El pasado 3 de diciembre, el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes fue anfitrión de un rico y variado programa de música contemporánea con el que, bajo el título Vuelos, el Ensamble del Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea (Cepromusic) dio por terminada su fructífera temporada 2022, en la que el grupo, a la vez cimiento y cima del quehacer del sonido nuevo en México, realizó una treintena de conciertos. El reparto: una compositora romana, tres compositores chilangos, un director valenciano (José Luis Castillo) y la presencia de buen número de ejecutantes fundadores del grupo.
Las cuatro obras propuestas por Castillo y el Cepromusic, complejas, retadoras y de alto nivel técnico, destacando por diversas razones, sobre todo, la primera y la última del programa.
Para abrir, la pieza titulada D’après, de la italiana Clara Iannotta, quien en los años recientes ha adquirido una bien cimentada reputación como una voz importante en el ámbito de la composición contemporánea.
Con la utilización de copas de cristal, mangueras a guisa de alientos, cajita de música y algunas otras cosas para complementar al ensamble mixto, Iannotta propone una depurada y muy detallada escritura que en el transcurso de la obra invita al oyente a percibir un vaivén entre las atmósferas oníricas y las sonoridades más concretas y (es un decir) tangibles.
De Ricardo Durán Barney, Le vol du papillon blanc, obra que, quizá no por casualidad, se mueve en planos compositivos, expresivos y texturales similares a los de la pieza de Iannotta.
Entre sus elementos sugestivos, el manejo alternativo de los contrastes y la homogeneidad entre las velocidades del discurso musical. En general, una escritura que genera mucha tensión dramatúrgica, que queda mayormente sin resolución por distensión, lo que aquí es ciertamente una virtud.
Después, Furia infernalis, de Emilio Hinojosa, que contempla la adición de sonidos electrónicos al ensamble instrumental. Hay aquí un desarrollo sustentado parcialmente en oleajes dinámicos que conducen a potentes masas sonoras, ancladas estructuralmente en ciertos gestos electrónicos que reaparecen a medida que la pieza se desarrolla, y que tienen la virtud de evadir lo anecdótico y el cliché. ¿Cómo se desarrolla? Con una componente aleatoria a base de módulos señalados por duraciones, en los que los intérpretes tienen cierto margen de acción.
Para concluir, la extensa y compleja pieza titulada Bio-yeur, de Carlos Iturralde, para un ensamble mixto de mayores dimensiones y más diversificado, que incluye la presencia de instrumentos relativamente inusuales, como el acordeón, la guitarra eléctrica (a cargo del compositor) y el contrafagot, a todo lo cual el compositor añade cuatro voces con roles muy protagónicos a lo largo de la obra.
Elemento primordial en el desarrollo de Bio-yeur es la construcción de centros claramente tonales (atractivamente instrumentados) que contrastan con el resto del discurso que, en general, no tiene anclas armónicas definidas.
Hay en la pieza de Iturralde una buena dosis de libertad (controlada) para los ejecutantes, misma que, contrastada con las secciones de escritura más estricta, da a esta música un carácter perceptiblemente episódico. Y después, un poco de teatro, con sencillos elementos escénicos, lumínicos y sonoros; en esta parte de la obra salen a relucir (no: a resonar) otros objetos sonoros, como una melódica, una rasuradora eléctrica y un vibrador (sí, de esos precisamente).
En esta sección de la narrativa de Iturralde aparecen algunas claras referencias fálicas, tratadas con una mezcla de gran guiñol y agudo sarcasmo, y todo el asunto transcurre en un ámbito mixto de humor y drama. Decir que Bio-yeur de Carlos Iturralde es una obra poliestilística se queda corto, pero es una buena aproximación a su esencia; eso, a pesar de que, según entiendo, se presentó sólo una parte de la pieza.
Finalmente, para no redundar en lo que he escrito en las 16 veces que he reseñado al ensamble en estas páginas y no caer en la retahíla de adjetivos: un concierto pensado, programado, preparado, ensayado, presentado, tocado y dirigido al nivel habitual del Cepromusic. No hace falta decir más.