Carlos Fuentes en su espléndida novela La silla del águila nos presenta un interesante panorama de la política mexicana desde sus sótanos. Vuelvo a ocuparme de sus puntos de vista con relación a los momentos que estamos viviendo.
Carlos Fuentes señala: “México ha estado afanoso por conquistar la racionalidad europea, toda una cultura en busca de esa racionalidad. Fuimos primero seguidores de la Ilustración francesa, luego positivistas y posteriormente seguidores de las filosofías pragmáticas norteamericanas. Buscamos una filosofía que apoye el afán de racionalidad de un país que sabe que tiene un trasfondo mítico, irracional, inexplicable, lo que es un gran atractivo, aunque para muchos sea un gran lastre”.
No podemos ser un país moderno porque arrastramos una carga mitológica desde el origen de los siglos. México tiene una cultura con 3 mil años de existencia y no nació del racionalismo, no nació de un tiempo lineal, como gustaría a los racionalistas mexicanos, nació de un tiempo circular que se muerde la cola como la serpiente emplumada. Un tiempo que trasciende en espirales.
Concluye nuestro escritor que “México no puede ser reducido a la racionalidad”.
Su alusión al tiempo no lineal me remite al pensamiento de Sigmund Freud y los postulados de la filosofía deconstructiva de Jacques Derrida así como la de Heidegger y Nietzsche.
El tiempo en su posible articulación con el espacio y el ser ha motivado profundas disertaciones en las ciencias y las humanidades.
¿Por qué privilegiamos un acto sucedido hace 2 mil años para cifrar el devenir de nuestra historia? ¿Por qué soslayamos lo ocurrido previamente si contamos con datos científicos que comprueban la existencia del hombre sobre la Tierra hace muchos cientos de años? ¿Qué pasa con ese fragmento de tiempo perdido?
El tiempo fluye sin meta y sin sentido, si no tiene algo que le brinde referencia y que le otorgue orden, fin y credibilidad. El tiempo sin el ser es insensato, salta de sus goznes.
La idea de la temporalidad lineal representada por la secuencia, presente, pasado, futuro, es una tentación que nos acecha, brinda fundamento de las certezas del pensamiento y no sabe más que de las certezas que le brinda el pensamiento consciente, el asunto se torna una aporía ya que no hay conciencia de lo inconsciente.
El sicoanálisis freudiano coloca el dedo en la llaga con el descubrimiento del inconsciente. A partir de lo cual espacio y tiempo, sujeto y objeto ya no pueden ser pensados en la misma forma. El concepto de posterioridad rompe con la ilusión de la temporalidad lineal. Los sueños demuestran la existencia de un tiempo fragmentado (María Zambrano); es decir, de un tiempo que no tiene que ver con la idea de una sucesión tripartita, ordenada en presente, pasado y futuro. En el sueño todo es presente puro. Si el contenido de los sueños puede estar influenciado por el soñante; el trabajo del sueño escapa a toda intención. Esta fragmentación del tiempo es el resultado de un trabajo inconsciente.
¿Podría decirse que no hay tiempo, sino tiempos?