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Economía

2022-12-02 06:00

Economía moral

Periódico La Jornada
viernes 02 de diciembre de 2022 , p. 18

El otro eslabón entre la estructura social y las ideas, aparte del carácter social, tal como se muestra en el esquema publicado en la entrega anterior, lo constituye, para Erich Fromm (EF) el inconsciente social que se refiere “a aquellas zonas de represión comunes a la mayoría de los miembros de una sociedad; estos elementos comúnmente reprimidos son aquellos contenidos de los cuales una sociedad determinada no puede permitir que sus miembros se percaten, si dicha sociedad, con sus contradicciones específicas ha de funcionar satisfactoriamente” ( Más allá de las cadenas de la ilusión). Hay dos mecanismos básicos o filtros sociales que impiden la concientización de ciertos hechos o ideas: 1) El sistema de categorías y la lógica. Sólo pueden advertirse aquellas experiencias e ideas que puedan vincularse con el sistema de categorías mediante el cual percibo. El lenguaje es un filtro social. “Una experiencia que no tenga en el idioma palabra que la designe, rara vez podrá franquear el umbral de la percepción consciente”. La lógica hará difícil en una cultura apegada a la lógica aristotélica, percibir hechos o ideas que la contradigan. 2) Los tabúes sociales que declaran prohibidas ciertas ideas y emociones. “Las irracionalidades de cualquier sociedad determinada traen como resultado la necesidad de que sus miembros repriman la percatación de muchas de sus propias sensaciones y experiencias”. Sin este mecanismo la estabilidad social sería inalcanzable. “Si la mayoría se hubiera dado cuenta cabal del hecho que se les estaba explotando, se habría acumulado un resentimiento tal que hubiera puesto en peligro al orden existente” ( Ibid.). La razón básica para que una persona reprima un hecho o idea es el miedo al fracaso y, sobre todo, al ostracismo. Estos elementos varían, en una sociedad dada, de una clase social a otra y dependen de las posibilidades objetivas de promover un cambio. Si “objetivamente no hay esperanzas de un cambio positivo, lo más probable es que todos los individuos se apeguen a las ficciones, ya que la percepción de la verdad no haría más que hacerlos sentir peor. Las sociedades y clases en descomposición generalmente son las que más firmemente se apegan a sus ficciones, puesto que no tienen nada que ganar con la verdad. Y a la inversa, las sociedades –o clases sociales– que están destinadas a un futuro mejor ofrecen condiciones que hacen que sea más fácil advertir la realidad, sobre todo si esta percepción las ayuda a efectuar los cambios necesarios” ( Ibid.). La represión de hechos e ideas facilita y requiere –para tener una imagen coherente del mundo– que el hueco se llene con ficciones, con ideologías.

Para comprender mejor el concepto de carácter social, es necesario presentar la tipología de caracteres que manejaron Fromm y Maccoby (hasta Sociopsicoanálisis del campesino mexicano) y después la de Maccoby en sus investigaciones posteriores a 1968 en EU. En El miedo a la libertad, Ética y psicoanálisis y Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, EF formuló una tipología de caracteres que ha aplicado tanto a los caracteres individuales como al concepto de carácter social. Para esta tipología, EF partió de la idea que la definición del carácter tiene lugar en los procesos de asimilación y socialización. Para identificar las posibles orientaciones en el proceso de asimilación, EF dice que el ser humano puede adquirir cosas recibiéndolas, tomándolas o produciéndolas. En cuanto al proceso de socialización, señala que el ser humano puede relacionarse con otros de diversas maneras: puede amar u odiar, competir o cooperar, puede construir un sistema social basado en la igualdad o en la autoridad, la libertad o la opresión. A partir de estos elementos (veremos que son insuficientes y que hay otros implícitos), la tipología presentada en Ética y psicoanálisis se reproduce en el cuadro. EF identifica cuatro orientaciones/caracteres improductivos, y uno productivo, que comprenden ambos procesos: receptivo-masoquista/sumiso; explotador-sádico; acumulativo-destructivo; mercantil-indiferente; y el productivo-amoroso-razonador. Aclara que estas orientaciones casi nunca se presentan de manera pura, sino en mezclas, tanto entre las orientaciones improductivas como entre lo productivo y lo improductivo. Dado que los caracteres receptivo y explotador comparten el elemento de simbiosis o cercanía a otras personas en el proceso de socialización, es más probable que se combinen entre sí que con los caracteres que suponen lejanía. En cuanto a la mezcla de la orientación productiva con las improductivas, señala que no hay ninguna persona enteramente productiva o improductiva. Lo que cambia es el peso relativo de una y otra y esto cambia la calidad de las llamadas orientaciones improductivas. En el cuadro se presentan tanto la calidad que resulta cuando domina la orientación improductiva en la persona, como, entre paréntesis, la calidad modificada cuando domina la orientación productiva. Cuando esto último ocurre, las ‘orientaciones improductivas’ ya no tienen un significado negativo, sino constructivo. De hecho, las orientaciones improductivas (tal como se describirán abajo) pueden considerarse como distorsiones de orientaciones que, en sí mismas son normales y parte necesaria del vivir. Todo ser humano para sobrevivir debe ser capaz de aceptar cosas de otros, tomar, ahorrar (preservar) e intercambiar. También debe ser capaz de seguir a la autoridad, guiar a otros, estar solo y ser asertivo. Sólo si su manera de adquirir cosas y relacionarse con los demás es esencialmente no productiva, las habilidades de aceptar, tomar, preservar e intercambiar se transforman en los anhelos de recibir, explotar, acumular o mercantilizarse. Lo mismo pasa en el área de socialización, en la cual las cualidades de lealtad, autoridad, equidad, asertividad, se transforman en sumisión, dominación, lejanía y destructividad, cuando la persona es básicamente improductiva.

Otra dimensión de la caracterología (que aparece en Sociopsicoanálisis…) se refiere a las orientaciones sociopolíticas: 1) El carácter autoritario es el de una persona cuyo sentido de fuerza e identidad se basa en una subordinación simbiótica a las autoridades, y al mismo tiempo una dominación simbiótica de aquellos que están subordinados a su autoridad. Éste es un estado de simbiosis sadomasoquista en el cual al ser parte de lo ‘Grande’, cualquiera que esto sea, él se vuelve grande; si estuviera solo, por su cuenta, se encogería a la nada. Por esta misma razón, una amenaza a la autoridad es para el carácter autoritario una amenaza a sí mismo, una amenaza a su cordura. Hay, sin embargo, diferencias al interior del rango del carácter autoritario de acuerdo con el grado de sadismo/masoquismo que contenga. En el extremo negativo, se encuentra el carácter autoritario maligno que EF asocia a las clases sociales en decadencia económica, como la clase media alemana después de 1923 y los blancos pobres del sur de Estados Unidos.

www.julioboltvinik.org

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