Islas Marías, Nay. La historia del archipiélago de Islas Marías va más allá de la cruenta prisión que por más de un siglo (1905 a 2019) retuvo entre sus muros de agua a miles de presos.
Terreno natural que fue, desde escondite y cuartel de bucaneros hasta el bastión para la explotación de maderas finas, ayer inició un nuevo capítulo: su apertura como centro turístico desde el que se impulsará la cultura, la conexión con la naturaleza, la protección de la biosfera y el turismo responsable.
Los campamentos que otrora resguardaban a los detenidos, han trasmutado en dormitorios que recibirían a partir del 21 de diciembre a los visitantes.
Esta noche se inició esta nueva etapa con un primer inquilino, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que estuvo acompañado por su esposa Beatriz Gutiérrez y por algunos integrantes de su equipo de trabajo.
El mandatario inauguró este viernes el complejo llamado Muros de Agua “José Revueltas”, en honor al luchador social comunista y a quien el oficialismo apresó en dos ocasiones (en 1922 y entre 1932 y 1935) en la antigua prisión, uno de los lugares más temidos en el imaginario de los mexicanos.
Cuatro horas navegaron esta tarde López Obrador y sus acompañantes por un Pacífico picado para recorrer los 133 kilómetros que separan el Puerto de San Blas del Puerto Balleto -la entrada de la llamada Isla María MAdre- donde por décadas desembarcaron los miles de presos y que hoy recibirá a los ferry con decenas de visitantes.
“Estamos muy contentos de estar aquí, aquí vamos a descansar. Imagínense la dicha enorme de descansar, dormir y amanecer en este paraíso que antes llegó a ser como un infierno, pero ahora de nuevo es la gloria”, señaló el jefe del Ejecutivo al cerrar su discurso de inauguración.
Y en efecto, la prisión en la isla atrapaba en una gran paradoja: la mayoría de los presos estaban en entera libertad, podían ver el sol, el cielo, la naturaleza; pero sobre todo, contemplar el horizonte, lo que sin duda representaba el castigo más cruel.
El proyecto está a cargo de la Secretaría de Marina y se espera recibir corridas semanales con una estancia de tres días y dos noches con precios que van de 5 mil a 8 mil pesos por persona. Además de San Blas, los visitantes podrán embarcarse de Mazatlán, a 170 kilómetros de distancia, y a partir de noviembre de 2023 de Boca Chila, a 144 kilómetros.
Los muros de agua se han convertido en espacio para la recreación, para el contacto con la naturaleza -hay 26 especiales, algunas de ellas endémicas en el archipiélago-, y para conocer parte de la historia del espacio, pues se cuenta con un museo de sitio, casa de información para los visitantes y diversos recorridos por lugares cotidianos que eran parte del entorno de los colonos (prisioneros) como la iglesia de Nuestra señora de Guadalupe, el cementerio -cuya tumba más antigua data de 1810 y donde descansan muchos de los presos- y el Cristo Rey, de 18 metros de altura que se erige sobre la cima de uno de los cerros de la isla.
“Este nuevo producto turístico se ubica al nivel de la isla Robben en Sudáfrica donde Nelson Mandela estuvo confinado en represalia a su lucha por la libertad, igualdad y la paz. También la isla de Alcatraz, prisión de máxima seguridad en San Francisco California, Estados Unidos, que mantuvo recluidos a criminales de la talla de Al Capone; y la isla del Diablo en la Guyana francesa donde se encontraba privado de su libertad Henri Charriere, alias Papillion, y que actualmente recibe visitas guiadas”, aseveró el secretario de turismo, Miguel Torruco, que acompañó al mandatario en la inauguración, en la que también estuvieron el titular de Marina, José Rafael Ojeda, y los gobernadores de Sinaloa, Rubén Rocha, y de Nayarit, Miguel Ángel Navarro.
La isla recibirá a los visitantes -nacionales y extranjeros- a partir del 21 de diciembre. Un enorme mural con el rostro de Mándela es lo primero que se podrá observar al desembarque.
Las islas albergarán campamentos dirigidos para los niños, jóvenes y adultos mayores. Habrá actividades recreativas, como el senderismo, observación y monitoreo de flora y fauna, así como culturales y artísticas.
Ubicadas a kilómetros de las costas de Nayarit y Sinaloa, en el Pacífico mexicano, los primeros reportes de estas islas datan del inicio de la Colonia. En marzo de 1532, con una expedición de Pedro de Guzmán, estos territorios se incorporaron a los dominios españoles.
El archipiélago esta confirmado por tres islas: María Madre, María Magdalena y María Cleofas; así como por un pequeño islote llamado San Juanito.
La primera noción para convertir la isla en cárcel se dio en 1857, luego que el gobierno de Benito Juárez las entregara al general José López Uraga, por su participación en la Guerra de Reforma.
El proyecto no se concretó debido a que el militar decidió apoyar al imperio de Maximiliano. Con la derrota del segundo imperio, se le confiscó la propiedad, pero Uraga consiguió que se la devolvieran al acogerse a una amnistía de Juárez. Años después, vendió las islas por 45 mil pesos al empresario nayarita Manuel Carpena, que estableció la explotación de maderas preciosas y la cría de ganado. Al morir éste, su viuda las ofreció al gobierno de Porfirio Díaz que pagó 150 mil pesos.
En 1905 el dictador convirtió la isla en la temida y tortuosa prisión. Hubo delincuentes recluidos, pero también presos políticos. Desde esa fecha y hasta su cierre, en marzo de 2019, la cárcel albergó alrededor de 45 mil presos.
Algunos de los presos más emblemáticos en Islas Marías fueron: Concepción Acevedo de la Llata, mejor conocida como la Madre Conchita, presa de 1929 a 1940, religiosa acusada de ser la autora intelectual del asesinato de Álvaro Obregón; José Revueltas preso en 1922 y de 1932 a 1935, aprehendido por sus manifestaciones ideológicas.
José Ortiz Muñoz, alias El Sapo, era uno de los más sanguinarios asesinos de la época. Murió en la isla, debido a una emboscada de los presos que le temían, aun cuando se había reintegrado y transformado su visión gracias a la ayuda del llamado Padre Trampitas, que apoyaba a los reclusos. Sus tumbas están juntas en el panteón de la isla, pues se volvieron grandes amigos y el sacerdote, aún cuando murió en Jalisco, pidió yacer en la Isla Madre, junto a El Sapo.
Pancho Valentino, recluido de 1957 a 1977, luchador profesional que asesinó a un cura; Ricardo Martínez Perea, preso desde 2012, general de brigada y excomandante del Ejército Mexicano; Jorge Hernández, El Guamas, el recluso con más años en las Islas Marías, sólo pudo abandonarlas cuando murió.
No hay reportes oficiales de fugados, pues quienes se aventuraban al mar eran tragados vivos por tiburones, mientras los que se internaban en la selva, sufrían hambre y sed que los obligaba a regresar al paradójico encierro al que Revueltas definió con precisión como muros de agua.