Guadalajara, Jal., Guillermo del Toro se siente orgulloso del Taller de Chucho, copatrocinado por el cineasta en Guadalajara, en el que se forman nuevos artistas mexicanos del stop motion y también se trabaja en conjunto con talleres de animación de Portland y Manchester para películas como Pinocho, que su autor califica de obra personalísima y lo mejor que ha escrito.
En un enlace desde su casa en Los Ángeles hasta el foro FIL en Guadalajara, donde lo vieron cientos de personas, Del Toro reafirma que seguirá contribuyendo para la operación del taller escuela, proyecto que en los 80 fue su sueño y el de su amigo fallecido Rigo Mora, con quien dio los primeros pasos en el arte del movimiento detenido, hoy materializado en unos 7 mil metros cuadrados de estudios en los que trabajan una treintena de animadores.
“Por eso a mí me interesa continuar, pero hay que navegar con mucho cuidado, se trata de hacer cosas sin que se las coma la grilla, ese es el gran arte en México, tienes que cuidar que no acabe en grilla. Mi beca es con Cinépolis a 50 por ciento, para que (en el taller) esté quien deba estar”, sentencia.
En el foro FIL, ubicado en la explanada de Expo Guadalajara, sede de la Feria Internacional del Libro, se reunió un amplio número de personas que escucharon atentas la conversación que Del Toro sostuvo con el animador René Castillo, miembro del equipo que participó en Pinocho desde el Taller de Chucho para elaborar la secuencia más larga de la película, y el crítico de cine Leonardo García Tsao.
Del Toro enfatizó la calidad interpretativa que deben tener los animadores, quienes crean palmo a palmo el movimiento o las formas y la expresión para transmitir las emociones, “una forma de arte que un cineasta tiene para contar de forma personal” una historia.
“En el cine en acción viva ensayas una realidad para que se genere un accidente que da vida y lo capturas. En animación, tú generas todo: el viento que mueve el pelo necesita alambres, si alguien se gira y su saco se mueve, ese saco lleva alambres, hay un momento hermoso en Pinocho en que Gepetto se tropieza con un globo y lo patea. Estás animando la apariencia de un accidente a 24 cuadros por segundo”, explica el director, quien siempre ha puesto en sus películas los nombres de los animadores en los créditos.
“Nunca ha sido más difícil ser joven que ahora. De verdad, la conexión del taller con el mundo es algo muy significativo, hay cinco o seis entidades de animación en el mundo y el Taller de Chucho tiene conexión con esas entidades, por eso los jóvenes se pueden conectar con las más altas esferas de trabajo y arte en stop motion y creo que puede dar muchos resultados, pero depende de sus integrantes.
“Para mí es muy importante que la vean, que la disfruten, que sepan que hay un orgullo de haberla hecho en Guadalajara por un gordete que salió de ahí, que come tortas ahogadas.
“Voy a dedicarme tanto como pueda a que se siga desarrollando el cine de animación en México, porque es vital, tenemos una simbiosis con el estado en México pero este cine puede ser más libre, más contestatario, puede ser hecho por gente que necesita menos recursos para contar algo tan personal.”