Preservar la maroma en sus diversos estilos regionales y fortalecer su práctica entre las nuevas generaciones son los principales objetivos del tercer Encuentro Nacional de Maromeros, del 8 al 11 de diciembre, en el contexto de la fiesta patronal en honor a la Virgen de Guadalupe en Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca.
Esta actividad bianual, organizada por el Colectivo Plural e Independiente de Maromeros en México, Correspondencias Maromeras, reunirá a más de 100 artistas mixes ayuujk, nahuas, mixtecos, zapotecos y chinantecos, practicantes de este arte –también llamado danza de maromeros– procedentes de Veracruz, Guerrero, Ciudad de México y Oaxaca.
La maroma es una práctica corporal que integra una serie de elementos acrobáticos y simbólicos. Actualmente es vestigio viviente en las fiestas patronales de algunas comunidades indígenas de México y está perfectamente documentada en trabajos etnográficos en Veracruz, Oaxaca y Puebla.
El objetivo del encuentro es “valorar a la maroma en su diversidad, pues en los últimos años se ha dado visibilidad únicamente a la forma mixteca, por eso se mostrarán las variantes y los diferentes estilos regionales del sur de México”, dice la etnofunambulista Charlotte Pescayre, organizadora del encuentro, que se lleva a cabo en colaboración con la autoridad municipal de Santa María Tlahuitoltepec.
En el contexto del programa México en Escena-Grupos Artísticos, del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales, el encuentro incluirá funciones, proyecciones de cine, una muestra fotográfica y talleres de intercambio de experiencias entre artistas de esta expresión, cuyo origen se comparte entre Asia, Grecia y Mesoamérica e incluye danza, ritual, música de banda de viento y acrobacia.
Las agrupaciones participantes son: Maromeros de Acatlán, con la Banda la Movida de Raúl Panchito de Zitlala (Guerrero); Maromeros Zapotecos, de Santa Teresa Sochiapan (Veracruz); Transatlancirque (CDMX); Maromeros de Santa Rosa Caxtlahuaca; Maromeros y trapecistas de Tlahuitoltepec Comuneros del Viento; Maromeros del Fígaro de Temextitlán, y la Banda Filarmónica del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe-CECAM (Oaxaca).
Reunión transcultural
Transcultural y transregional, la reunión servirá también para explicar el significado de la maroma y evitar más tergiversaciones en torno a ella porque su naturaleza es específica, plantea Pescayre, investigadora franco-mexicana y autora de diversas publicaciones académicas sobre el tema, tanto en México como en Europa.
“Se le ha asimilado al circo. Si bien ha habido contribuciones entre ambos desde la época virreinal, y aunque tengan puntos de encuentro en la acrobacia, son distintos. Eso que llaman circo indígena o circo comunitario no es así. No todos los acróbatas son maromeros, quienes son los que danzan en la cuerda”, aclara.
Se trata de una expresión espectacular, ritual y festiva ejecutada por artistas campesinos indígenas y mestizos en las regiones rurales del sur de México con fines religiosos y agrícolas. Incluye acróbatas, equilibristas, payasos, trapecistas, músicos y se lleva a cabo durante las fiestas patronales de Oaxaca, Guerrero, Puebla y Veracruz.
Permite la cohesión social de los pueblos que la practican por tratarse de una celebración comunitaria. Ser maromero implica gran respeto, al cumplir con los ayunos, el tequio comunitario, danzar para el santo patrón y subirse a la cuerda.
La maroma tuvo un auge muy grande en la región mixteca en el siglo XIX. Se contaba con varios grupos en diferentes comunidades, y los actos siempre se hacían en las fiestas tradicionales de las comunidades en los atrios de las iglesias. La maroma está formada por ocho o más elementos, pero no más de 12. Presentan diferentes números, como caminar sobre alambres, girar sobre una barra metálica y hacer diferentes acrobacias en trapecios de siete metros de altura, que ponen antes de iniciar su función.
También realizan actos de alto riesgo de peligrosidad, que fueron la más grande diversión en el siglo pasado. Algo muy peculiar dentro de la maroma, es el versador o payaso, quien hace reír al público, se presenta con una banda de música que acompaña la tonada que el versador indica.
“Sacar la maroma de su contexto equivale a distorsionarla”, alerta Pescayre, quien agrega que la práctica tiene un significado distinto según cada pueblo, aunque “hay un simbolismo entre el cielo, la Tierra y el inframundo, siempre presente en las culturas mesoamericanas”.
Por ejemplo, entre los nahuas de Guerrero se inscribe en las danzas de fiestas importantes relativas al ciclo agrícola para pedir lluvia; cruzar la cuerda simboliza el paso por el purgatorio, mientras entre los zapotecos del sur de Veracruz obedece a una celebración para agradecer a la virgen por las cosechas.
En 2016 nació el proyecto Correspondencias Maromeras, que ha enlazado a más de 100 ejecutantes de Oaxaca, Veracruz, Guerrero y Puebla, para intercambiar experiencias y conocimientos, fortalecer su red e impulsar su formación y práctica.