Quedó sin describirse, en la entrega anterior (9/12/22) el carácter productivo. Erich Fromm (EF) señala que, en el sicoanálisis, concentrado en el estudio del carácter no productivo, el carácter de la personalidad madura y sana ha recibido escasa consideración. Freud llamó a este carácter “genital” y sólo señaló que es el de una persona que es capaz de funcionar bien sexual y socialmente. EF sostiene que el carácter plenamente desarrollado, productivo, es el propósito del desarrollo humano y el ideal de la ética humanista. Pero EF no avanza mucho en la descripción del ser humano (SH) pleno. Maslow es más específico en su descripción de las personas situadas en el extremo superior del desarrollo humano, las personas autorrealizadoras. El SH, dice EF, tiene capacidad para la producción natural, para reproducirse, que comparte con el reino animal; pero tiene también capacidad para la producción material, la cual es específica del SH. El hombre no es sólo un animal racional y social, puede ser definido también como un animal productor, capaz de transformar los materiales que encuentra disponibles, usando la razón y la imaginación. No sólo produce, sino que tiene que producir para vivir. La producción material, sin embargo, dice EF, es sólo el símbolo más frecuente de la productividad como aspecto del carácter. Es claro que ha captado perfectamente la centralidad del trabajo como actividad vital humana, como lo que distingue al hombre del resto del reino animal. Sin embargo, se queda corto y no saca las consecuencias de ello, como sí lo hace György Márkus. Desperdicia la oportunidad de desarrollar la visión de la especie humana como la que se crea y transforma a sí misma en el trabajo. La orientación productiva de la personalidad se refiere a su socialidad en todos los ámbitos de la experiencia. Aclara EF que el concepto de productividad que usa en Ética y psicoanálisis es una expansión del de espontaneidad descrito en El miedo a la libertad. Comprende las respuestas mental, emocional y sensorial a otros, a uno mismo, y a las cosas. La productividad es la habilidad humana para usar sus poderes y realizar sus potencialidades inherentes. Al decir debe usar sus poderes, implicamos, dice EF, que debe ser libre y no depender de alguien que controle sus poderes. Implicamos que está guiado por la razón, puesto que sólo puede usar sus poderes si sabe lo que son, cómo usarlos, y para qué usarlos. Productividad significa que se experimenta a sí mismo como la corporización de sus poderes y como el ‘actor’; que se siente uno con sus poderes que no le están alienados ni ocultos. EF no restringe productividad a creatividad. Aunque “el verdadero artista es el más convincente representante de productividad”, ésta no se reduce a aquélla, puesto que la productividad es una actitud de la cual somos capaces todos los SH. Productividad no debe confundirse con actividad (conducta que cambia una situación, mediante un gasto de energía), para lo cual pone de ejemplos la actividad no productiva de personas hipnotizadas, movidas por la ansiedad o la sumisión a la autoridad, es decir, toda actividad que “carezca de espontaneidad en el sentido que no se origina de su propia experiencia mental o emocional, sino de una fuente externa o impulsada por pasiones irracionales como la avaricia, el masoquismo, la envidia, los celos, la codicia.
En el concepto de productividad no interesa el éxito, sino el carácter del SH, y lo define como la realización de las potencialidades que le son características, el uso de los poderes humanos. Se pregunta qué es ‘poder’ y contesta que la palabra denota dos conceptos contradictorios: poder de [y más adelante añade poder para] = capacidad; y poder sobre = dominación. Para Fromm, poder=dominio resulta de la parálisis de poder=capacidad. La perversión de ‘poder para’ es ‘poder sobre’. La habilidad del hombre para hacer un uso productivo de sus poderes es su potencia; la inhabilidad, su impotencia. Con el poder de la razón, puede penetrar la superficie de los fenómenos y entender su esencia. Con el poder del amor puede traspasar la muralla que separa una persona de otra. Con el poder de su imaginación puede visualizar cosas que no existen; planear y comenzar a crear. Donde no hay potencia, las relaciones del hombre con el mundo se pervierten en un deseo de dominar, de ejercer poder sobre otros como si fuesen cosas. La dominación está asociada con la muerte, la potencia con la vida. La dominación surge de la impotencia y la refuerza, pues si una persona puede forzar a otra a servirle, su necesidad de ser productivo se paraliza. EF señala que las personas productivas producen cosas materiales, obras de arte y sistemas de pensamiento, pero que lo más importante que produce el SH es a sí mismo, lo que ocurre a lo largo de la vida humana y que Fromm expresa como el proceso de nacimiento del ser humano. Fromm dice que la productividad es uno de los conceptos clave en el sistema ético de Aristóteles. Uno puede determinar la virtud, dice, dilucidando la función del hombre. Así como en el caso del flautista o del escultor se piensa que lo bueno reside en la función específica que distingue a estos hombres de otros y los hace lo que son, lo bueno del hombre también reside en la función específica que lo distingue de las otras especies y hace de él lo que es. Tal función es una ‘actividad del alma que sigue o implica un principio racional’. ( Ética Nicomaquea). El SH bueno para Aristóteles es el SH que, mediante su actividad, bajo la guía de la razón, le da vida a las potencialidades específicas del SH. EF termina su presentación del carácter productivo explorando el amor y el pensamiento productivos. Sólo me referiré a este segundo aspecto. Distingue entre inteligencia y razón. Concibe la inteligencia como la herramienta humana para lograr fines prácticos, que descubre los aspectos de las cosas necesarios para manipularlas. El propósito mismo, o las premisas sobre las que descansa el pensamiento inteligente, no se cuestionan y pueden ser racionales o irracionales. Un ejemplo obvio es la aplicación de la inteligencia para el desarrollo de armas de destrucción masiva. Lo que dice EF implica que la razón supone, además de la inteligencia, dos cuestiones adicionales: 1) juicios sobre la racionalidad (incluyendo la dimensión ética) de las premisas y de los fines, es decir juicios de valor, y 2) penetrar la superficie de los fenómenos para descubrir su esencia. Otro rasgo del pensamiento productivo es que el sujeto no es indiferente respecto al objeto, sino por el contrario está interesado profundamente en él, pero el pensamiento productivo, añade, es también objetivo. El pensador respeta al objeto y ve al objeto como es y no como él desea que fuese. EF va más allá y sostiene que la objetividad requiere que el observador se vea a sí mismo como es y al objeto en su totalidad. La objetividad no es, como se entiende falsamente con frecuencia, sinónimo de separación, desinterés y ausencia de cuidado. EF pregunta: ¿Cómo puede uno penetrar el velo superficial de las cosas hacia sus causas y relaciones si uno no tiene un interés que sea vital y suficientemente propulsor para tarea tan laboriosa? Sin interés, el pensamiento se vuelve estéril y carece de propósito. Nunca es un interés per se lo que distorsiona las ideas, sino sólo los intereses son incompatibles con el descubrimiento de la verdad. EF concluye diciendo que la mutilación de la actividad productiva da como resultado la inactividad o la hiperactividad. El hambre y la fuerza no pueden ser condiciones de la actividad productiva, sino sólo la libertad, la seguridad económica y una organización social en la cual el trabajo pueda ser expresión significativa de las facultades humanas.