Nos hemos tomado en serio la conveniencia de hacer ejercicio y con cualquier pretexto los mexicanos procedemos a emprender marchas.
Las hay de varios tipos: desde aquellas que recorren cientos de kilómetros para llegar a la capital del país y hacer sentir la legítima protesta por una razón u otra, hasta las más comodinas que “marchan” sin moverse de lugar en un barrio confortable y bien arbolado.
Tal fue el caso, en Jalisco, de la solidaridad con el Instituto Nacional Electoral (INE) y del excesivo número de legisladores que padecemos, de que hicieron gala los fifís tapatíos. Fue ésta una interesante “marcha” que aglutinó, después de misa, a un buen contingente de personas mayores que se saludaban con sumo gusto por haber sobrevivido a la calamidad de la pandemia que hizo estragos en este sector de la población.
Cabe reconocer que en la Ciudad de México el desplazamiento tuvo mayor contenido gracias a que escogieron a un solo orador, pero en Guadalajara, donde abordó la tribuna –ante unos 10 mil asistentes– un considerable número de oradores y oradoras debemos lamentar que predominó en ellos la estulticia y el ridículo. Fue una excelente muestra de la miseria intelectual que predomina en la oposición jalisciense al gobierno de López Obrador. Lo cierto es que los brillantes opositores de antaño que emergían en las filas de Acción Nacional brillaron por su ausencia.
Pero no es esa la única inconformidad que relumbra en el ámbito jalisciense: por segunda vez en pocos años se produce una confrontación de la Universidad con el gobierno estatal. Todavía tenemos presentes los dimes y diretes del último gobernador del blanquiazul que acabaron con la patética rendición de éste al irse a sentar, en estado inconveniente, en las piernas de Raúl Padilla López, el líder universitario indiscutible. Recuérdese que dicho gobernador, inspirado también por el abuso de la jarra, tuvo a bien “mentarles la madre” con todas sus letras a quienes no comulgaban con él.
El actual gobernador, basado en un sector del partido político llamado Movimiento Ciudadano que, en Jalisco, no es más que un PAN disfrazado en virtud del enorme descrédito de las siglas y colores de éste, pero al servicio del mismo sector social como el que “marchó” a favor del INE el otro día, ha estado golpeando a la Universidad en su presupuesto, lo cual ha dado lugar a la consecuente reacción de la “máxima casa de estudios” con protestas de diversos tipos. La última de ellas fue la gigantesca manifestación del pasado 23 de noviembre que llenó “de bote en bote” la llamada Plaza de la Liberación, conocida también como del “Dos de Copas”, que es la mayor del centro de Guadalajara y zonas aledañas. Se dice que en ella se conjuntaron 145 mil manifestantes.
A diferencia de la anterior protesta de los conservadores, al término de esta manifestación, por cierto entorpecida por burdas acciones del gobierno “de los jaliscienses” hubo pocos y buenos oradores, entre los que destacó la flamante presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios, una muchacha de gran lucidez que contrastó sobremanera con los líderes de la antigua FEG, anterior a 1990, plagada de “gorilas” que incluso llegaron a ser rectores.
Finalmente vino, claro, la gigantesca manifestación en apoyo del presidente López Obrador que opacó a todas las demás, sin embargo, queda claro que los mexicanos respiramos de maneras diferentes y valdría la pena que se fomentara el diálogo, antes de que acabemos a bofetadas unos contra otros.
La cereza del pastel en el sabotaje que pretendió hacer el gobernador de la FIL, una actividad bien amada por doquier que le da gran prestigio a todo México. La sospecha se cumplió y al Ejecutivo le salió el tiro por la culata.