A medida que nos acercamos a su fin, es posible aseverar, con cierto grado de certeza, que 2022 ha transcurrido como un año problemático, que de forma paulatina nos ha ido revelando la severidad del legado de la pandemia de covid-19. Tras dos años de incertidumbre y ansiedad colectiva, hemos despertado de un mal sueño para percatarnos de que hoy contamos con un mundo más frágil y desarticulado, marcado por sucesos geopolíticos, tecnológicos, económicos y sociales inconclusos, que anuncian un 2023 complicado y colmado de al menos cinco retos que merecen toda nuestra atención.
El primero de ellos y el más evidente es, sin duda, la guerra ruso-ucrania, cuya crueldad y dolor nos recordó los capítulos más oscuros de nuestra historia reciente. A pesar de que Europa parece haber mitigado los efectos más inmediatos de la crisis energética detonada por el conflicto, asegurando los inventarios para el invierno en puerta, la severidad y duración de este último es difícil de precisar. Los efectos sobre la planta manufacturera europea son inciertos, y la reconstrucción de inventarios para el próximo año será aún más compleja. Lo cual en conjunto puede exacerbar las presiones inflacionarias sobre el viejo continente, en particular, y sobre el mercado energético global, en general.
El reciente avance ucranio y las evidentes dificultades del ejército ruso para mantener el control sobre las regiones ocupadas, hacen suponer que el conflicto puede entrar en una fase de estancamiento. Lejos de ser una buena noticia, dicho escenario supone presión política, económica y militar creciente sobre el mandatario ruso, Vladimir Putin. La urgencia de una victoria política que le permita afianzar su poder al interior, abre la puerta para acciones impredecibles. Por otra parte, el fracaso ruso y/o un cambio en Kremlin incrementan la posibilidad de una completa descomposición político-social en la órbita de influencia rusa, cuestión que necesariamente tendría que ser administrada por la Unión Europea y Estados Unidos, para la cual no parecen tener apetito. Actualmente, los actores no aparentan contar con incentivos suficientes para alcanzar una resolución pacífica del conflicto en el horizonte cercano.
Lo anterior, como ha señalado la ONU, supone una potencial crisis alimentaria en África. Si la comunidad internacional no logra resolver el intermitente suministro de granos proveniente de Rusia y Ucrania, la falta de alimento producirá olas migratorias sin precedentes, creando el terreno fértil para movimientos ultranacionalistas-xenófobos en el continente europeo. Italia, Grecia y España, entradas a Europa, y algunas de las economías más vulnerables de la región, serán particularmente vulnerables a este fenómeno.
El próximo año será determinante en economía. A pesar de que el mercado ha interpretado las recientes declaraciones de Jerome Powell de manera positiva, y ha proyectado que la Reserva Federal, puede moderar la inflación sin seguir implementando una política monetaria muy agresiva, lo cual permitiría evitar una recesión severa. No obstante, habría que poner atención a las señales que mandan otros indicadores. El viernes pasado el dato de incremento salarial resultó más alto, 0.6 por ciento frente a .3 por ciento esperado; un crecimiento salarial que anualizado implicaría un incremento de casi 7.5 por ciento, lo cual resulta es más alto del necesario para romper con la inflación. De continuar con esta tendencia la Reserva Federal tendría que ser más drástica, lo cual muy probablemente significaría una recesión.
La adopción de tecnologías monetarias como las criptomonedas y los NFT, el alto precio que estos activos adquirieron durante la pandemia, ha confirmado la naturaleza especulativa de estos activos a raíz de su reciente colapso, cuestión que ha contribuido a generar mayor incertidumbre en los mercados. La reciente corrida bancaria de la que fue objeto FTX Internacional, ha revelado que este mercado no cuenta con la liquidez para soportar las operaciones de los usuarios en casos extremos. Peor aún, las acciones fraudulentas realizadas por Samuel Bankman-Fried, CEO de FTX, ha puesto de relieve la inoperancia gubernamental a la hora de regular estas prácticas, pero también la capacidad de contagio que las quiebras financieras pueden tener sobre otras plataformas, fondos e incluso otras naciones. El próximo será un año determinante para la regulación de estas entidades.
Durante 2022, la lenta reactivación económica ha estado supeditada a la regularización paulatina de las cadenas globales de suministro, para lo cual, la estricta política cero covid implementada por el gobierno de China ha sido determinante. Constreñido por la aparente ineficacia de su campaña de vacunación y con la amenaza latente, de que el contagio de una pequeña parte de la población, corre el riesgo de poner en entredicho a todo el sistema de salud; el Partido Comunista ha optado por medidas draconianas para contener los brotes. Desde hace un par de semanas, la poca información que fluye desde el país asiático ha podido confirmar que la población se encuentra en estado de franca rebeldía ante dichas políticas. La opacidad hace difícil precisar si las protestas se enfocan únicamente en las políticas anticovid o representan un factor de inestabilidad, más profunda y duradera, que puede afectar nuevamente las cadenas de suministro globales.
Será 2023 un año decisivo para la reconfiguración de la manufactura global, un año que seguramente acelerará la regionalización y la relocalización de diversas industrias, pulsiones nacionalistas que junto a los movimientos migratorios potenciales y una incierta situación de la economía global pueden alentar falsas salidas radicales y xenófobas. Pongamos atención.