Vivimos hoy una crisis humanitaria que tiene muy diversas expresiones: desde la violencia del narcotráfico, las desapariciones forzadas o no, los feminicidios hasta el dolor que representan para ellos y para nosotros los miles de migrantes que atraviesan nuestro país en busca de mejores condiciones que las que viven en sus países a los que se suman los migrantes de Siria o Afganistán hacia los países europeos donde encuentran el repudio.
Pero también hay otras manifestaciones de la crisis como son la guerra de Ucrania; los ensayos balísticos de Corea del Norte y la amenaza de una conflagración nuclear por la confrontación de entre la OTAN y Rusia. Pero aún hay otras formas de deshumanización, como las consecuencias negativas de la revolución digital en marcha que no sólo está eliminando a los empleados en las fábricas y las oficinas, sino que también están modificando nuestras conductas y formas de pensar por la invasión de lo digital en todas nuestras actividades cotidianas.
Estamos ya viviendo la “era de Alexa” y por ello surgen nuevas ideologías, como el poshumanismo, que buscan legitimar este cambio sin evaluar correctamente lo positivo y lo negativo, declarando que el humanismo es una concepción obsoleta. Por ello la tendencia a actualizar y fortalecer el humanismo, en general, y el humanismo mexicano, en particular, es una propuesta que hay que fundamentar sólidamente.
Por ejemplo, en el caso del humanismo mexicano, como ha llamado recientemente el presidente López Obrador al movimiento que encabeza, habría que retroceder a la concepción del ser humano sostenido por los pueblos originarios. Ya don Miguel León-Portilla rescataba, entre otros, los extraordinarios poemas de Nezahualcóyotl expresando la fragilidad de la existencia (“si es de jade, se rompe, si es de pluma de quetzal, se desgarra”), pero, además, es necesario incorporar en nuestra cultura muchos de los valores sostenidos por estos pueblos, como el respeto a la naturaleza.
Luego, es rescatable la polémica de Bartolomé de las Casas contra Ginés de Sepúlveda, quien consideraba la conquista de los españoles como una “guerra justa” contra los “salvajes” habitantes de América y más tarde, en el siglo XVII, la obra de la extraordinaria Sor Juana Inés de la Cruz, mujer que se rebeló contra las condiciones de opresión que imperaban en la Nueva España y que murió por su humanismo cristiano al atender a los contagiados por una terrible pandemia, y en el siglo XVIII, habría que destacar la obra de Francisco Javier Clavijero, quien a través de su Historia antigua de México demostró a “científicos” como Cornelius de Paw que no sabían nada sobre los pueblos originarios y que practicaban un colonialismo execrable. A principios del siglo XIX, encontramos la influencia de la filosofía de Juan Jacobo Rousseau en el pensamiento de Morelos e Hidalgo en favor de la soberanía de la nación expresada en la Constitución de Apatzingán y contra la esclavitud, influencia analizada magistralmente por Luis Villoro y Adolfo Sánchez Vázquez.
Y en los preparativos de la Revolución Mexicana de 1910, se debe rescatar la heroica lucha de los hermanos Flores Magón contra la dictadura de Porfirio Díaz; ya en las primeras décadas del siglo XX, encontramos la labor humanista de Vasconcelos como fundador de la SEP aunque después haya traicionado todos sus ideales apoyando a Adolfo Hitler.
De igual forma, habrá que mencionar la gran obra de Siqueiros, Rivera y Orozco expresando en los muros la hazaña del pueblo mexicano y las obras musicales de Silvestre Revueltas o Carlos Chávez.
Pero en el siglo XX tenemos también la gran obra literaria de Alfonso Reyes que enriqueció el legado humanista del país, así como su labor en la dirección de la Casa de España que sirvió de acogida de los trasterrados españoles de 1939. También habrá que destacar la obra de Samuel Ramos y Leopoldo Zea contra la dependencia del país y en favor de una independencia mental de los mexicanos; la extraordinaria obra de los grandes escritores mexicanos, como Juan Rulfo y José Revueltas, entre otros. En fin, las expresiones originales de nuestro país en el arte, la arquitectura, la literatura, la música, la danza y un largo etcétera.
Y no olvidemos la noche neoliberal que hemos pasado con la exaltación del capitalismo trasnacional globalifílico y la eliminación de la filosofía y las humanidades en la educación a través de la imposición de corrientes tecnócratas y mercantilistas. Los presidentes neoliberales, de acuerdo con su concepción de considerar el país como una dependencia de los grandes países desarrollados, creyeron que lo único que necesitaban los estudiantes era saber “inglés y computación”. Es por todo esto muy importante que se amplíe y profundice la concepción humanista en toda su historia y con todos sus matices y características.
* Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I