Stephin Merritt (Canadá, 1965) es un personaje más dentro de su repertorio de ideas para canciones, como cuenta él mismo por Zoom, “uno al que puedo recurrir porque tengo un íntimo conocimiento de quién es”. Al mando de The Magnetic Fields, algo en su forma de producción sugiere que, si bien su aproximación a la canción es pop, sus influencias empiezan antes de los 60. Es difícil presentarlo sin nombrar su clásico 69 love songs, editado en 1999 como un cedé triple, 69 envejeció bien, tal vez por la aparente inmediatez de su entrega. Algo sobre la cantidad de canciones fue trasladado a su libro de 1000 poesías: “Tenía que escribir esa cantidad y al terminarlo pensé que todas estaban al mismo nivel”. Esa voracidad por producir lo llevó a su gusto musical, donde existen canciones que le gustan y no tanto límites de estilo. En retrospectiva, no hay demasiados elementos que aten a su disco más reconocido con el año de su lanzamiento, ni el alza del hip-hop de ese año, ni el beat barroco orquestado de Olivia Tremor Control del sello Elephant 6.
Merrit escribe sus letras en bares gay, la pandemia complicó no sólo sus presentaciones, sino también su fuente de material: “En mi casa los perros están trepando queriendo salir, estoy rodeado de otras cosas para hacer, como no tengo un trabajo de 9 a 5, escribir canciones sólo sería como estar en aislamiento. Mi vida social es la misma que mi vida laboral, me siento en un bar con una lapicera en la mano y hablo con la gente, a veces los entrevisto, a veces escribo lo que dicen para transformarlo en una canción, a veces escribo bajo de la mesa y siempre me siento en una esquina, hay una canción sobre eso en Quickies, es completamente autobiográfica, excepto que muero al final”.
–¿Por qué incluyes tu muerte en la canción?
–Porque es gracioso.
–¿Cómo compusiste la canción I wish I were a prostitute again?
–Tengo dos amigos que solían ser trabajadores sexuales y les gusta hablar sobre eso, tienen algunas cosas positivas y algunas cosas negativas que contar, para la canción tomé las cosas positivas e ignoré lo malo. Es una de un par en el disco que son canciones de Yo deseo. Es un cliché del teatro musical que la canción de Yo deseo es la segunda de cada espectáculo, en la que el protagonista explica sus motivaciones. El protagonista no vuelve a ejercer, ya que ha hecho tanto dinero que puede retirarse, es una canción extraña.
–¿La música estaba prohibida en tu infancia?
–Durante un periodo estuve en una comuna tibetana en Vermont, originalmente llamada Tale of the tiger, ellos tenían la política de no escuchar música, excepto una vez por mes, intentaban meditar, así que tiene sentido, pero es una crueldad para un niño, la gente no debería llevar sus niños a vivir a un lugar así. Para escuchar música nos escondíamos en un granero, también formamos un grupo cuando tenía 11 años. El granero era mágico, hasta que quedamos atrapados adentro, no teníamos calefacción y era invierno, así que casi morimos de frío, recién pudimos salir al día siguiente.
–¿Es importante para ti ser poco pretencioso en la música?
–Sí, pero también me gusta Yes, es difícil ser más pretencioso que ellos, aunque lo intenté. La música es genial, hay mil cosas diferentes que amo sobre ella, no hay un tipo de música del que no rescate algo, espera, excepto tal vez el funk-metal, aunque tal vez haya algo ahí afuera que me guste.
–Sobre 69 love songs dijiste que es “un álbum sobre canciones sobre amor que no es lo mismo que canciones de amor”.
–La mayoría de las canciones no son sobre mi vida, pero sí tienen algún elemento con los que puedo relacionarme. No escribo canciones que no me gustan, aunque una buena manera de comenzar una canción es escribir algo que no te gusta y agregar algo que te gusta el final; por ejemplo, ahora que dije que no me gusta el funk-metal, debería hacer una canción de ese estilo.
–Una canción como How fucking romantic tiene sentido del humor sobre los clichés de la canción de amor.
–Amo los clichés, están a la mano. Una imagen vale más que mil palabras, por ejemplo, o la luna de junio, que conjura una cantidad de asuntos que la luna de julio no evoca para nada; de hecho, es una buena idea para una canción, la luna de junio transformándose en la luna de julio.
–Ya llevas dos ideas para canciones en estos pocos minutos de entrevista...
–Lo difícil es terminar las canciones, no la idea inicial.
–¿Crees que las canciones de amor ayudan a las personas?
No sé si las canciones individualmente ayudan a la gente, pero fue importante para mí que existieran The Smiths, creo que me ayudaron, aunque no son canciones de amor, sino que la gente que las protagoniza es horrible, no querría estar dentro de una canción de ellos.
–¿Qué es lo mejor y lo peor de especializarte en hacer canciones cortas? (Una buena parte de sus canciones duran menos de tres minutos).
–La peor parte es que crean que es lo único que puedes hacer, y la mejor es que simplemente puedes comenzar otra canción.
–¿Qué te inspiró del grupo Half Japanese?
–Su disco Half gentlmen not beasts fue una gran influencia porque es su debut y es triple, la audacia de eso fue perfecta para poder emularla. Su cantante y guitarrista Jad Fair es muy dulce y socialmente torpe, como uno se lo imaginaría en el disco. Son encantadores, poco pretenciosos e increíblemente creativos.
–¿Qué te gusta sobre la música bubblegum?
–Lo mismo que me gusta de Abba, Ramones o Kraftwerk, tienen una forma concisa de decir cosas extravagantes, como The Ramones se tomaban dos minutos para tocar una canción de bubblegum, pero sobre oler pegamento, Abba se tomaba tres para contar una tragedia griega y Kraftwerk 10 para hacer temas sobre viajar por Europa en auto, tren o en el proyecto espacial. Sweet antes de ser The Sweet tenían un tema biográfico sobre Alexander Graham Bell. Me gustan las canciones concisas que no me hacen perder el tiempo en solos de guitarra largos.