Sí, el mensaje, el apoyo, la historia… todos grandiosos, pero el suceso le pertenece a la gente, a los que durante horas y horas llenaron las calles con sus razones hechas consignas, banderas, carteles, gritos, música.
Sabían qué hacían sobre el asfalto. Con memoria acertada dieron al INE los calificativos que la voracidad de sus mandos merecen, y no cesaban en la defensa de su voto y su confianza para quien aún no llegaba al monumento a la Independencia, pero que, según se decía, ya venía en camino.
Parece difícil decir algo más sobre lo sucedido el domingo en las calles de la ciudad, pero el evento, por su trascendencia, deberá permanecer en los comentarios de todas partes por mucho tiempo, aunque esto no sirva para inhibir el relato de lo vivido.
A eso de las 2:30 de la mañana del domingo 27, el rumor de que la gente ya estaba llegando al Ángel de la Independencia corrió por la redacción, y era cierto. Aunque con un ambiente frío en la calle, un centenar de personas o dos, cuando mucho, tenían tomada la escalinata del monumento.
En las banquetas que hacen la rotonda, las mantas que identificaba a los grupos de la velada se atoraban de donde se podía. De Tamaulipas o de Veracruz, los mensajes escritos sobre las telas para dar la bienvenida a la marcha ya estaban colocados.
Uno hacía la música de Pablo Milanés, otro repartía hamburguesas sin preguntar de dónde venía el comelón. Era una noche sin párpados pesados, entre los azules de la luz que baña el monumento y las risas de los que llegaron para iniciar la marcha siete horas después.
–¿Van a dormir?
–¿Para qué?, vamos a estar bien despiertos para acompañarlo al inicio. Aquí estaremos bien despiertos.
Son las ocho de la mañana, atravesar avenida Chapultepec, una cuadra después del monumento al robo que mandó construir Calderón, se hace difícil. Gente con banderas de diferentes colores tiene copada la calle de Florencia.
Hay charros dorados y muchachos con máscaras tipo lucha libre, cada uno con su diseño, y luego, vigorosos como pocos, los integrantes de una banda de metales. Total, gente y más gente sin miedo a los calificativos con los que se pretendió intimidarlos.
Fue su decisión: mal dormir, mal comer, sostenerse caminando, en pie, en la calle, por casi 12 horas, para apoyar sus razones. “Será que no se den cuenta de lo que queremos”. Eran claros sus motivos: “Queremos otro INE”. “El Presidente se tardó, nosotros estábamos listos para apoyarlo desde hace mucho. Él nos representa”.
Muchos, mucha gente no llegó al Zócalo. Después de intentar sumarse a la marcha durante un par de horas o más, renunciaban al objetivo principal, llegar al Zócalo, y se quedaban lejos, pero con la camiseta puesta.
Otros, tal vez más enjundiosos, los que sí llegaron o casi, regresaron con las primeras sombras de la noche a las calles de Acapulco, por ejemplo, en la Condesa. Se les miraba exhaustos. “No, una pestañita y estamos listos para cuando nos necesiten”.
De pasadita
En la Cámara de Diputados, hasta donde no llegan las demandas de la gente, se aprobó en comisiones la reforma al INE.
Pero eso parece no importar; la oposición promete venganza contra la gente y mañana en el pleno, casi con seguridad, irán por tirar la propuesta presidencial sin presentar una alternativa, no porque no se quiera tocar al INE, sino porque no se tiene ninguna; de la oposición estéril no sale nada más allá de lo que ya se conoce: el proyecto de corrupción que ya no tiene lugar.
Hubo otro domingo, habrá nueva votación. Esperemos.