Guadalajara, Jal., Uno de los grandes legados de Carlos Fuentes es la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, la cual impulsó siempre de la mano de su gran amigo y colega Gabriel García Márquez.
A 10 años del fallecimiento del autor de Cambio de piel, se reunieron aquí entrañables amigos para rendir homenaje a quien fuera el gran anfitrión del que hoy es considerado uno de los encuentros culturales enfocados a las letras más importantes del mundo.
Con la presencia entre el público de Silvia Lemus, viuda del autor, la escritora argentina Luisa Valenzuela abrió la charla para explicar que la literatura de Fuentes “siempre se vio iluminada por la filosofía de Nietzsche”.
Añadió que un día Silvia Lemus le confirmó que hasta el último momento Fuentes tuvo en su mesa de noche un libro sobre la vida de aquel filósofo.
Sin embargo, puntualizó, “lo nietzschiano en Fuentes no resonaba con el nihilismo primero del filósofo. Conjeturo que escuchó más al Nietzsche de lo dionisiaco y el vitalismo, y el concepto de poder que aparece en El camino de la sabiduría, y cito: ‘ningún Dios, ningún hombre por encima de mí, dijo Nietzsche, el instinto del creador que sabe dónde pone la mano, la gran responsabilidad y la inocencia. Para tener alegría por algo debe probarse todo, darse el derecho para actuar’.
“Resulta lógico entender que Fuentes se haya identificado de su lado oscuro, pero no maldito, peligroso, sí, porque para escribir lo que escribió se requiere una enorme valentía, con el filósofo de la muerte de Dios y el eterno retorno, de la sabiduría del dolor, pero también el de la afirmación religiosa de la vida, de la vida total y no relegada ni parcializada.”
Es así, detalló Valenzuela, que Fuentes, en su novela póstuma Federico en el balcón, proyectó “el lado claro de Nietzsche, contando la historia de una mítica revolución bastante mexicana y un tanto francesa, revolución hecha de sofisticaciones y de múltiples enredos sentimentales”.
Luisa, además, citó el poema que Lemus dedicó a su esposo en el primer aniversario de su fallecimiento, ocurrido en 2012, hablando de las letras de Carlos: “Ni tristes ni grises / son del color de tu mente / intensa brillante / pirotecnia incalculable / velocidad del destello / pensamientos ciertos / irreales verdaderos / caligráficos / de orilla a orilla”.
En su turno, el académico Jovany Hurtado ofreció a los asistentes una suerte de visita guiada por la biblioteca de Carlos Fuentes, “a quien siempre le gustó estar rodeado de libros. Siempre recomendaba: ‘Lee mucho, todo, verazmente, la vida no te va a alcanzar para leer y releer todo lo que quisieras’.
“Y surge la pregunta: ¿cuántas vidas tuvo Carlos Fuentes para haber podido escribir y leer tanto? Leyó y releyó sus clásicos hasta el final de sus días. Siempre tuvo un libro abierto y una pluma verde para remarcar las ideas principales, hacer anotaciones al final del libro y aquí va el misterio: anotar en clave cada una de las ideas que él quería destacar.”
El investigador detalló que la biblioteca de Carlos Fuentes se encuentra en dos naciones, “forman una, se complementan, no hay títulos repetidos por descuido de la memoria. Los que se repiten fueron regalos a Fuentes, libros que ya había leído porque él siempre iba un paso adelante en las lecturas y en las novedades literarias.
“En Londres se encuentran 7 mil libros y en México 15 mil 19. ¿Cómo le hizo para leer tanto? La respuesta es disciplina. Sus horas de escritura y lectura eran intocables. Cuando uso la palabra leer me refiero al diálogo que tiene con cada libro, con cada autor, conversación que le permitía profundizar en las distintas tradiciones, entiéndase esto como la lectura de sus clásicos literarios, Balzac, Dostoyevski, Borges, Faulkner, Virginia Woolf, pero también con los clásicos de las ciencias sociales: Aristóteles, Maquiavelo, Nietzsche, Montesquieu, Voltaire, María Zambrano, con sus contemporáneos García Márquez, Vargas Llosa, Lezama Lima, José Saramago, Octavio Paz. Su biblioteca muestra una generosidad que pocos autores tienen, porque leyó también a las nuevas generaciones: Cristina Rivera Garza, Ignacio Padilla.”
Hurtado compartió que entre las últimas lecturas de Fuentes, en cuya mesa de noche quedaron 11 libros, estaban La tejedora de sombras, de Jorge Volpi; la poesía de Pessoa; las Confesiones, de Rousseau, y una biografía de Nietzsche.
La directora de la FIL, Marisol Schulz, recordó los años en los que fue editora de Fuentes. El primer libro que trabajó con él fue El naranjo, “una síntesis de la obra del escritor y al mismo tiempo con el que se cierra el ciclo narrativo de lo que él llamó La edad del tiempo. En ese momento mi camino literario quedó ligado intelectualmente a la obra de mi admirado maestro”.