Guadalajara, Jal. Mircea Cărtărescu narra parte de su libro El ruletista, el cual dice es el más barato entre sus obras y recomendable como introducción a su literatura, logrando la atención de cientos de jóvenes que llenan el salón Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en la tradicional reunión anual que sostiene el o la ganadora en turno del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romance con estudiantes universitarios y público en general.
“Se trata de un jugador de ruleta rusa, un juego que yo imaginé modificado e inventé a un jugador de ruleta rusa genial. ¿Qué hacía? Al principio ponía una sola bala, se la llevaba a la sien, disparaba y no pasaba nada. Lo hacía dos, tres, cuatro, cinco, seis veces, hasta que se convirtió en el jugador más famoso. En torno a él se creó todo un mundo de juego de millonarios que apostaban a su favor”, dice el escritor rumano.
Señala que dicho ruletista “revolucionó el juego” porque decidió poner dos balas, lo que dejaba en dos tercios las posibilidades de escapar a la muerte.
“Se llevó la pistola a la cabeza, Clic. No pasó nada. Jugó muchas veces de nuevo con dos balas. Al cabo de un año empezó a jugar con tres balas, sólo tenía la mitad de las oportunidades y aún así siguió sobreviviendo. Luego puso cuatro, luego cinco. Clic. Nada. Al cabo de varios años de jugar decidió meter seis balas”.
El silencio casi absoluto de atención en el auditorio reverbera con la aguda, potente y clara voz de profesor de Mircea, quien continúa hacia el desenlace:
“A partir de este momento el juego era una locura sin posibilidades, el ruletista se lleva la pistola a la sien, aprieta el gatillo… Y aquí les dejo, para que si quieren lean lo que ha pasado”.
Un coro de “aaah”, aplausos, muchas risas y hasta chiflidos, sacuden el salón principal de la FIL.
Mil jóvenes con…
Durante hora y media que se fue muy rápido según muchos asistentes dijeron a la salida, Mircea Cărtărescu tuvo una amena reunión y contestó algunas preguntas, no muchas porque el tiempo no dio para más y la traducción pese a la agilidad de Marian Ochoa también alargó la ida y vuelta de la conversación.
“Ustedes como jóvenes son muy idealistas, porque si eres joven y no eres idealista ¿a qué esperas, a hacerte viejo? El idealismo consiste en pensar que este mundo en que vivimos no es el único posible”, respondió una.
“Cuando eres joven y quieres seguir siendo joven te planteas que este quizá no sea el único mundo que existe, sino que hay algo más elevado, más bello, más valioso que este mundo”, contestó otra.
Durante el intercambio con los jóvenes, Mircea relató su infancia en la que tuvo que privarse muchas veces de merendar en la escuela para ahorrar y comprarse sus primeros libros, los albores de su vocación literaria en Bucarest todavía siendo un niño.
“Leía 8 a 9 horas diarias y mis padres comenzaron a preocuparse, no salía nunca, estaba pálido, muy flaco, me decían vete a jugar al fútbol como todos los niños y luego cerraban la puerta para que no pudiera entrar. Al cabo de una hora mi madre abría la puerta y me encontraba en el umbral porque yo me había quedado ahí, esperando volver a mis libros”, recordó.
Al ser cuestionado respecto a las similitudes entre Rumania y América Latina, dijo que hay muchas más cosas que nos acercan que las que nos separan, al tener un origen similar y ser “descendientes del pueblo romano”.
“Otra similitud es que en mi país y los suyos existe mucha diferencia entre ricos y pobres. En mi país es enorme, hay gente extremadamente pobre que apenas tiene qué comer y hay gente muy rica, las injusticias sociales son abundantes. También hemos tenido unas dictaduras terribles, tanto América Latina como nosotros”, dijo.
Pero la similitud más importante que dijo existe entre Rumania y los países latinoamericanos es “la cultura, la literatura”, porque -sonríe- “somos latinos, exuberantes, estamos llenos de vida, procuramos hacer de cada día de nuestra vida una fiesta como se puede ver en nuestra literatura, los mexicanos escriben con mucha imaginación y puede pasar cualquier cosa, la gente vuela, las gallinas ponen huevos de oro, es una literatura donde todo es posible, Juan Rulfo y Carlos Fuentes son un ejemplo de eso”.
Se terminó el tiempo, Mircea apenas alcanzó a refrendar que su pasión fundamental, de vida, ha sido la lectura.
“Luego descubrí los juegos de computadora que se han convertido en un placer similar a la lectura”, dijo al despedirse, emitiendo sonidos de videojuego, feliz.