La respuesta a la convocatoria del presidente Andrés Manuel López Obrador para celebrar los cuatro años de su gobierno cumplió la expectativa de formar en Paseo de la Reforma, avenida Juárez y el Zócalo un río humano con mujeres y hombres beneficiarios y soporte, también, de la Cuarta Transformación. Procedentes de todas las regiones del país, desde Michoacán, Coahuila, Puebla, Oaxaca, las alcaldías de Iztapalapa, Iztacalco, Milpa Alta, Gustavo A. Madero, el SNTE, los electricistas y mineros, entre muchas otras organizaciones y lugares, se dejaron ver como la base principal del mandatario.
La ruta de la marcha que abarcó la histórica Reforma hasta la Plaza de la Constitución se tiñó de guinda –el color del partido Morena–, con cientos de miles de personas portando camisetas, gorras y banderas de ese color. Para llegar hasta ahí e instalarse a un costado, por donde habría de pasar el mandatario, o adelantarse al Zócalo, el esfuerzo comenzó desde impensables lugares del país, con el único propósito de llegar a una marcha y concentración política: los Altos de Chiapas; Zongolica, Veracruz; San Luis Río Colorado, Sonora; Culiacán, Sinaloa, o la Huasteca potosina.
Algunas mujeres y hombres de edad, como Ernestina Valdez, viajaron más de 24 horas en camión para asistir a la celebración del gobierno de su líder, el Presidente de la República. Así, se acercaron al centro de la capital –en una coordinación impecable por las calles–, desde las seis de la mañana, cientos de camiones de pasajeros foráneos y peseros que prestan sus servicios en las colonias de la periferia en la Ciudad de México. Fue un número incuantificable de esos transportes, cuyas imágenes fueron retomadas por los críticos al gobierno federal, acusándolo de acarreo.
Se acercaron por el eje Uno Norte, la avenida Ignacio Zaragoza, Río Churubusco, Viaducto, Tlalpan, Patriotismo, Reforma Lomas, Río San Joaquín o Ejército Nacional. Confluyeron en la zona del Ángel de la Independencia, buscaron los sitios donde habrían de aguardar algunas horas y dejaron a sus pasajeros: mujeres y hombres de edad, muchos de ellos ancianos, familias enteras. La mayoría amas de casa, trabajadores y algunos de clase media baja.
Sólo desmayos
La cita de partida de la marcha, con el mandatario al frente, se fijó a las nueve de la mañana. Para esa hora, el Paseo de la Reforma –vialidad inaugurada por Maximiliano de Habsburgo en tiempos del Segundo Imperio– hasta avenida Juárez, se encontraba pletórico de personas ansiosas de ver en su andar al presidente López Obrador.
A pesar de la diversidad de personas, se sintió orden en el trayecto: los contingentes del partido en el gobierno, Morena, se enfilaron disciplinados y gritando consignas de respaldo al mandatario. Detrás, siguió con grupos nutridos y más organizados el Partido del Trabajo. Y en tercer término las representaciones del morenismo en la Ciudad de México: de Iztapalapa, Coyoacán, Iztacalco, Milpa Alta, Xochimilco y Gustavo A. Madero.
Esos contingentes se encontraron en las glorietas de los desaparecidos (del Ahuehuete), a Cuitláhuac, a las Mujeres (antes Colón) y del Caballito, con grupos de trabajadores electricistas que desplegaron largas cartulinas haciéndose presentes –como en los mejores tiempos del cetemismo corporativo–, y con una nutrida presencia de maestros pertenecientes al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Detrás de ellos, también, con mayor revuelo se dejaron sentir los mineros, los integrantes de la Unión de Trabajadores y empleados sindicalizados del Gobierno de la Ciudad de México.
Lo más notable fue que una movilización como la de ayer, que la autoridad de la capital calculó en un principio en un millón 200 mil personas, no produjo incidentes mayores. Sólo algunos casos de desmayo en personas adultas, que a pesar de su entereza y prestancia fueron doblegadas por la emoción, la falta de aire o el cansancio, luego de una espera de más de cinco horas, bajo el sol, que si no fue inclemente, no dejó de agobiar.