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Economía

2022-12-13 06:00

México SA

El canciller Marcelo Ebrard, en la firma de la Declaración de Amistad por el bicentenario de las relaciones diplomáticas de México y Estados Unidos.
El canciller Marcelo Ebrard, en la firma de la Declaración de Amistad por el bicentenario de las relaciones diplomáticas de México y Estados Unidos. Foto Cristina Rodríguez
Periódico La Jornada
martes 13 de diciembre de 2022 , p. 22

¿Es para celebrar o llorar de rabia? (todo apunta a esto último), pero el hecho es que ahora se conmemora el bicentenario de las relaciones entre México y Estados Unidos; es decir, una historia pletórica de agresiones, guerras, golpes de Estado, invasiones, intervenciones, imposiciones, condicionamientos y mucho más del imperio en contra de nuestra nación, en particular, y de América Latina y el Caribe, en general.

En ese marco, el presidente Andrés Manuel López Obrador planteó a los enviados de Washington (encabezados por Christopher Dodd, asesor especial para “las Américas” del gobierno de Joe Biden) “la necesidad de una alianza para la prosperidad en todo el continente, que se encamine al establecimiento de nuevos vínculos de las naciones del hemisferio. El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, informó que el mandatario mexicano planteó el punto de esa alianza que tendría como objetivo un nuevo trato entre los países de América Latina y el Caribe con Norteamérica, particularmente con Estados Unidos, dejando de lado el pasado intervencionista del vecino del norte” ( La Jornada, Emir Olivares y Alonso Urrutia).

¿Será la nueva versión de la anticomunista e intervencionista Alianza para el Progreso de John F. Kennedy, o una muestra de que Latinoamérica aprendió algo de esa tétrica historia en la que los gringos sonreían para la foto, pero golpeaban salvajemente la región? Con esa “alianza” Washington dominó países, impuso gobiernos, promovió y mantuvo sangrientos dictadores, financió y ejecutó golpes de Estado, guerras, intervenciones, saqueos y muchísimo más, siempre en nombre de la “democracia”.

Entonces, ¿en serio ahora vamos tras la “alianza para la prosperidad” con los mismos halcones de la Alianza Para el Progreso? Sin duda, la unidad fortalecerá a Latinoamérica y el Caribe, siempre y cuando ella se dé entre las naciones de la región, sin terceros. Esa coalición es una histórica asignatura pendiente y llegó la hora de concretarla. Un sólido bloque latinoamericano debe ser la respuesta a la creciente injerencia de Washington.

Como la memoria suele ser porosa, va un rapidísimo recuento (cortesía del periódico Granma) “de la historia de las intervenciones de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, mediante el empleo de la CIA, otros servicios especiales y sus fuerzas armadas, que son harto conocidas y se encuentran bien documentadas, incluso por expedientes oficiales desclasificados por las autoridades yanquis”.

México fue la primera víctima de la tristemente célebre doctrina Monroe (léase América para los gringos), pues entre 1846 y 1848 Estados Unidos llevó a cabo una guerra contra nuestro país, tras la cual perdió la mitad de su territorio.

En 1854, la Marina de Estados Unidos bombardeó y destruyó el puerto nicaragüense de San Juan del Norte. Un año más tarde, William Walker, entonces operario de los banqueros Morgan y Garrison, invadió Nicaragua y se proclama presidente; en 1898 los militares estadunidenses ejecutaron la invasión contra Puerto Rico y Cuba, entonces colonias españolas. Actualmente, Puerto Rico sigue siendo colonia de Estados Unidos.

En 1901, las fuerzas ocupantes de Estados Unidos en Cuba imponen la intervencionista Enmienda Platt en la Constitución de la nueva República, mediante la cual se arrogaba el derecho de intervenir en los asuntos cubanos cada vez que creyera conveniente; en 1903 llegó el momento de Panamá: Washington promovió la segregación del Canal de Panamá, que entonces era parte de Colombia, y se adueñó de sus derechos; en 1906, el secretario estadunidense de la Guerra, William H. Taft, asumió el cargo de gobernador provisional, con lo cual se consumó la segunda ocupación militar en Cuba.

Y de ahí para adelante, en reiteradas ocasiones: Panamá, Nicaragua, de nueva cuenta México (ocupación de Veracruz e invasión de John J. Pershing), Haití, República Dominicana, Honduras, Cuba, Brasil, Guatemala, Operación Cóndor, dictaduras en Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Perú, El Salvador; Granada, Colombia, Ecuador, Paraguay, Venezuela y lo que se acumule. No hay rincón latinoamericano ni caribeño que no los haya padecido.

En esos dos siglos, 41 halcones han ocupado la Casa Blanca, y todos han actuado de la misma forma en contra de América Latina y el Caribe. Entonces, ¿se puede esperar una actitud distinta, igualitaria y no intervencionista mediante una “alianza para la prosperidad”, una suerte de versión “moderna” de la Alianza para el Progreso”?

Las rebanadas del pastel

¡Vamos Argentina, carajo!

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