió Jean-Luc Godard en su filme Sympathy for the Devil, con su cine-verdad y sus reflexiones sociológicas, filosóficas, morales, con la aparición de los Black Panthers y los grandes ideólogos y escritores de enorme peso específico: LeRoi Jones, Eldrige Cleaver, y también la eclosión del Movimiento de Liberación Femenina, el mayo parisino, el poder del lenguaje, la imaginación al poder, el nihilismo de Albert Camus y el ideal de la revolución en su esplendor: “La única manera de ser un intelectual revolucionarios es dejar de ser un intelectual”.
La belleza nació en un sótano oscuro.