Marruecos no retrocedió ni un milímetro para hacer historia frente a España. En el estadio Education City de Al-Rayyan fue admirable su consistencia y piernas de acero, pero también la capacidad de articular la belleza de una obra con la emoción de miles que se abrazaron en las gradas. El golpe más estridente en la Copa del Mundo lo dio un humilde equipo norafricano que tuvo la personalidad de vencer en penales (3-0) a uno de los máximos aspirantes a ganar el campeonato, instalándose por primera vez en los cuartos de final.
Imposible no conmoverse con la rebelión de los llamados Leones del Atlas, multiplicados en esfuerzos para anular los mil 68 pases de La Roja con las líneas bien atornilladas y siempre a la espera de rapiñar la pelota. Sus jugadores sintieron que su vida y avanzar en la Copa eran casi lo mismo. Por eso detrás de cada jugada entrelazaron la disciplina y el arrojo con la certeza de que el único camino pa-ra dejar atrás un pasado colmado de derrotas era enfrentarse al destino con todo su coraje.
“Felicitaciones a los Leones, porque nos han deleitado”, escribió la reina Rania de Jordania en Twitter, luego de un juego que se extendió por más de 120 minutos, pasan-do por los tiempos extras hasta la definición por penales. En el cobro decisivo, Achraf Hakimi condenó a los españoles al exilio mundialista con una exquisita ejecución a lo Panenka, que depositó a los marroquíes en la siguiente ronda frente a la poderosa Portugal de Cristiano Ronaldo.
En lugar de emplear toda su potencia en el disparo, el lateral del PSG esperó a que el arquero Unai Simón se inclinara a la derecha para acariciar levemente la pelota hacia el centro de la portería. Fulminada de igual modo en Rusia 2018, España llegó a Qatar con un millar de penales ensayados. Pero los fallos de Pablo Sarabia, Carlos Soler y el capitán Sergio Busquets la condenaron.
Cuando brotaron las primeras esperanzas en el combinado norafricano, su corazón –como escribió alguna vez el japonés Haruki Murakami– empezó a actuar por su cuenta. El gol de Hakimi, nacido en Madrid de padres marroquíes y formado durante 10 años en la cantera del Real Madrid, convirtió a su selección en la cuarta representante del continente que llega tan lejos en la Copa. Además agregó un brillo significativo a otros éxitos árabes en el torneo, como la victoria de Arabia Saudita sobre Argentina y el triunfo de Túnez frente a Francia en la fase de grupos.
Deslumbrante ante Costa Rica, La Roja supo contender con Alemania, pero no dio para más en la instancia decisiva, ni siquiera con el 77 por ciento de posesión. Mientras los de Luis Enrique se aburrieron de pasear la pelota, Marruecos –que tuvo como figura al portero Yassine Bounou tras los aciertos de Sabiri, Ziyech y Hakimi– ratificó con creces su liderato en el Grupo F, donde sólo recibió un gol (en propia puerta) ante Canadá y frustró los ataques de la subcampeona Croacia y Bélgica, tercer lugar hace cuatro años.
Ahora, los dirigidos por Walid Regragui tienen la oportunidad de convertirse en el primer semifinalista en la historia del mundo árabe y de África. Para ello ten-drá que vencer el sábado a Portugal, que trituró a Suiza. Desde Bagdad hasta Casablanca, miles de aficionados marroquíes se ilusionan con ser testigos de una nueva gesta en tierra de gigantes.