Ciudad de México. Campesinos de San Andrés Mixquic, en Tláhuac, dedican los últimos dos meses de cada año al cultivo de romeritos, por lo que las ganancias que obtienen por esa actividad son consideradas “como si fuera nuestro aguinaldo”, afirma Héctor Hugo Peña Piña, quien confía en que este diciembre nuevamente la planta que forma parte de la cocina tradicional mexicana logre traspasar la frontera con Estados Unidos.
Relata que su sembradío ocupa 15 hectáreas del ejido de San Pedro Tláhuac en el que usan semilla nativa de Mixquic, y adelanta que ya está lista la primera cosecha que llegará a las mesas de los consumidores de los estados de México, Puebla y Nuevo León.
Dedicado al campo desde que tenía nueve años, recuerda que su papá, Melitón, quien ya falleció, le decía: “estudia, échale ganas para que no pases las carencias, porque en el campo hay temporadas buenas y malas”, pero bajo el rayo del sol, sonriente y satisfecho, asegura: “no le hice caso”.
Con su madre y cuatro hermanos hace cinco años decidieron conformar la cooperativa Productores Agrícolas Piña, “para sobresalir y ser más fuertes, porque en el campo se invierte mucho y a veces no se recupera la inversión”.
Menciona que el kilogramo de romeritos lo vende a intermediarios a un precio de tres a cinco pesos; el costo se eleva de forma considerable sólo en caso de que se presente una helada que provoque escasez del producto.
La cooperativa Productores Agrícolas Piña, en la alcaldía Tláhuac, cultiva romeritos para la cocina de fiestas decembrinas. Foto José Antonio López.
Señala que la mayoría de su producción se vende en la Central de Abasto, en Iztapalapa, con lo que seguramente los romeritos llegan a otras entidades del país, pero insiste en que el reto para la cooperativa es encontrar nuevos distribuidores a fin de diversificar su mercado, porque el resto del año se dedica a la siembra de legumbres y hortalizas como verdolaga, maíz, lechuga, acelga y brócoli, entre otras.
Mientras observa cómo se eleva un dron a tres metros en medio de la polvareda que levanta por la tierra suelta del ejido que colinda con el lago de Xico, en el suroriente de la Ciudad de México, el hombre de 47 años asevera que sus productos son de gran calidad y muy buenos para la salud.
El aparato es operado por personal de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural, con el cual se dispersa el líquido fertilizante, insecticida y repelente agroecológico, que es parte del apoyo que recibe Héctor Hugo, el cual se suma a los 120 mil pesos que en junio entregó la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo de la capital.
De esos recursos más de 60 mil pesos fueron destinados a la compra de un equipo para el tractor, que es un removedor de suelo, el cual le permitió mejorar las condiciones del terreno para la siembra.
Foto José Antonio López
Pero no todo se hace con maquinaria, porque a un mes de haber sembrado hay que desyerbar la parcela para que la cosecha de los romeritos esté libre de quelites y quintoniles, los cuales nacen de semillas naturales que se dispersan con el aire.
Éstas son arrancadas del suelo por sus hermanos y peones que, hincados sobre la tierra, depositan los arbustos en un costal.
A pesar de las afectaciones que ha dejado el cambio climático, insiste en que en el campo “nos ha dado para vivir, pero hay que trabajar duro y diario para que logremos hacer algo; el campo es un trabajo de sol a sol”.
Los romeritos son regados con agua tratada proveniente del Cerro de la Estrella, en Iztapalapa, y una vez cosechados serán trasladados en varios viajes en una camioneta a la vivienda de Héctor Hugo, ubicada en el pueblo de San Andrés Mixquic, donde ya lo espera un grupo de mujeres que en tinas de 1.5 metros los lavan para armar bolsitas de 300 gramos o costalitos con 40 kilos que estarán listos para su venta.