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Opinión

2022-12-15 10:36

El profe Lucio / F. Eneida Martínez Ocampo*

Durante una marcha en conmemoración por la muerte de Lucio Cabañas, en calles de la ciudad de Tixtla, Guerrero.
Durante una marcha en conmemoración por la muerte de Lucio Cabañas, en calles de la ciudad de Tixtla, Guerrero. Foto Ap / Archivo

Facunda, Lucio y Pablo nacieron en El Porvenir –ese poblado de Atoyac, Guerrero, aferrado en la sierra– eran hijos de Rafaela Gervacio Barrientos y Cesáreo Cabañas Iturio. La relación marital no duró y quien se quedó con los hijos fue Cesáreo. Sin embargo, éste poco tiempo crió a sus vástagos, porque huyó a la Ciudad de México por asesinar a un hombre; los dejó a cargo de su madre Aldegunda Iturio y su hermana Marciana.

Con el tiempo, Cesáreo regresó a Guerrero pero a El Cayaco, municipio de Coyuca de Benítez; los hermanos Cabañas –junto con su abuela y tía– se trasladaron a ese poblado a vivir al lado de su padre, la vida parecía acomodárseles; trágicamente un pleito añejo de Cesáreo resultó en su asesinato. Otra vez, los hermanos tuvieron que ser criados por la tía Marciana.

El anhelo de Lucio era seguir sus estudios; así, se trasladó a Tixtla para concluir su primaria y comenzar su formación de maestro en la normal en Ayotzinapa. Los estudios y la vida política empezaron a sistematizar su pensamiento; el cargo de secretario general de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México le permitió recorrer la República y conocer la realidad de las normales rurales.

Cuando se convirtió en profesor (1963) impartió clases en la primaria Plan de Ayala, en Mexcaltepec; el trato hacia sus alumnos fue de respeto y no utilizó golpes. Lucio no era el típico maestro que usaba el lema: “La letra con sangre entra y la labor con dolor”; esto le retribuyó reconocimiento como un buen docente; por eso era conocido con cariño como El Profe, El Profesor o El Maestro, incluso ya estando en la sierra, de guerrillero.

En 1964 lo encontramos en la escuela Modesto Alarcón, en Atoyac, primaria controlada por la directora Genara Reséndiz, quien obligaba a padres de familia a pagar cuotas, entre otros abusos. Lucio y una generación de docentes fueron construyendo la politización de sus alumnos; la praxis de esa pedagogía consistió –entre otros elementos– en democratizar la escuela, que no fuera un espacio controlado por los poderes caciquiles locales; los actores no tenían que ser únicamente los maestros, sino también los estudiantes y sus padres. Dicho movimiento fue elevando su estructura a tal grado, que ya no eran tan sólo los involucrados de la escuela, sino también los campesinos de la zona, las fonderas del mercado, los pobladores en general… A los ojos de las autoridades este movimiento social era peligroso; los maestros estaban construyendo una comunidad que se organizaba, luchaba y le exigía a un sistema político rancio que ya era tiempo de cambiar el orden de las cosas.

Los dos maestros más visibles en esta lucha social –Lucio y Serafín Núñez Ramos– fueron castigados, trasladándolos a Tuitán, Durango; donde duraron un año, ya que las presiones de los movilizados en Atoyac por regresarlos, resultaron positivas. ¡Había triunfado la lucha! La directora “Genarita”, junto con sus cuotas y uniformes, ya no estaba en la Modesto Alarcón; en lontananza se avizoraba un nuevo tipo de escuela.

Una de las primarias vecinas, Juan Álvarez, también albergaba una situación parecida a la que había tenido la Modesto. Su directora, Julia Paco Pizá, junto con algunos padres de familia pudientes y profesores, mantenían la misma dinámica de abusos. Paralelamente surgió la organización de los maestros que no estaban de acuerdo con estas injusticias; conocían el prestigio de Lucio y Serafín y prestamente fueron a pedirles apoyo y liderazgo. Mítines, recorridos en los pueblos, antorchas alumbrando las marchas nocturnas… Parecía un triunfo ineludible, ya que la directora Julia había sido removida, no así los maestros que la habían apoyado y eso exigía el movimiento.

La mañana del 18 de mayo de 1967, Lucio se encontraba en su salón impartiendo trabajo para su grupo de cuarto grado: “Les voy a dejar estas tareas; no salgan, estense aquí, voy a regresar luego”; esas fueron las últimas palabras que recuerda Juan Hernández Meza, su alumno. A continuación, Lucio se fue al lugar –a un lado de la escuela Juan Álvarez– para convocar el cambio de hora del mitin que estaba programado en la mañana; la presencia de la Policía Judicial causaba mucha preocupación.

Cuando el profesor tomó el micrófono para hacer el llamado, el comandante de la policía del estado, capitán Enrique Arellano Castro, quiso impedirlo, se inició la refriega y fueron asesinados cinco miembros del movimiento democrático en pro de la Juan Álvarez.

Lucio ya no volvería a pisar un aula –partió a la sierra de Atoyac a formar paulatinamente el Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento– a pesar de que ya no dio clases en una escuela, la población que lo quería y respetaba le seguía llamando El Profe.

Lucio Cabañas Barrientos, el 15 de diciembre de 2022 habría cumplido 85 años de edad.

* Profesora investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional/Ajusco

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