En la Bogotá lluviosa, gris y fría el esparcimiento suele vivirse a puerta cerrada. Salvo en San Felipe, un barrio residencial de la capital colombiana que apuesta por el arte a cielo abierto.
“Sin lugar a dudas, en Bogotá no existe un lugar así, con esta oferta tan robusta a nivel de artes”, asegura Johanna Morales, organizadora del festival Open San Felipe, que tiene lugar cuatro fines de semana al año y dinamiza la oferta cultural en esta zona céntrica de esta ciudad.
El llamado “distrito de arte” de Bogotá se ha beneficiado del protagonismo que le imprimió Open San Felipe desde la primera edición, hace cuatro años. En esa época, 20 galerías y restaurantes tentaron el experimento; hoy ya son cerca de 80 participantes en el evento.
En la última edición, que se celebró el 3 y 4 de diciembre, el barrio –ubicado a 2 mil 600 metros sobre el nivel del mar– salió de su letargo habitual y cobró vida al caer la tarde.
Con las horas, cada vez más visitantes recorren las calles angostas, coloridas y peatonales que rodean un parque. Y en la noche, ya son ríos de personas que entran en las casas que sirven de galerías de arte vanguardista o en los restaurantes y bares instalados en pequeños pabellones.
Es una postal excepcional en el corazón de una ciudad que el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez describió como “lúgubre”, donde cae “una llovizna insomne desde principios del siglo XVI”.
”Nos llegan muy buenos clientes, y no sólo eso, sino gente que quiere conocer más de arte, de cultura”, dice Juan Carlos Moreno, director de la galería Firma de Arte, que describe como “pop-art urbano cinético”.
Más allá de los compradores, el barrio atrae a toda una multitud de curiosos, principalmente turistas, y a la burguesía cultural de Bogotá.
Una exposición fotográfica que forma parte del festival narra la cronología de la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela, que empezó en 2019, y que se resuelve a cuentagotas.
En la muestra hay imágenes aéreas en blanco y negro intervenidas con collages e inscripciones con mensajes como “A abrir los puentes” o “La frontera nos une”.
En San Felipe hay arte y gastronomía, pero también diseño. El desfile de una escuela de moda cautiva a una pequeña multitud mientras la música electrónica le da otro ritmo a la noche.
Una vez que el festival termina el barrio vuelve a ser un oasis cultural en una metrópoli de 8 millones de habitantes.
Afp