Cuando la historia escriba (y describa) a la 4T de y en México, revelará lo difícil de unos inicios que tomaron más de 30 años de su empecinado e irreductible líder y no poca vida de compañeros de ruta que siguieron hasta su propio fin o hasta llegar a las primeras concreciones de la larga lucha colectiva. Pero, si hoy se quedara aquí la meta sería una historia trunca y chata que las olas del tiempo tardarían menos en borrar que en haberla puesto...
Sólo si el Presidente encabeza hoy la Gran Transformación del Campo Mexicano (que de todas maneras será conquistada, y a cualquier costo, por los propios campesinos, acompañados por quienes hemos estado con ellos sin concesiones lastimeras y sí con plena confianza en su saber y papel histórico), sólo si hoy se da continuidad a la frase de “primero los pobres” se pasará de la necesidad de cubrir lo básico de una población abandonada a su propia imaginación y suerte desde hace décadas, para tocar el sentido profundo de equidad humana que conlleva esta frase como principio.
Pues, sin dejar de aceptar que la pandemia del covid-19 obligó a invertir en salud antes que en sanear la producción de alimentos, obligando a edificar la política alimentaria de nuestro país con unas canastas básicas previamente negociadas según los intereses de los grandes capitales agroindustriales nacionales y extranjeros, como son los argumentos del T-MEC que provienen de consideraciones productivistas y seudocientíficas, donde la solución para nosotros los pobres vecinos del sur se hallaría en el maíz amarillo transgénico para las tortillas y para el pienso del ganado... Cuando que somos miles de millones de mexicanos quienes ya comprendimos que se han empobrecido los recursos productivos de nuestro país (humanos y natura) debido a su descalificación irrespetuosa, por el abuso de su docilidad, la destrucción atrabiliaria de lo desconocido para ejecutores ajenos y la aceptación trágica de un destino inesperado...
No siendo cierto que el campo mexicano sea menos productivo que un campo texano, cuya comparación mutua es de total mala fe, surgida de una falacia en la que se comparan elementos no equivalentes, como son una medida de superficie por peso o volumen de un solo producto (una hectárea por tonelada de maíz), cuando lo justo sería comparar una hectárea de superficie por peso y masa alimentaria compuesta: en la que se consideran el maíz criollo, el frijol, las calabazas, los chiles, los tomates, los quelites, las cactáceas, los árboles útiles, según sea la región y los suelos, la fauna pequeña comestible, y el pienso para animales...
¿Cuándo y quién nos informa sobre la productividad de masa alimentaria en una hectárea de cualquier zona de nuestro país? ¿En qué estadística aparece su valor de cambio y su valor de uso? ¿Las horas de trabajo invertido y la satisfacción de necesidades de los trabajadores y sus familias? Mucho menos se nos informa sobre el valor de la destrucción de una milpa al incitar a sus poseedores a transformar sus tierras en monocultivos o granjas avícolas, porcícolas y vacunas , cuyos productos sólo benefician a los acaparadores.
El Presidente López Obrador debe encabezar una operación de salvamento del campo mexicano. Ya emprendió su resistencia a los transgénicos (sin haber ganado aún), que ahora ayude a preparar la fuerza social que irá desplazando las formas de producir y de consumir, de valorar y comerciar los productos básicos del pueblo mexicano. De la frontera norte a la del sur, del Golfo al océano, donde todo el pueblo mexicano sabe que pertenece a este país amado y que su líder es AMLO. No lo hará solo, ténganlo por seguro, pues una aplastante mayoría estará tras y con él para la verdadera Cuarta Transformación: la del campo milenario mexicano, del que nacimos todos y que aun si se han empeñado en hacer abortar, continúa alimentándonos...